Merlín leía un libro mientras el tren que había tomado en Londres se dirigía al condado de West Yorkshire. Levantó su vista un breve minuto para observar a Sariel en el sillón de al frente. Ella estaba pegada a la ventana, encantada con el paisaje. A diferencia de la selva de cemento a la que ella estaba acostumbrada en Nueva York, esa zona de Inglaterra era boscosa y se veían castillos de la época medieval en la que había estado Merlín, y era eso lo que tanto le encantaba de Europa. Si bien esta no era la primera vez que salía de los Estados Unidos, sí era la primera vez que acompañaba a Merlín en su viaje anual a las islas británicas en donde nació, creció y pasó la mitad de su vida, pero lo que más le emocionaba de la ocasión es que irían al lugar que alguna vez se llamó Camelot.
Raquiel, por su parte, no sentía mucho interés por lo británico, así que había decidido quedarse en Nueva York y colaborar en la escuela con los preparativos de la graduación, que ya se avecinaba. Se dio la casualidad de que caía justo en la fecha en que ambos gemelos nefilim cumplían sus 18 años.
Merlín siempre que tenía vacaciones del trabajo viajaba a las islas británicas a conectarse con sus raíces, pese a que la mayoría de lugares que había conocido ya estaban en ruinas. Carmarthen, el pueblo galés en el que nació, si bien aún seguía con arquitectura medieval, ya no era el mismo.
Para cuando el tren llegó al pueblo de Slack, ya eran pocas las personas que quedaban en el tren. Cuando Sariel salió del cubículo que había compartido con Merlín, se tropezó con una señora de edad, haciendo que a esta se le cayera un canasto con postres que muy seguramente había comprado en Londres.
-¡Ay! ¡Lo siento mucho! – se disculpó ella, recogiendo con rapidez los postres.
-Oh, pero que muchacha tan hermosa, definitivamente no tienes pinta de ser de estos lares – dijo la anciana que rondaba los 70 años - ¿Americana, tal vez?
-Si ¿cómo lo adivinó? – preguntó Sariel, a la vez que Merlín salía del cubículo con las maletas de ambos.
-Definitivamente tu acento no es británico, querida – dijo la anciana, regalándole dos postres de los que le había devuelto Sariel -. Uno para ti y otro para tu esposo – se le acerca para hablarle al oído -. Que por cierto está muy guapo.
-Oh no, él no es mi esposo – dijo ella, sonrojada.
-Pero eso quisieras – le dijo Merlín telepáticamente, y ella entonces le dio un golpe mental. El mago apenas sonrió.
-Oh, ya decía yo que eras muy joven para estar casada – dijo la anciana, y entonces Sariel la ayudó a bajarse del tren -. ¿Qué hacen dos americanos visitando estas olvidadas tierras?
-No soy americano, madame. De hecho, crecí aquí – dijo Merlín, con un marcado acento británico que no perdió ni siquiera estando encerrado siglos en el infierno.
-Oh ¿Cuál es el apellido de tu familia? A lo mejor los conozco, en este pueblo todos nos conocemos – dijo la dulce señora.
-Ambrosius ¿Le suena? – respondió él mientras arrastraba las maletas a la salida de la estación.
-Me temo que no – dijo la señora, mirándolos a ambos con dulzura -. Deberían casarse, hacen una bonita pareja.
Sariel sonrió, ocultando su tristeza. Por supuesto que ella ya había pensado en la posibilidad de emparejarse con Merlín, teniendo en cuenta que junto con su hermano son los únicos en su especie, y que definitivamente era imposible no enamorarse de alguien tan hermoso y caballeroso como Merlín. Porque sí…estaba terriblemente enamorada del mago desde que era una preadolescente, pero cuando ella le confesó sus sentimientos hace un año, él la cortó diciéndole que en sus profecías había visto que ella no estaba destinada a estar con él.
-Al hotel, por favor – le dijo Merlín al taxista, refiriéndose al único hotel que había en el pueblo. Después, se dirigió a su acompañante - ¿Estás bien?
-¿Por qué preguntas? – replicó ella, reforzando sus escudos mentales.
-Así tengas tus escudos mentales arriba, por supuesto que pude sentir lo triste que te sentiste cuando esa señora dijo que tú y yo deberíamos ser pareja. Siempre te pones así cuando alguien hace alusión a ello.
-Estoy perfectamente bien – dijo ella, mirando por la ventana y cruzándose brazos -. Supongo que tengo que aprender a convivir con el hecho de que no estamos destinados a estar juntos, y que por ende moriré soltera.
Merlín apretó los labios, aguantándose las ganas de hablar. Habían sido muchas las veces que él estuvo a punto de revelarle la profecía de Santiago el Justo y sus propias profecías, pero tenía prohibido hacerlo, a menos que Sariel tuviera su propio sueño profético y se lo consultara a él. Pero sabía que eso no pasaría. El único nefilim con el don de la profecía era él.
Llegaron al hotel, y que la recepcionista les preguntara si querían una habitación con cama matrimonial tampoco ayudó en nada. Merlín terminó por alquilar dos habitaciones, pese a que habían habitaciones de dos camas separadas. Él era de una época en la que compartir habitación con una mujer que no fuese su esposa era algo definitivamente inapropiado, y el hecho de que en estos tiempos modernos todos esos valores y costumbres se habían perdido dando paso al libertinaje y al pecado, no quería decir que él estuviera de acuerdo y formara parte de ello.
-Mañana saldremos temprano, a las 7 – le dijo Merlín a la rubia apenas estuvieron frente a las puertas de sus habitaciones.
-Ok, nos vemos entonces – dijo ella, sin su acostumbrada sonrisa, cerrando de un portazo.
Merlín suspiró. Él sabía perfectamente lo que era tener un corazón roto. Lo había experimentado con Nimue siglos atrás, enamorándose perdidamente de ella, hasta que ella lo traicionó al conspirar junto con Satanás su secuestro.
Entró a la habitación, se quitó su chaqueta y la dejó sobre el viejo sillón de la mini-sala, fue al baño y bebió agua del grifo. De haber sido un ser humano normal, el agua no tratada le hubiera hecho un serio daño a su salud, pero una de las cosas que debía agradecerle a su genética angelical era que ni la comida en mal estado, ni el azúcar, ni el alcohol y ni siquiera las drogas alucinógenas le afectaban en algo. Se iba a desvestir para darse una ducha, pero sintió una pesada presencia tras él, pero no tuvo que voltearse para saber de quién se trataba.
-No respondiste a mi carta hace años, y ahora te me presentas tan de repente invadiendo mi privacidad, es algo muy común de ti, padre – dijo Merlín, volteándose lentamente.
-Enviarte una carta implicaba que muchos supieran que tú y yo estamos en comunicación, y creo que eso no le agradaría a los ángeles a los que les sirves – dijo Asmodeo, saliendo del cuarto de baño. Merlín lo siguió, estando alerta ante cualquier movimiento. El actual regente del trono de Lucifer caminó con elegancia por toda la habitación, vestido con prendas humanas que lo hacían parecer un inglés común y corriente -. Considéralo un detalle de mi parte por no poder haberte sacado del infierno en los muchos eones en que estuviste en cautiverio.
-Ni siquiera me visitaste, ni una vez ¿ahora quieres que te crea eso de que intercediste por mí ante Lucifer?
-Si no te visité fue porque no me lo permitían, Merlín – dijo el duque infernal, queriéndose acercar al mago, pero este se lo evitó dándole un fuerte telepático - ¡Agh! – exclamó, presa del dolor, pero pasados unos segundos estuvo totalmente recuperado -. Veo que no has perdido tus habilidades mentales sobrenaturales.
-Que no las use es otra cosa – dijo Merlín, dirigiéndose a la cama para abrir la maleta de equipaje y sacar sus cosas - ¿Qué te trae por aquí? ¿Vas a tratar de tentarme de reinar contigo en el infierno?
-Sé que no aceptarías, para mi desgracia siempre has sido un fiel servidor del Cielo – dijo el demonio de la lujuria, mirando seriamente a su hijo -. Vengo a negociar contigo.
-No negocio con servidores del Enemigo – dijo Merlín, colgando su ropa en el armario -. Has venido a perder el tiempo si pretendes que cederé ante alguna de tus…
-Lucifer será liberado y podrá vagar a sus anchas en la tierra, representa un peligro para los otros nefilim, sabes que él no quiere que se cumpla la profecía de Santiago el Justo – lo interrumpió, y Merlín calló, permitiendo así que continuara hablando-: Tú, como el mentor de los hijos de la luz, puedes evitar que eso pase.
-¿Y si no lo hago? – preguntó el mago -. Matarme no puedes, te lo ha prohibido expresamente Jehová a ti y al resto de demonios desde que nací.
-Pero sí puedo imponer cierto tipo de maldiciones – dijo Asmodeo, sonriendo con malicia -. Si no evitas que los hijos de la luz y los hijos de la oscuridad se encuentren, el vientre de tu amada Sariel no dará a luz, y si no estoy mal, ella está destinada a casarse con un rey, y los reyes deben tener hijos para asegurar su poder, eso sí que sería un gran problema para que se cumpla la profecía.
-¡No puedes hacer ese tipo de maldiciones! - gruñó Merlín, mirando al demonio con odio.
-Sí puedo, que lo tenga prohibido es otra cosa – dijo, sonriendo con malicia - ¿Qué dices?
-No, no negociaré contigo, e informaré de esto a los ángeles para que tomen cartas en el asunto.
-Suerte con eso, querido hijo – dijo el demonio, dirigiéndose hacia la puerta -. ¿Última palabra? Sabes que es muy difícil romper una de mis maldiciones, ya lo experimentaste en carne propia con Arturo Pendragon.
-Confío en el que puede romper cualquier maldición – dijo, señalando al cielo, y el demonio, con un gesto de disgusto, se esfumó.
Lucifer y sus secuaces fueron desencadenados, pero antes de ser expulsados definitivamente del infierno, fueron conducidos al que antes fuese el salón del trono de Lucifer. En la gran silla del trono, que estaba bañada en oro y tenía incrustadas cientos de perlas preciosas, se hallaba sentado Astaroth, el actual soberano del infierno, el usurpador.
-¡Arrodíllate ante el Amo! – exclamó el demonio que lo había custodiado desde la celda, y ante la negativa de Lucifer por arrodillarse, fue golpeado fuertemente en las rodillas, obligándolo así a postrarse ante el rey.
-Antes matabas a todo aquel que no se arrodillara ante ti, deberías agradecer por mi misericordia – dijo Astaroth, levantándose con su aire imponente de la silla del trono, acomodándose su capa con incrustaciones de diamante -. Misericordia la cual te he tenido a ti, a los que aun te siguen, y a tu pobre “regente”, Asmodeo.
-Son miles los que aún me siguen, Astaroth. Que aún no hayas podido colgar tu bandera de rey en la región oriental del infierno en donde está el castillo de Asmodeo es una prueba de ello – sonrió con burla -. Tu reinado no durará.
-Y el tuyo sobre la tierra tampoco, pero si quieres pasar tus últimos eones conviviendo con esos miserables seres, adelante, no me opondré – dijo el usurpador, sonriendo con malicia -. Aunque tal vez estando en la tierra, más específicamente en el mundo de los mortales, puedas hacer algo por todos nosotros y evitar que tus hijos y los hijos de Monder se encuentren.
-¿Por qué al parecer todos sabían que los hijos de la oscuridad son mis hijos, menos yo? – preguntó Lucifer, haciendo una mueca al sentir dolor en sus rodillas que aún seguían hincadas.
-Nos enteramos al mismo tiempo que tú, querido ex rey. No pudo ser coincidencia que justo cuando esos nefilim están cerca de la edad adulta, la Luz que alguna vez te perteneció volviera a encenderse con el mismo poder de antaño – dijo, caminando lentamente por todo el salón -. Y no era muy difícil atar cabos. Efectivamente el nuevo portador de la Luz no podría ser otro sino alguien con la misma esencia espiritual del portador original, así que todo nos llevó a concluir que habías tenido hijos, y que son nada más y nada menos que los “hijos de la oscuridad” nombrados en la profecía de Santiago el Justo, y todo nos llevó a tu hija, a la fémina, para ser más exactos – sonrió con lascivia -. Mis investigadores la han localizado. Es una belleza, sin duda alguna. Se llama Jelena Petrova, es aspirante a bailarina de ballet del Bolshói de Moscú, al parecer heredó tus dotes con la danza. Es protegida de Raziel en la base de Los Vigilantes de esa ciudad.
-¿Y mi otro hijo? ¿Qué hay de él? – preguntó con intriga el ex soberano del infierno.
-El varón no representa peligro alguno para nosotros, no por ahora. Se ha alejado de los caminos de Jehová, heredó tus dotes musicales y ahora deleita a millones de mortales con su música electrónica. Se llama Vladimir, y actualmente está de gira por el continente americano.
-Entonces solamente Jelena representa un peligro para nuestra r**a – concluyó Lucifer.
-Así es – dijo Astaroth, sonriendo malévolamente -. Si no fuera portadora de tu luz y no me quemara con tan solo tocarle un pelo, ya la habría secuestrado y la hubiera hecho mi mujer.
-¿Qué más dicen tus informantes sobre ella? – preguntó el ex arcángel, aún más intrigado sobre la nueva portadora de la Luz.
-Que su gracia y belleza es igual a la que una vez tuviste, tanto así que tiene encantados a tus hermanos, los tres príncipes celestiales.
-Esa gracia y belleza no le servirá de nada – dijo Lucifer, sonriendo malévolamente -. Me encargaré de que sean los mismos de su especie, los humanos mortales, los que eviten que se cumpla la profecía. Por eso necesito que facilites mi regreso al mundo mortal.
-Si logras tu cometido, querido ex rey, te aseguro que te devolveré tu trono – dijo Astaroth, dubitativo sobre si la ex estrella de la mañana podría lograr su cometido -. Hasta entonces, yo seguiré siendo el soberano del inframundo – miró a sus escribas, que estaban tomando nota en sus actas de todo lo que se estaba hablando en la audiencia -. Que quede anotado esto, mis escribas infernales. Si los nefilim no se encuentran al cumplir su mayoría de edad, devolveré el trono a su legítimo monarca.