Sabrina.
Salgo del trabajo y apurada voy donde la señora Laura a bañarla, hoy tenemos reunión en la iglesia y debo prepararla así Katy no llega a bañarla, anda siempre apurada y cansada así que le doy una mano en todo lo que puedo, ya hace muchísimo la pobre, llevar una casa adelante con una madre absorbente y discapacitada debe ser un infierno de vida, porque yo la quiero mucho a Laura pero no la deja respirar a Katy que mas buena imposible, ni hablar de la paciencia que le tiene en todo momento.
—¿Señora Laura?. —dejo la llave que me dieron en la mesa de la cocina con mis cosas—. Señora Laura vine a bañarla.
—Buenas. —me giro viendo al hijo sin remera, me vuelvo a girar dándole la espalda respirando profundo.
—Yo... —me aprieto las manos con todas mis fuerzas a ver si los nervios se me van, nervios por solo verlo sin remera—. Vine a preparar a tu mamá para la iglesia.
—¿Tienes llave de la casa?.
—Si. —me giro diciéndome que lo mire a la cara no a su torso marcado y lleno de tatuajes—. Katy me la dio hace ya dos años cuando comencé a ayudarlas.
—Bien. —hace un bulto en su mejilla con la lengua mientras asiente pero no le gusta nada que tenga la llave de la casa—. Ya la bañé, pero tengo problemas con la ropa, está enojada y no me dice que quiere ponerse.
—Voy... —miro solo para adelante, cierro los ojos cuando pasa por atrás mío bien pegado.
—¿Me harías ese favor?.
—Sig. —siento en mi oreja su respiración caliente.
—Gracias Sabrina.
—No es nada, voy a prepararla.
Entro viéndola sentada en la cama desnuda y mirando el suelo, cuando está así no hay nada que la anime, solo ir a la iglesia, así que en silencio le busco ropa y zapatos que convinen sin preguntarle porque es una perdida de tiempo, es una nena berrinchuda que se refugia en el silencio. La peino con mucho cuidado y perfumo bien, cuando queda lista me voy así me preparo yo, vivo a dos cuadras y la iglesia queda a la vuelta, llego rápido por eso puedo hacerlo cuando salgo de mi trabajo.
Preparo los equipos y el sonido ya que estoy a cargo de eso con mi novio, es un trabajo super fácil y que algunos jóvenes van aprendiendo a hacerlo, con toda la calma del mundo les explico cada cosa y que deben hacer, y aunque todo el equipo está a un costado de la iglesia no es lo mismo que estar al frente donde todos te ven.
—Llegué. —me besa la mejilla porque corro la cara.
—¿Sigues así pruebo los micrófonos?.
—Dale. —subo al pulpito a acomodar todo, soy jefa de coro con él y debo estar primera e irme ultima, lo único duro es corregir a los coristas, los jóvenes son mas fáciles que los adultos. Estoy probando el micrófono del coordinador cuando los veo llegar y miro mis manos porque me pone nerviosa, cuando la reunión comienza canto con los ojos cerrados o me pierdo, soy la vocalista principal, si me pierdo todos se pierden—. Sabri, ve abajo un rato.
—Si. —camino atrás de él, me siento en donde está el sonido así lo controlo y él se sienta a mi lado agarrando mi mano—. ¿No era que me quede acá?.
—Te dije que cuando prediquen vengas a mi lado. —no digo nada pero siento la mirada del hijo de Laura, de reojo lo miro hasta que termina la reunión.
—Voy a despedir a Laura.
—Apurate así te llevo a tu casa.
—Si. —voy dándole un abrazo, me alejo mirándola a la cara—. ¿Está mejor?.
—Si, gracias, tu me entiendes mejor que nadie. —niego acomodándole la pollera ya que mostraba un poco de muslo.
—¿Quiere que le echen el ojo picarona?. —se ríe negando, siento una mano en mi cintura y es Enrique—. Que bueno verte aca, no creí que ibas a venir.
—Me vas a ver muy seguido ahora. —le doy dos besos como de costumbre y no saca la mano hasta que me empujan hacia atrás.
—Hola. —Laura lo mira enojada, siempre me dice que no le gusta mi pareja—. Un gusto amigo, soy Pedro el prometido de Sabrina.
—Enrique. —sonríe señalándome—. La acabo de conocer y me parece una gran mujer.
—Bueno, nos vemos. —de camino a la casa voy temblando, cuando llegamos me agarra del cuello pegándome contra la puerta de mi casa, pega su cuerpo al mio y eso hace que con mas fuerza me apriete—. Pedro... Ya...
—Mas vale que no te andes haciendo la loca con ese tipo o te mato.
—No... Nada que ver. —afloja un poco y me besa mordiéndome el labio—. Nooggg.
—Me voy. —se aleja y me agarro el cuello tosiendo—. Mañana vengo a almorzar... Preparame algo rico.
En mi cama me lloro todo, no lo quiero, ni siquiera me gusta, pero ya la fecha de casamiento está puesta y no hay marchatras lamentablemente, hace dos años que andamos y no han avido mas que besos y caricias, él quiere avanzar y yo me atajo con la noche de bodas diciendo que me quiero casar siendo pura y es con lo único que frena, pero lo pospongo y lo pospongo y sé que ese día va a llegar y me voy a querer morir, con solo pensarlo me quiero morir, no sé como voy a hacer ese día.
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—¿En qué te vas? ¿Tu novio viene?.
—No no... Me voy en cole, él está trabajando todavía.
—Mandame mensajito cuando llegues, me da miedo.
—Si, nos vemos mañana. —voy a la parada del cole muerta de cansancio, tengo que limpiar mi casa, después donde Laura y a la iglesia, al menos me entretengo todo el día y no encerrada en mi casa pensando en la vida que voy a llevar cuando me case con Pedro.
—Sabrina. —hay una moto enorme frente a mi, se saca el casco y ahí recién lo reconozco.
—Enrique, —mi cuerpo se relaja un montón al saber que es él y no que me van a robar—. No te habia conocido disculpa.
—¿Vas para tu casa?.
—Si, espero el colectivo que debe estar viniendo.
—Sube te llevo.
—Esta bien no te hagas problema, ya en cinco pasa.
—Voy a mi casa y vivimos a dos cuadras, ¿cuál es el problema?. —miro para todos lados asintiendo.
—Esta bien... Hasta tu casa.
—Si. —me subo como puedo por la pollera, miro hacia todos lados dejando mis manos en mis muslos—. ¿No te vas a agarrar?.
—¿De dónde me agarro?.
—De mi cintura... Como abrazándome.
—Si. —lo envuelvo con vergüenza y ahí arranca, vamos a su casa y gozo del viaje como nunca.
—Llegamos.
—Oh... No me di cuenta perdón. —lo suelto y me bajo sonriendo—. Muchas gracias.
—Tenias bici la primera vez que te vi, ¿le pasó algo?.
—Se me pincho y debo llevarla al ciclismo, pero cuando cobre.
—Tráela y la parcho.
—Ya me trajiste, es mucho abuso.
—Abusa de mí todo lo que quieras Sabri, no tengo problemas con que lo hagas. —nos reímos pero a mi me pone nerviosa, sé que él no me ve como yo lo veo, porque me hace sentir humillación aunque es solo mía donde él no sabe lo que pienso y siento—. Vamos tráela, ¿te la parcho o prefieres que te siga pasando a buscar? No tengo problemas de verdad.
—Ya la traigo.
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