Parte 1: Capítulo 4

3368 Words
Hablar con César me ayudó a darme cuenta que necesito perdonar a Dante por lo que le hizo a mi hermana y alejar de mí cualquier sentimiento negativo para él. Quién no se ha equivocado y luego se ha arrepentido, todos hemos pasado por ello, sin excepción. Ahora Bea sabe la verdad de Dante, lo ha perdonado, ¡y hasta cuidará de él!, y eso es bueno porque él lo necesita, y mucho. La cantidad de flores que siguen llegando a casa es tanta que pido a mis amigos que me ayuden a abrir los ventanales que conectan la sala y comedor con el patio y jardín posterior para ahí colocar ordenadamente todas las muestras de cariño que amigos y colegas dejan para despedir a Bea. Creo que ni en todas las bodas a las que fuimos por todos los amigos que mi hermana hizo, vimos la cantidad de flores que siguen llegando. Patty, Claudia, esposa de Gerónimo, Grecia, esposa de Sergio, Martha, esposa de César, y Andrea están en la cocina preparando el café y los emparedados de jamón y queso para compartir con aquellos que nos acompañarán a rezar por el alma de Bea durante la noche. A eso de las 8 pm, Gerónimo, Sergio y César reparten una primera ronda de bebida y comida. Braulio se ha ido a su casa, debe descansar porque a las 6 am tendrá una intervención quirúrgica. Algunos compañeros de colegio y universidad llegan y ahora hay más manos ayudando en la cocina y repartiendo en la sala. Ya son las 2 am de la primera madrugada que estamos velando a Bea y me informan que ha llegado Dante. Está en la reja de ingreso al jardín frontal de la casa, ni siquiera lo ha cruzado para estar enfrente de la puerta de cedro finamente tallada que fue el tesoro de mi madre y es el paso hacia el interior de la casa. Grecia lo vio recostado entre la reja de la casa y la pared vecina cuando salió a dejar una bolsa de basura en el contenedor de la cuadra, y creyó conveniente avisarme solo a mí; ella entiende al igual que yo que ya es hora de perdonarlo. - ¿Qué haces aquí, Dante? -mi voz suena cansada, ha sido un largo día. Él tiene los ojos rojos, hinchados y con grandes ojeras, también la está pasando mal -. ¿Por qué no pasas? - Creí que no me querrías cerca de tu hermana, por eso estoy aquí, lo más próximo que puedo estar de ella para pedirle que me perdone -tiene las manos en los bolsillos del pantalón y la mirada fija en algún punto de la acera. Lo que sufre Dante es producto de sus malas decisiones. - Me malinterpretaste, Dante. Siempre le hiciste bien a mi hermana, hasta que la cagaste -aunque lo he perdonado, aún me duele el recuerdo de Bea sufriendo por su gran amor-. En ese momento no podía permitirte que te acercaras para tratar temas que mi hermana ya no estaba en condiciones de evaluar. - Lo sé, me di cuenta muy tarde –se le quiebra la voz y lágrimas comienzan a caer sobre la acera. - Exacto, pero aún estás a tiempo para recuperar a tus amigos del barrio, de tu niñez. Ven conmigo, te defenderé si ellos te dicen algo. Lo tomo del brazo y guio hacia donde estamos reunidos todos. Desde que lo ven entrar siento cómo el ambiente se pone tenso; lo peor viene cuando Gerónimo, Sergio y César se dan cuenta de su presencia. - ¡¿Qué hace este desgraciado aquí?! -suelta muy molesto Sergio. Él siempre ha sido el más iracundo de todos-. ¡¿Has venido a ver en lo que terminó la mierda que le hiciste a Bea?! –puedo ver que Sergio está apretando tan fuerte los puños que sus nudillos brillan por lo blanco que lucen. - Sergio, Dante fue alguien muy importante en la vida de Bea, solo quiere pedirle perdón y decirle hasta pronto porque sé que mi hermana lo estará esperando en la otra vida. - ¡No peques de sentimental, Mili! ¡Este tipo es una basura! -sigue gritando Sergio con todas las ganas que querer herir a Dante. - Sabemos que él era importante para ella, podría decirse que lo fue hasta su último respiro -dice César calmado, pero con obvias intensiones de dejar bien claro que no soporta la presencia de Dante-, pero no podemos olvidar así de fácil todo lo que sufrió Bea. Por él, ella se enfermó y se abandonó, y lo sabes bien, Mili. - Sí, es verdad, pero quien no quiso aceptar el cambio en su vida fue ella -la calma en mi voz me sorprende, no sé si es el efecto del perdón o el cansancio-. Bea solo podía controlar su vida, sus decisiones y no las de Dante. Ella se equivocó al pensar que sin Dante no había un futuro para ella, esa fue su decisión y ahora vemos las consecuencias. - Mili, entiendo todo lo que dices, pequeña, pero Dios perdona el pecado, no el escándalo -Gerónimo habla mientras retiene a Sergio tomándolo de los hombros, lo mira pidiéndole calma-. Si todo hubiera sucedido en privado, no estaríamos aguantando las ganas de caerle a golpes a este imbécil, pero él permitió que humillaran a Bea, y ella no se lo merecía. A los veinticinco años, Bea y Dante se casaron. Recuerdo que en la pedida de mano él dijo algo así como que estaban predestinados, por lo que no podía pensar en hacer una vida con alguien que no fuera ella. Esas palabras nos marcaron a todos porque después de once años de relación, pero quince amando Bea a Dante, ellos se unían para no separarse más, o al menos eso todos lo creímos. Dante trabajaba desde que se graduó de la universidad para un conglomerado, el más grande e importante sobre telecomunicaciones en el país, mientras que Bea lo hacía para el Estado en el área de tributación. Habían decidido esperar unos cuatro años para empezar a tener hijos, ya que querían gozar de su matrimonio siendo dos por un tiempo, además que podían ahorrar más y estar preparados para cuando lleguen los bebés. Tenían bellos planes, pero no contaron con que la vida les pondría algunos obstáculos. Habían pasado seis años desde que se casaron y Bea no quedaba embarazada. Braulio y Patty les recomendaron ir a hacerse un chequeo de fertilidad, ya que podría haber algún tipo de inconveniente que limitara el porcentaje de éxito de la fecundación. Los estudios concluyeron que Dante era muy fértil, la del problema era Bea. Sus ovarios y útero no habían desarrollado adecuadamente, por lo que padecía de hipoplasia uterina o útero infantil, una condición que hace que los órganos reproductores femeninos no hayan desarrollado como debían y que la mujer no logre salir embarazada, sufra de abortos espontáneos o, si llegara a embarazarse, tuviera una gestación de alto riesgo. Bea siempre fue irregular y durante el primer día de la menstruación siempre se quejaba de dolor, pero como mamá también padecía de lo mismo nunca imaginamos que ella sufría de la condición que le diagnosticaron. Los médicos dijeron que con tratamiento hormonal muchos casos como el de Bea habían terminado en embarazo, pero uno de muy alto riesgo, por lo que las gestantes debían guardar absoluto reposo. Mi hermana lloraba desconsoladamente porque no podía ser madre como cualquier otra mujer, a lo que Dante respondía para consolarla que así, con todos los problemas que tuvieran que enfrentar para ser padres, la amaba y que darían pelea para lograr lo que tanto deseaban: un hijo. Por los siguientes diez años mi hermana se sometió a varios tratamientos que solo lograron la concepción que terminaba en aborto. El útero de Bea no lograba mantener el cigoto a salvo, por lo que sus abortos eran siempre en las primeras cuatro semanas de la concepción. Esto poco a poco fue desgastando la alegría de mi hermana, aunque ella lo ocultaba bien enfrente de quienes la amábamos. Por otro lado, Dante fue perdiendo las esperanzas de ver su sueño hecho realidad, y empezó a alejarse de ella. En su cumpleaños numero cuarenta y uno Bea recibió una llamada de un número desconocido que aceptó contestar al ver que insistía en entablar la comunicación. En el momento de la llamada me encontraba con ella al haber ido a saludarla por su onomástico. Mi hermana conocía solo de vista a la persona que la llamó. Era una mujer en su veintena de años que laboraba como una asistente más en el conglomerado donde Dante trabajaba y había escalado, llegando a ser el Gerente Comercial. La tipa esa, cuyo nombre no quiero ni recordar, le dijo a Bea que deje de torturar a Dante, que le dé el divorcio para que pueda tener y criar un hijo con ella. Bea no creía lo que escuchaba y en ese momento yo solo veía como le cambiaba la expresión de la cara a mi hermana, sin saber lo que la mujerzuela le informaba. Dante llevaba un año teniéndola como amante, pero no se decidía a embarazarla porque estaba casado con Bea, y no quería tener un hijo con el que no pudiera convivir. Bea le dijo que todo era mentira, que Dante la amaba, que jamás le haría algo así, a lo que la mañosa esa respondió que, si no le creía, que la esperaba en el apartamento que Dante le compró, que se dé un tiempo para confirmar que él estaba ahí con ella. Supuestamente Dante estaba de viaje por trabajo desde dos días atrás y regresaría el fin de semana. La verdad era que ambos habían tomado vacaciones por una semana y estaban pasándola juntos, estrenando el apartamento que Dante adquirió para su amante, en plena semana del cumpleaños de mi hermana. Llorando, Bea me contó todo lo que la mujer le dijo. No sabía qué decirle a mi hermana, nunca había estado en una situación como esa. Solo se me ocurrió llamar a Carla, amiga de Bea de la universidad que era abogada. Pensé en ella porque era la especialista en derecho de familia en el bufete en el que trabajaba y había tratado muchos divorcios. No es que pensara en ese momento en que llegarían a ese punto, pero mejor ir con la ley de la mano para dejar en claro a la súper zorra que se podría quedar con Dante, pero no con todo el dinero y bienes amasados en el matrimonio con Bea. Carla manejaba histérica hacia la dirección que Bea indicó, una que quedaba en uno de los barrios mas exclusivos y modernos de la ciudad, al otro lado de donde quedaba la casa en la que vivía con Dante. El ánimo de la abogada se debía a que días atrás Dante había estado en el bufete donde ella trabajaba para contratar los servicios de asesoría para la compra de un apartamento, el cual dijo que sería una sorpresa para Bea; y si que lo fue. El apartamento estaba a nombre de Dante, algo que Carla reconfirmó antes de salir hacia el encuentro con el infiel y su amante. Asimismo, solicitó a su asistente que buscara en el registro predial todas las propiedades a nombre de Dante, de Bea y de la tipa esa, quería adelantar información para saber cómo j***r a la mujerzuela, si todo se arreglaba entre mi hermana y su esposo, o a Dante, si en verdad resultó ser un maldito traidor. Llegamos a la recepción y no nos dejaban pasar hacia los elevadores sin antes no indicábamos a qué apartamento íbamos y ellos comunicaban nuestra presencia al inquilino que buscábamos. El malestar en Bea, la rabia en Carla y el asombro en mí no se tardaron en manifestar cuando el empleado de recepción indicó que podíamos pasar sin que se comunicara con el apartamento, ya que “la señora” había avisado sobre nuestra llegada y nos estaba esperando; esta tipa había planeado bien todo. Mientras estábamos en el elevador analizaba la situación y empecé a creer que estábamos pisando el palito que esta mujer puso para que la relación de Bea y Dante se quebrara y optaran por el divorcio. Sin embargo, era el cumpleaños de mi hermana, él no estaba a su lado porque estaba supuestamente trabajando en otra ciudad, cuando en verdad estaba con su amante; esto me hizo ver que Dante sí estaba haciendo de más para dañar a Bea, y me hirvió la sangre. Carla tocó el timbre, y la zorra abrió la puerta con una sonrisa triunfal. Su notorio rubio pintado la hacía ver barata y no era tan bella como Bea: era enana a comparación de mi hermana y no tenía la figura esbelta y seductora que a más de uno hizo volver loco, pero que solo entregó a Dante. «De seguro es una experimentada mujerzuela; el beneficio que da el ir de cama en cama por la vida», dijo Carla cuando la vio y creo que pensó lo mismo que yo, que no llegaba a los talones de Bea. Carla estiró el brazo y apartó a la mujer, jaló a Bea y comenzamos a caminar por el apartamento. Se escuchaba el ruido de una bañera llenándose. Entramos a la habitación y Dante salía del baño vistiendo una bata. «Amor, ven acá que ya quiero comert…», Dante se calló al sorprenderse de ver a Bea, a Carla y a mí enfrente de él. La tipeja se hizo la victima enfrente de Dante. Dijo que abrió la puerta porque creyó que era el señor de la recepción con la comida que habían pedido, y que no nos pudo detener porque la hicimos a un lado entre las tres. «Cierra la boca, perra, que solo bastó que yo moviera mi brazo para deshacerme de ti. ¿Acaso no notas al verte en el espejo que eres una pequeña basura en el camino de la gente?», soltó Carla molesta porque la tipeja pretendía dejar a entrever que Bea intentó golpearla o empujarla. Dante elevó la voz y le pidió a Carla que se expresara de mejor manera. Ya estaba apunto de reventar nuestra amiga abogada cuando Bea se adelanta y le pregunta a Dante por qué estaba en ese apartamento y no en su casa celebrando con ella su cumpleaños. Dante no decía nada, ni siquiera podía mirar a Bea a la cara. Mi hermana se acercó más, lo tocó en el pecho, a la altura del corazón, y le preguntó si aún la amaba. Él la miró y le dijo que no estaba seguro. Al preguntarle mi hermana qué era lo que le provocaba esa confusión sobre sus sentimientos, Dante dijo que ver su deseo de ser padre frustrado lo había llevado a buscar a alguien con quien lo pudiera hacer realidad. «¿Y por qué no me hablaste de tu frustración? Hubiéramos podido ver otra forma para ser padres, como un vientre de alquiler o la adopción. ¿Por qué me sacaste de tus planes de paternidad?», aun Bea estaba tranquila, sin llorar ni gritar. «Porque me cansé de las citas con tantos médicos, de malgastar miles de dólares en tratamientos inútiles, de los abortos que destrozaban mi ilusión, de tus lloriqueos por la noche mientras pensabas que dormía. No más, Bea, ¡no más!». En ese momento, Bea comenzó a llorar y a recriminarle a Dante. «Me enamoré de ti apenas con diez años de vida, por eso fui tu mejor amiga en la escuela. Soporté que me trataras feo cuando a los catorce años no sabías cómo comportarte al descubrir que te gustaba. Decidí ir a la universidad en la que tú soñabas estudiar porque me pediste que no te dejara solo durante nuestros años de pre grado. Entré a trabajar en el área de tributación del Estado cuando me pediste que lo hiciera porque así podría ayudarte con cualquier tema que involucre a la empresa donde trabajas. Estuve diez años sometiéndome a tratamientos que me afectaban mental y físicamente solo por cumplirte la ilusión de ser padre. Y después de todo esto y más, ¿me dices que me vas a dejar? Porque así es como interpreto tu “¡no más!”». Dante nuevamente no miraba a Bea. En ese momento quise sacar de ahí a mi hermana y regañarla por haber tomado tantas decisiones solo por cumplirle un deseo o capricho al hombre que amaba desde que era una niña. Siempre pensé que todo en la vida de Bea se daba porque ella quería que así fuera, nunca imaginé que vivía de una manera que no le gustaba solo por hacer feliz a Dante. «Pues, así es. Quiero el divorcio para tener un hijo y vivir con él. No quiero estar dividido entre mi hijo y tú. Lo elijo a él desde antes de nacer». Bea retrocedía al no creer que el hombre enfrente de ella sea el mismo a quien le entregó más de treinta años de su vida, por quien dejó de lado sus sueños para hacerlo feliz porque ella sentía que así también lo sería. Al toparse con la cama, se dejó caer sentada en ella. Estaba derrotada. Creo que después de lo que dijo Dante debimos irnos, pero ni Carla ni yo nos movimos y le dimos tiempo a la zorra para que insultara a mi hermana. «¿Entendiste? Dante necesita a una mujer fértil que lo llene de hijos, no a una incompleta que no pudo desarrollar bien su útero y ovarios». Al escuchar esto, Bea se levantó rápido y lanzó una bofetada fuerte y muy sonora a la puta esa. Tras esa reacción, lo que dijo Dante terminó por destruir a mi hermana. «¡NO TE ATREVAS A PONER TUS MANOS EN ELLA! Si le haces daño a mi bebé, ¡ACABO CONTIGO!». La mentira sobre el viaje de trabajo fue para celebrar la noticia de que la zorra estaba preñada, cosa que no reveló a Bea cuando la llamó para provocar que fuera al apartamento, los encontrara juntos y exponer la infidelidad de Dante. Con una fuerza que no sé de dónde saqué, empujé a Dante para alejarlo de mi hermana y la saqué de ese lugar. Recuerdo escuchar a Carla decirle que esto no se quedaba así, que se iba a arrepentir de haberse burlado de mi hermana, y todavía de haberlo hecho con una mujerzuela barata. Bea no quiso regresar a la casa en donde había vivido durante su matrimonio con Dante, por lo que Carla nos llevó a mi casa, la que fue de nuestros padres. Después de hacer que mi hermana bebiera algo de agua de azar para calmarla sin que pierda lucidez, Carla le preguntó sobre qué quería hacer. Ella tenía dudas porque amaba a Dante, pero hubo algo que se dijo en ese apartamento exclusivo que a ella le dolió en el alma: que la mujerzuela esa supiera sobre la condición médica que imposibilitaba a mi hermana el ser madre. La única persona de la que pudo obtener la mujerzuela esa la íntima información sobre Bea era Dante, y que él haya compartido con su amante lo que mi hermana padecía la hizo sufrir porque no creía que su esposo, el único hombre al que amó en su vida, no fuera capaz de respetar y mantener a salvo de la curiosidad de otros el diagnóstico que recibió. Decepcionada y sufriendo por la traición, porque habían roto su confianza y por la falta de caballerosidad de Dante, Bea tomó una decisión que yo hubiera preferido que lo hiciera en calma y pensando bien lo que haría. Mi hermana optó por terminar su matrimonio y pelear por todo lo que la ley le permitiera conservar que había sido amasado durante los años casada con él, ya que no quería que la amante de Dante disfrutara de todo lo que habían logrado adquirir y ahorrar durante los años de matrimonio, ya que entendió que los sacrificios que había hecho la hacían merecedora de todo lo que acumularon entre los dos.
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