Escuché el llamado a la puerta y tras un largo suspiro de resignación me levanté para ir a abrir. Resultó que por mas que medité una y otra vez, y cien veces mas después de eso, todas mis opciones, y traté de encontrar alguna otra solución mas acorde a mis gustos... No la había. Las arenas movedizas me consumieron por completo, la necesidad y la urgencia habían ganado. Abrí la puerta y me encontré a una animada y sonriente rubia, enfundada en un enterizo corto color rosa pastel, porque ¿qué otro color sino precisamente ese?; y unas zapatillas de lona. —¡Hola! No pude mandarte un mensaje porque olvidé cargar mi teléfono anoche y murió antes de salir —me dijo mientras entraba sin esperar a que yo le indicara que lo hiciera. Pero... ¿Por qué tendría que esperar? Ese era también su apartam