CAPÍTULO DIECIOCHO Jessie estaba bastante segura de que iba a vomitar. Para cuando llegaron al apartamento de Lacy, se había echado una siestecita en el coche y no se sentía más coherente que cuando se había ido del hospital. Y además, sentía náuseas. Estaban metiéndose a una plaza de aparcamiento cuando abrió la portezuela del copiloto y se inclinó, pero no pasó nada. “Falsa alarma”, dijo, desabrochándose el cinturón de seguridad y bajándose con mucho cuidado del vehículo. Lacy se acercó y le ofreció su brazo como apoyo mientras caminaban hacia el ascensor. “¿Sigues sintiéndote completamente ida?”, le preguntó. “Sí”, dijo Jessie. “Todavía estoy esperando a esa etapa que mencionó la enfermera en la que paso de estar atontada a adormecida. Además, creo que estoy mareada porque tomé es