Ahora que la mente de Mileva trabajaba con más calma, se preguntó si todo el asunto del cactus fue una treta bien elaborada por Mauricio y Guillermo para tenerla en esta posición. No podía probarlo, pero tenía fuertes sospechas de que así era. Le habían agarrado de boluda, y ella cayó en la trampa de lleno. Para colmo ya era tarde para evitar las consecuencias. Necesitaba que esos tipos quitaran las espinas de cactus lo antes posible. El ardor se estaba volviendo insoportable. —¿Algo más que puedan decirme de la mansión? Y no pregunto por los Val Kavian, sino por la casa. Sé que una vez funcionó un convento ahí… —Ah, sí… eso fue en los 60’ —respondió Mauricio—. No duró demasiado. Poca gente se acuerda de eso. Si le preguntás a la gente local la mayoría relaciona la mansión Val Kavian con