—¡Corran! ¡Nos atacan! —comenzaron a gritar —Ya están aquí, ¿Dónde estará tu padre? —dijo Esther nerviosa—, no entiendo porqué tienen que gritar cuando llegan, ¡Vamos hijo! ¡Vamos al cuarto! —Mamá ya tengo miedo —Yo también hijo, pero sabes que el miedo es lo que nos toca al anochecer —¿El señor Panea cómo estará? —Espero que esté bien Ocultos en el cuarto de su madre, David se moría de angustia de que a De Chicnak-Panea le sucediera algo, con solo pensar de que un lobo le atacara lloraba en el interior de su alma, en la que rezaba por su más fiel amigo que se encontraba gravemente enfermo, sobre su cama durmiendo, con flemas infecciosas que adornaban sus débiles pulmones sin sentir los gritos de los aldeanos que corrían con un lobo detrás de ellos. José David se encontraba detrá
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