“Lo prohibido es mucho más apetecido.”
Dochanlu
Christa se siente satisfecha con lo que ha logrado en tan corto tiempo. De una u otra manera ya se estaba ganando la confianza de su jefe.
Esa noche, ella le hace una video llamada a Jeremías para ponerlo al tanto de sus avances y también saber cómo se siente. Él siempre ha sido fuerte y racional para los temas de negocios pero muy emocional cuando se trata de su vida personal.
—Hi, hermanito ¿Cómo te sientes?
—Un poco mejor. Siento que de alguna forma, descubrir quién le hizo daño a Giovanna me ha dado fuerzas para levantarme de esta situación y seguir adelante.
—Con respecto a eso, te puedo adelantar que me está yendo muy bien. Hoy tuve una excelente oportunidad de meterme en el bolsillo a mi jefe.
—Me parece bien. Pero evita involucrarte mucho con ese tipo. Lo que Deborah me dijo no lo deja muy bien parado y si él tiene que ver con la muerte de Giovanna, lo voy a hundir hasta el fondo.
Por algún motivo, las palabras de Jeremías provocan ansiedad en Christa. Era como si sintiese necesidad de proteger a aquel hombre desconocido.
—Déjame hacer mi trabajo. No es bueno que te involucres abiertamente en esto. Yo voy a descubrir si él tuvo algo que ver, pero debes controlarte un poco. No puedes echar por la borda todo y sobre todo dejarme en evidencia frente a todos.
—Confío en lo que haces, pero no dejaré de investigar por mi cuenta.
—Bien, hablamos mañana. Estoy exhausta. —bosteza— voy a dormir.
Finaliza la llamada y se acuesta. Christa piensa en las palabras amenazantes de su hermano, se siente inquieta, ella no quiere hacerle daño a Rodrigo Bracamonte, aunque debe descubrir la verdad, en el fondo desea que él no tenga nada que ver en aquel crimen. Algo le dice que él es inocente.
Finalmente se queda dormida. La alarma la despierta, se pone de pie, se estira, se desviste y se mete a la ducha. Mientras el agua tibia recorre su cuerpo, ella experimenta las sensaciones que le provoca la cercanía de Rodrigo. El CEO de Telcom es no sólo inteligente y apuesto sino que hay algo en él que le provoca curiosidad.
Por primera vez, se pregunta ¿Estará comprometido? ¿Habrá alguien en su vida? ¿Será uno de esos casanovas que solo disfruta el momento con la mujer que lo acompaña en ese momento? Se increpa a sí misma sobre aquellos pensamientos:
—¡Hey Christa! No estás allí para envolverte con tu jefe.
Sale del baño, saca un vestido blanco que resalta todas sus prominentes curvas, chaqueta ejecutiva azul marino y tacones altos. Se arregla para ir a su segundo día de trabajo, ansiosa de verlo otra vez.
Minutos después está entrando al estacionamiento subterráneo, baja de su auto y se encamina hacia la entrada. Aunque no puede negar cierta incomodidad al ser el centro de las miradas, Christa se muestra segura e imponente.
—Buen día —saluda con firmeza, algunos colegas de trabajo responden amablemente, otros solo la detallan atónitos.
Christa entra al ascensor, está por cerrar la puerta cuando ve que Ricardo le hace señas para que detenga el elevador. Ella presiona el botón, lo detiene, él entra.
—Gracias colega.
—A tu orden —responde con su voz sensual.
—Hoy nos toca trabajar en equipo. Lastima que no podamos estar en el mismo team. ¿Debe ser interesante trabajar con una CFO.
—Gracias por la información, lo había olvidado. Quizás más adelante podamos trabajar juntos.
—Eso espero. —le da un guiño. El ascensor se detiene, Ricardo le cede el paso. Así podrá admirar a la exhuberamte mujer sin tener que disimular.
Ella voltea hacia él, presintiendo que está desnudándola por completo.
—Buen día colega —dice con intención de distraerlo por unos segundos.
—Bu... buen día —responde tartamudeando al verse descubierto.
Christa entra a su oficina, abre su laptop. Revisa sus e mail, por ahora no tiene nada en su bandeja de entrada. Se levanta para ir hasta la sala de empleados para tomar un café, allí se topa con dos de sus colegas. Oswaldo y Amanda, quienes al verla entrar, se muestran algo incómodos.
Aunque ella observó algo entre ellos, finge no haberse percatado de nada. Era mejor no adentrarse en aquellos asuntos tan comunes en la mayoría de las empresas.
Es habitual que el contacto entre colegas de trabajo, provoque situaciones algo especiales. Sobre todo si Amanda Hannovold es casada con un militar que poco tiempo le dedica a su joven esposa. Y coincidir con un hombre como Oswaldo Aranguren cuyo propósito es seducir mujeres. Eso era algo más que suficiente para que entre ellos haya más que una relación de tipo laboral.
Amanda es una mujer atractiva, cabello rojizo, no muy alta, pero seductora. Oswaldo es del tipo de hombre preocupado por su apariencia física, delgado pero tonificado y alto, de cabello oscuro como sus ojos. Aspecto impecable y perfumado.
Christa sirve su taza de café y se retira para no incomodar a sus colegas.
—Vaya que es muy atractiva la nueva colega —comenta Oswaldo, acariciando su barbilla.
—¿Te gusta? —interroga con evidente hostilidad Amanda.
—No tanto como tú — la sujeta por la cintura y la hala contra su pecho.
—Más te vale querido. No soy de compartir lo que es mío.
—Aclaro que no soy tuyo, preciosa. Nos divertimos juntos. Eso es otro asunto.
Amanda detesta esa particularidad de Oswaldo, de decir todo sin filtros. Mas, ella había escogido que él fuese su amante, y no tenía moral como exigirle que fuese de su exclusividad.
—Pues ten cuidado con lo que haces y como lo haces y con quien lo haces porque no pienso ser plato de segunda mesa.
—Como quieras, preciosa. Yo solo dejo todo bien en claro para que no haya dudas ni complicaciones en lo nuestro. ¡Cojemos bien y ya!
Ricardo escucha la confrontación entre sus compañeros de trabajo, entra carraspeando la garganta para que estos midan sus palabras.
—¿Amanecimos de malas, por lo visto?
Ambos y al unísono responden al comentario sarcástico de Ricardo:
—¡Cállate!
Amanda sale de la sala rumbo a su oficina. Oswaldo por el contrario se deleita con su café.
—¿Listos para el trabajo en equipo? —pregunta Ricardo.
—El único que debe estar emocionado es Rodrigo, mira que tocarle trabajar con ese hembrón, es como para no querer salir de la oficina toda la semana. —responde con morbo su compañero.
—Sí, el muy degenerado tiene una suerte que pa’ que te cuento.
—Yo no diría que suerte. Él propicia siempre las cosas ¿o de verdad te creiste el cuento de que todo lo tenía planificado desde antes?
—No sé, parecía sincero pero bueno nada que hacer. Jefe es jefe.
Cindy, la rubia hermosa y coqueta se asoma en la puerta.
—El jefe manda a decir que en diez minutos inician con la actividad.
—Gracias muñecota —responde Oswaldo, lanzando un beso a la asistente.
Christa mira la hora en su reloj. Toma su agenda electrónica, se sujeta el cabello con uno de los lapiceros. Sale de su oficina directo a la oficina de Rodrigo. Toca a la puerta, inmediatamente escucha la voz de su jefe. Abre y entra con una actitud entusiasta para iniciar si trabajo.
—¡Buen día! —se acerca, toma la silla y se sienta.
—Hola Christa, veo que vienes de buen ánimo.
—Sí, así es. —contesta sonriente.
—Entonces, no perdamos tiempo. Acércate un poco al escritorio para explicarte cuál es nuestro trabajo, en esta campaña.
Ella se acerca, escucha atentamente las instrucciones de Rodrigo, mientras él habla, ella mira sus labios carnosos y suaves. Imagina abrazarlos con los suyos. Rodrigo levanta la mirada de vez en cuando y se encuentra con la de ella. Mas al parecer, prefiere mantenerse distante de sus emociones y limitarse solo a trabajar.
—Perfecto. Entiendo claramente el concepto. Aún así considero importante un estudio de mercado para ver que tan bien aspectado está ese tipo de diseño.
Rodrigo la observa fijamente, no puede evitar sentirse atraido por la inteligencia de Christa.
—Absolutamente de acuerdo contigo. Revisemos las estadísticas. —él rueda su silla hasta el otro lado, acercándose a Christa para poder ver ambos el resultado de su búsqueda.
Ella se inclina un poco hacia adelante, la atracción que sienten el uno por el otro se percibe rápidamente. Cuando Christa levanta el rostro, su proximidad es mayor y cuando es él quien la mira fijamente, ella evita el contacto visual.
—Creo que es bueno parar un momento y descansar. —propone él. Ella asiente.
La hermosa y sensual morena, se levanta. Él la mira de pie a cabeza, no se había percatado de que llevaba un vestido blanco que sugería que no usaba ninguna ropa íntima.
—Voy por un café, ¿le traigo uno?
—Sí, creo que necesitaré un buen vaso. —al ella girarse de espaldas a él, Rodrigo la sigue con la mirada, necesita constatar que ella no lleva puesta ropa interior.
Christa sale de la oficina y él exhala un suspiro. Si llevaba una pantie, más debía ser mínima porque no se marcaba en sus redondeados glúteos.
Minutos después, ella regresa con los vasos de café, él se levanta a recibirla, le ayuda abriendo la puerta. Ella le sonríe por su amabilidad, mas cuando se sienta torpemente Rodrigo golpea el vaso de café, que se corre por el escritorio, cayendo directamente sobre las piernas de ella, quien en un intento de evitar quemarse, abre sus piernas. Aún así se moja el vestido.
—Disculpa, soy un poco torpe —se levanta, saca su pañuelo e intenta limpiar el vestido. Roza con sus dedos una de sus rodillas. Ella se estremece al leve contacto.
—¡No, no se preocupe! —exclama ella. Mas, Rodrigo se siente apenado.
Toma el pañuelo, va hasta el baño dentro de su oficina, lo humedece y regresa a donde está ella. Ella se levanta, él le da el pañuelo.
—¡Gracias! —lo pasa un par de veces pero la mancha no desaparece.
—Si quieres, ve al baño y trata de limpiarlo.
—Sí, es una buena idea. —se quita la chaqueta y la deja en el espaldar de la silla y va hasta el baño.
Christa intenta levantarse el vestido y colocarlo sobre el lavabo para frotar con el pañuelo húmedo sobre una superficie más rígida y lisa. Viendo que aquello no funciona, entre junta la puerta y se saca el vestido, toma la parte sucia, lo moja y frota con sus manos.
Rodrigo al ver que se tarda, empuja la puerta para preguntarle:
—¿Logras... —se queda perplejo mirando a Christa, quien por instinto se cubre con el vestido húmedo su torso.— Ok, disculpa nuevamente —se gira y cierra la puerta.
Mientras ella, sonríe por la actitud de Rodrigo, este respira para poder calmar sus ganas de brincarle encima y hacerle el amor.
—¡Dios! Que belleza de mujer, que belleza —murmura entre los dientes.
Minutos después, Christa sale del baño con el vestido puesto, donde estaba la mancha de café, ahora la tela humedecida se adhería a sus entrepiernas.
—Creo que no podré salir así a almorzar.
—No te preocupes, pediré para que comamos aquí, si no te molesta.
—No, para nada. Creo que es mejor que mis compañeros no me vean así, no vayan a sacar conclusiones equivocadas.
—Sí, tienes razón en eso. Déjame pedirle a mi secretaria que ordene algo para comer. ¿Algo en especial? Digo fitness. —pregunta él sonriendo. Christa era una mujer cuya apariencia parecía ser de un régimen alimenticio muy estricto.
—No, para nada. No tengo problemas en comer lo que sea. Aunque no niego mi debilidad por la comida chatarra.
—¿En serio? Pero te ves increíble.
Esta vez Christa se sonroja por el comentario. Él percibe que su comentario no fue del todo agradable.
—Disculpa, no fue mi intención.
—No se preocupe.
—Entonces ¿pizza o hamburguesa?
—Pizza —responde ella, quien comienza a sentir un poco de frío por el aire acondicionado y su ropa húmeda.
Sus pezones comienzan a endurecerse y mostrarse erguidos debajo de la tela que los recubre. Rodrigo no puede apartar su mirada de los pechos de Christa.
Ella toma la chaqueta, se la coloca y cierra para no mostrar sus senos ansiosos de la tibieza de una mano.
Rodrigo hace el pedido. Mientras aguardan, sale a darle instrucciones a su asistente. Todos han salido a almorzar, excepto ellos dos y el vigilante que se encuentra en la planta de abajo.
Todo pareciera estar dispuesto para que se desaten lad más profundas pasiones y ocurra lo inevitable.