Un rugido me sacó de mis pensamientos. Astarté, la madre original de Rithana, apareció después de tantos siglos, de tantas vidas, de tantas muertes de su hija. ¿A qué iba en ese momento cuando todo acabaría sí o sí? ―Esto tiene que acabar de una vez por todas ―saludó la mujer con desdén. ―En eso estamos ―contestó Keops de igual forma. ―Mi hija está envuelta en esto y quiero que acabe ―explicó ella. ―Lo sabemos… ―¿Y ahora te importa? ―espeté con rabia―. Veinte siglos, dos milenios han pasado, ¿y recién ahora vienes? ―Eres un insolente, ¡no tienes ningún derecho a hablarme así! ―Lo tengo ―insistí molesto―, lo tengo porque he sido yo que, vida a vida de tu hija, he acompañado sus horribles muertes ¿y tú?, ¿dónde estabas tú? Ahora vienes como la madre perfecta, como si nada hubie