—Eras demasiado joven para enfrentarte a esas cosas— dijo el Marqués. —Creo, más bien, que tenía la cabeza en las nubes. La poesía es tan hermosa que hace restar importancia a las cosas mundanas y materiales. No fui nada práctica. —Uno nunca espera que una mujer sea práctica. Y ahora, Romana, puedes volver a tu poesía y dejar que yo me encargue de todas las cosas materiales y banales. —Eso es lo que me gustaría hacer— confesó Romana—, pero, de algún modo, me hace pensar que voy a volverme una perezosa. —Hay, en realidad, muchas cosas prácticas que puedes hacer al mismo tiempo —sugirió el Marqués—, como entretener al Lord Magistrado de Justicia, y no olvidar ser amable con el representante del Rey en el condado. Romana lanzó un pequeño grito. —¡Ahora está siendo malo conmigo! Le prome