El lugar estaba en movimiento, la tarde estaba tan hermosa que a lo lejos se podía apreciar como un encanto de paisaje natural, Abelan se había multiplicado, cincuenta habitantes en total habitaban en ella, el sol estaba cálido y sus rayos energizaban a todos mientras hacían sus tareas matutinas. Los niños corrían por las verdes calles, la temporada de lluvias habían hecho que el suave sepelio creciera como monte, en el que serpientes venenosas dormían y cazaban, y siendo hora del almuerzo ya estaban en ese oficio, observaban a los niños correr y saltar esperando el momento indicado para atacar. —¡Aléjense de la hierba! ¡Niños! ¡Aléjense de ahí! —lea gritaba una mujer mientras barría con una escoba de palitos las hojas secas que caían de los árboles —¡Salten más alto! ¡Saltemos más alto!