Franz mantuvo su seductora sonrisa por un par de segundos mientras me miraba fijamente, haciendo que mi corazón palpitara cada vez más rápido. Estaba prácticamente sobre mí, manteniéndome prisionera entre sus brazos, dejándome apreciar de cerca la colorida tinta que los cubría, no sabía por qué, pero aquello me enloquecía… Me parecía sumamente sexy. Y como si no fuese suficiente, el cuello de su suéter caía hacia el frente para dejarme entrever el nacimiento del vello en su pecho, moría por arrancarle la ropa y apreciar su cuerpo como era debido. Aquel hombre era un pecado andante, pero yo iría mil veces al infierno con una sonrisa en el rostro antes que prohibirme a mí misma el placer de verle.
Seguía mirándome, sus ojos jamás abandonaron los míos, era como un retorcido juego para él. Sabía lo que quería hacer, solo buscaba ponerme ansiosa… Llevarme hasta el punto en que no podía aguantarme las ganas de lanzarme sobre él, eso le encantaba; él era un hombre muy consciente de la atracción que ejercía sobre mí y se regodeaba en ello, sabía que mientras continuara mirándome así, haciéndome todas las candentes promesas que me estaba haciendo sin decir una sola palabra, mi imaginación se dispararía hasta el infinito y más allá, y con ella crecería mi deseo.
Pero lo que al parecer olvidaba mi querido jefecito era que él sentía la misma debilidad por mí, y que yo también era muy buena sacándole provecho a eso.
Abrí un poco la boca, como si estuviese dejando escapar un suspiro de anhelo, y al hacerlo logré mi cometido, que sus ojos se posaran sobre mis labios, quedando completamente poseído por las ganas de besarlos; fue entonces cuando hice mi gran jugada… Mordí ligeramente mi labio inferior y le oí lanzar un gutural sonido de deseo que me hizo temblar, y luego sus perfectos ojos azules se oscurecieron por la lujuria que crecía en su interior antes de inclinarse por completo sobre mí, buscando mis labios con urgencia, declarándose perdedor en este travieso juego.
—¿Allison? ¿Me estás escuchando? —la voz impaciente de Franz me regresó a la realidad como un balde de agua helada cayendo sobre mí.
Sacudí la cabeza un par de veces para darme cuenta que él se encontraba aún sentado en la silla tras su escritorio, nunca se había levantado de ahí, jamás me había besado y ciertamente nunca me había hecho ningún comentario sugerente.
Había tenido otra de mis fantasías… ¡Demonios!
—Sí, claro que te escucho… No desafiarte y cerrar mi bocota. —respondí reponiéndome rápidamente. Me enderecé en mi silla y le dediqué una sonrisa, él me miró suspicaz, arqueando una ceja, pero finalmente lo dejó estar… Como hacía siempre.
No era la primera vez que me pasaba, aquello ocurría con bastante frecuencia en realidad. A los pocos meses de haberlo conocido, Franz Bauer se había convertido en el protagonista de todas y cada una de mis fantasías, fantasías que venían a mí de la nada y sin yo trabajarlas conscientemente. Así que había pasado los últimos dos años de mi vida tratando de ocultarle el hecho de que me lo imaginaba aplastándome contra la pared, o subiéndome a su escritorio cada dos de tres veces que manteníamos una conversación.
Me había hecho muy buena disimulándolo, él nunca se había enterado de nada, solo me creía un tanto distraída, pero era un precio que estaba dispuesta a pagar.
—En fin, a lo que quiero llegar es que si vas a estar por ahí desafiándome, y luego haces estas cosas… Quedas en ridículo, delante de mí y de todos los chicos, ¿me entiendes? —continuaba con su regaño, confirmando mi teoría de que no se daba por enterado de nada.
—Sí, lo entiendo… Claro que lo entiendo —respondí asintiendo. —Es solo que mi bus se retrasó, y tuve que venir caminando.
—La universidad queda a menos de quince minutos en caminata Allison. ¿En serio no tienes una mejor excusa? ¿Vas a decirme que llegaste tarde porque te tomó más de media hora caminar un par de manzanas?
—Solo me tomó diez minutos, el resto del tiempo lo perdí esperando el bus. —argumenté sintiendo nuevamente como una niñita regañada.
—Vale, te voy a conceder eso, pero necesito que comprendas de una buena vez que tú eres una de las principales miembros del equipo, si te la pasas llegando tarde… ¿Qué imagen da eso al resto del grupo que sí cumple con el horario?
—Lo sé. — dije en un susurro, era el mismo argumento de siempre… Yo tenía que dar el ejemplo y no lo hacía.
—Sabes que odio tener que llamarte la atención, Allison; pero eres de las más antiguas aquí, y debes marcar el ejemplo. Sabes lo que pienso sobre seguir las reglas, y si no vas a llegar entonces avisa por lo menos, y lo tomo en cuenta, pero lo que haces es exasperante. —me fui sintiendo peor al notar en su voz que más que enfadado parecía solo cansado, supongo que repetir lo mismo una y otra vez lo tenía disgustado, además que odiaba que usara ese tono al pronunciar mi nombre, como si fuese su dolor de cabeza.
—Lo sé, lo sé… Pero te aseguro que después de hoy, no volveré a llegar tarde otra vez. ¡No más reglas rotas para Allie! —alcé una mano a modo de juramento, haciendo que él pusiera los ojos en blanco.
—Eso ya lo has prometido otras veces… ¿Por qué debo creerte ahora? —alzó una ceja, escéptico por mis palabras, pero en lugar de sentirme ofendida… Lo único en lo que podía pensar era en que se veía jodidamente sexy mirándome por encima de sus gafas.
—Pues porque hoy concluí todos mis compromisos con la universidad —no pude evitar sonreír al decir esto—. Así que por ahora solo tengo que venir a trabajar, de hecho… Puedo empezar a trabajar todos los días otra vez, si te viene bien.
Me ofrecí sin haberlo pensado demasiado, solo sabía que yo tenía más tiempo libre ahora y que él en múltiples ocasiones me había preguntado si no tenía más disponibilidad, ya que motivado a que durante ese último semestre había tenido que cumplir un horario riguroso de clases, mis horas en el bar se habían tenido que reducir, él había sido muy comprensivo en el asunto, así que no podía hacer más que ponerme a su disposición; pero sorprendentemente para mí, eso no fue lo que más llamó su atención.
—¿Terminaste con la universidad? —fruncía el ceño con curiosidad, y en sus labios se vislumbraba una pequeña sonrisa.
Me sorprendió lo fácil que había sido hacerle superar el disgusto, y me conmovió un poco que se interesara tanto por algo tan personal para mí, pero no me sorprendía en realidad… Franz era un buen tipo, y se preocupaba mucho por cada uno de sus trabajadores, a veces era un tanto rara y cómica su actitud de padre protector con nosotros, pero siempre era bueno saber que realmente no era solo una relación profesional, sino que realmente éramos un grupo… Una familia, y la familia se alegra por tus logros.
—Ehm… Sí, hoy tuve mi última clase, y aprobaron mi tesis.
—Eso es genial, Allison. Me alegro muchísimo por ti, preciosa —me sonrojé ante su cumplido, sabía que no lo hacía con ninguna intención oculta, pero adoraba que me llamara así, era como si por unos minutos olvidara que era mi jefe y solo se limitaba a ser mi amigo, un amigo sexy y seductor.
—Gracias, gracias… Yo estoy que aún no me lo creo, pero estoy super feliz.
—No es para menos, sé que te esforzaste y sacrificaste mucho para lograrlo —sonrió con ternura haciéndome sonrojar nuevamente —.Y sé que no soy de tu familia ni mucho menos, pero como amigo pero déjame decirte que estoy muy orgulloso de ti, en serio te felicito.
—No tienes que serlo, te debo mucho. Me ofreciste un buen empleo, un buen sueldo y fuiste muy comprensivo siempre, bueno… Casi siempre. —sonreí y alcé un poco las cejas, haciendo alusión a los constantes llamados de atención por llegar tarde.
—Claro… Volviendo a eso, creo que te tomaré la palabra, ya que te ofreces voluntariamente a volver a jornada completa, estaré más que encantado de aceptar, y no solo eso —se quitó las gafas mientras cerraba los ojos con fuerza, parecía estar cansado. —, lo segundo que quería decirte hace un momento es que hoy entrará a trabajar otra mesonera, y a que no adivinas a quién decidimos dejarle su adiestramiento durante la reunión de hace un rato.
—Nooo —me quejé sacudiéndome un poco sobre la silla.
—Sí, fue una decisión unánime… Y tú no estás en condiciones de negarte. —movía su cabeza de arriba abajo lentamente mientras me hablaba, torciendo sus labios al mismo tiempo. Se burlaba de mí al mismo tiempo que me castigaba por mi retraso.
Aquello era la peor pesadilla para alguien en el bar, porque no solo había que pasar todo un buen rato explicándole a la persona cada una de las reglas del bar, la división por zonas, el cómo tratar con los clientes, y repasar el menú una y otra vez hasta que lo captaran, sino que una vez iniciada la jornada como tal había que repetir todo nuevamente porque lo olvidaban al instante que se abrían las puertas; y cómo si no fuese suficiente había que estar lidiando con sus constantes preguntas a lo largo de la noche mientras luchas con la movida rutinaria del local, trabajar ágilmente en un bar como aquel no era nada fácil… Tener a alguien pisándote los talones, analizando cada uno de tus movimientos mientras servías una maldita cerveza, era rayar en lo estresante.
—Son todos unos asquerosos traidores. —refunfuñé, jurando venganza por esa puñalada que me habían dado.
Ahora entendía mucho mejor tanto gesto condescendiente mientras me veían subir hasta la oficina, mi retraso les había venido de maravilla a los muy canallas.
—También lo pensé, pero concluí que era justo y necesario. —Franz no hizo ni el más mínimo esfuerzo por ocultar lo mucho que le divertía la situación, tener un jefe amigable también tenía sus desventajas.
—Vale, supongo que no me queda de otra.
—Oh, vamos… No es para tanto, además… Tú eres la mejor, ¿quién mejor que tú para entrenar a la chica?
—Sí, sí… No me vas a comprar con tu palabrería bonita. —dije torciendo los ojos, pero tenía que admitirme a mí misma que no era del todo inmune a la sonrisa ladeada que me lanzó y su mirada juguetona.
—No es palabrería bonita, es la verdad… Necesito a la mejor para esto. —desvió su mirada al hablar, y eso me puso alerta.
—¿Por?
—Porque este es un favor que le estoy haciendo a un amigo, y ella no sabe nada de esto.
—¿Nunca ha trabajado en un bar? —pregunté frunciendo el ceño, eso haría más complicado el adiestramiento, había que comenzar desde cero y eso sería una molestia.
—No, no ha trabajado antes en un bar. Tampoco ha trabajado en ninguna parte… Nunca. —sonrió apenado mientras se encogía de hombros.
Maldije aún más a mis compañeros. Me la iban a pagar, incluso si no sabían que era una completa novata… Me la iban a pagar. Aquella no sería una noche complicada, sería un maldito tormento.
—Dime que estás bromeando, Franz; solo llegué un poco tarde… No robé dinero de la registradora, ¿no te parece un castigo bastante excesivo?
—Quizás… Pero tal vez eso te haga pensártelo dos veces antes de romper las reglas de ahora en adelante. —abrí la boca para responder, pero él se apresuró a continuar. —Su nombre es Bárbara, de seguro ya llegó, o debe estar por hacerlo. Ve, preséntate con ella y luego le indicas que suba a verme, la pondré al corriente de un par de cosas y después… Será toda tuya.
Franz no pude contener la risa luego de hablar, y me enfureció un poco saber que sería la burla de todos esa noche… ¡Todo por un jodido bus con retraso! Pero sabía que no me quedaba de otra, tenía que hacerle frente a la situación y procurar salir con la frente en alto de aquella oficina para que ninguno de mis traidores amigos pudiera burlarse más de lo que ya estaba haciéndolo mi jefe.
—De acuerdo, si no tienes más que decirme… Me retiro. —me levanté de la silla y me encaminé hacia la puerta.
—Allison… —su voz me detuvo con la mano en la manija —Gracias, eres la mejor.
Quise entornar los ojos con fastidio al escucharle, solo Franz podía agradecerme por hacer algo que él me estaba obligando a hacer, pero incluso así no pude hacer más que sonreír. ¿Qué más podía hacer si él me miraba con esos ojitos de cachorro? Muy a mi pesar, sabía que hubiese accedido incluso si no me lo hubiese ordenado… Franz tenía ese efecto en mí.
Salí de la oficina y bajé las escaleras con rapidez, la hora de la apertura se acercaba. Al llegar al salón principal vi que ya casi todo estaba listo, y que salvo por Viktor y Bastian, que debían estar lidiando con las personas en la fila de afuera; todos los demás estaban aglomerados frente a la barra. En medio de ellos se encontraba una chica, y parecía tan joven que por un segundo me pregunté si tendría edad para trabajar ahí; su piel era como porcelana blanca, tenía los ojos azul celeste adornados con unas abundantes pestañas, y era rubia… Parecía una muñeca.
Vestía un skinny jeans de talle alto y un Crop Top holgado de tirantes y de tela floreada, botines de gamuza rosa con tacón grueso y llevaba todo su cabello recogido en un despreocupado moño en la parte alta de su cabeza… Y mientras admiraba su estilo y admitía que se veía fabulosa, no podía dejar de pensar que aquella era una muy inapropiada elección de outfit para tu primer día de trabajo.
Manuel notó mi presencia y vi que tuvo que hacer un gran esfuerzo para no reír al ver mi rostro mientras señalaba a la chica.
—Allie… Te estábamos esperando. —comentó gesticulando hacia ella, haciéndome gestos con los ojos.
—Claro, tú debes ser la nueva, ¿no? Franz ya me puso al tanto. —al oírme hablar la chica se apresuró hacia las escalera, alzando su mano hacia mí.
—Bárbara Badstuber, pero puedes llamarme Barbie… Como la muñeca, me parezco bastante. —sonrió tontamente al decir aquello.
Yo solo pude apretar los labios mientras intentaba sonreír educadamente, no sabiendo qué era peor… Que la chica pareciera una muñeca de plástico, o que se comparara a sí misma con una. Acepté su saludo mientras procuraba ignorar a los muchachos a su espalda, quienes no encontraban dónde ocultar la cabeza para que ella no notara su risa; pero lo cierto es que ellos no se estaban burlando de ella, en absoluto, se estaban burlando de mí, sabían perfectamente que yo odiaba a ese tipo de chicas.
—El jefe te está esperando, tú y yo hablaremos más tarde. —ella asintió con un sonrisa y se disculpó mientras pasaba a mi lado escaleras arriba.
Me quedé mirando fijamente hacia mis compañeros de trabajo, que a su vez me miraban y mantenían la boca cerrada… Todos esperando el sonido de la puerta cerrarse tras Bárbara, cuando eso ocurrió yo me mantuve en silencio, pero todos los demás estallaron en carcajadas.
—Son unos imbéciles… Los odio a todos. —gruñí haciendo que rieran aún más.
—¿A poco no es una ternurita? —se burló Laura.
—Sí, seguramente se harán grandes amigas. —agregó Tom, sacando y mordiéndose la lengua burlón.
—Son tal para cual. —Karla ocultó su rostro contra el hombro de Tom mientras reía de su chiste, porque para todos era evidente que esa niña y yo éramos como agua y aceite… No hacía falta ser muy listo para darse cuenta de ello.
—Lo siento, Allie —comentó Manuel acercándose a mí y rodeándome los hombros con un brazo cuando bajé el escalón que faltaba —. Pero… Al final resultó ser tu pellejo o el mío, y me temo que la salvación es individual.
—Te odio, y te juro que me la vas a pagar por esto. —seguía refunfuñando mientras rodeaba la barra.
—En mi defensa… Yo no sabía que la nueva mesonera iba a ser una… Barbie. —soltó una sonora carcajada al decir aquello, riendo casi al borde de las lágrimas, haciéndome poner los ojos en blanco.
—No digas tonterías, y hazme el favor de buscarme una camisa de uniforme… Tengo que quitarle ese ridículo Crop Top antes que abra el bar.
—En seguida… ¿Talla S, no? Como toda una Barbie clásica con cuerpo de verano.
Sacudí la cabeza con disgusto mientras le veía alejarse camino al depósito, no pararía de burlarse de mí, todos gozarían con el asunto, mientras que yo… tenía una larga noche por delante, hacerme cargo de la rubia princesita un viernes por la noche en Bavarian’s sería todo un infierno.
—¡Maldito bus con retraso! —gruñí antes de entrar en la barra y empezar a prepararme para lo que se me venía encima.