Capítulo 2

2313 Words
Observando hacia su izquierda, Dylan contempló a su madre sentada, vistiendo un hermoso vestido rojo que resaltaba sus curvas junto a un peinado simple, pero que con ello realzaba más sus facciones. No había otra palabra para describir a Tatiana más que una mujer hermosa que ni siquiera aparentaba haber entrado en los cincuenta años. Cambiando su mirada hacia el frente cuando aquellos rojos labios se torcieron en una mueca hacia él, el joven omega contempló a sus invitados. Una pequeña sonrisa de labios surgió tímidamente en Dylan al contemplar a Vincent, un alfa menor que él por dos años, que poseía cabello castaño y ojos mieles. Al lado de él, se encontraba la madre de Vincent, una dulce mujer omega pequeña, pero con grandes curvas de ojos azules que competía con su madre, y quien... Era la amante secreta de su padre. Y sí, eso convertía a Vincent en su medio hermano secreto, el cual su padre aún no reconocía como tal. Lo peor de todo, es que Dylan no se había enterado de dicho secreto, si no fuera debido a su poder como telepata, por lo que, en teoría, era un tema del cual no debería de saber y por su propio bien, fingía no hacerlo frente a los demás. La única razón por la cual Romina y su hijo Vincent podían pasear libremente por la mansión Tracy e incluso podía sentarse con ellos para compartir una cena, era debido a que la omega, era una amiga cercana de su madre. El descaro de la mujer y su propio padre por mantener su sucio romance frente a la nariz de su madre, era algo que a Dylan no le dejaba de sorprender, y lamentablemente, por lo cual tampoco podía hacer nada. Aunque quisiera advertirle a su madre al respecto, el odio que le tenía Tatiana debido al claro favoritismo de su padre ante él era algo que le impedía pensar racionalmente, por lo que estaba seguro de que, aunque le mostrara pruebas, ella no le creería y lo culparía a él de todo. Su relación con su madre ya era lo bastante mala, Dylan no quería arruinarla aún más al meter sus narices en ese tipo de asuntos. Pero, si había situaciones que el joven omega deseaba evitar con todo su corazón, ese tipo de reuniones tendría el segundo lugar, ya que el primero por supuesto que sería el pasar a tiempo a solas con su padre. "No puedo creer que esa perra no utilizara el vestido que le dije y usara uno en el que sus pechos se ven tan bien, Vladimir no ha parado de mirarle los senos en cada oportunidad" "Debí de haberme sentado en el puesto de Dylan para que Vladimir pudiera observarme bien, no sé por qué este tonto chico no me deja estar un tiempo a solas con su padre" "Tal vez debí de haberle pedido a Tatiana que se sentara al lado mío para tocarla un poco bajo la mesa, la ropa de Romina no me dejaría el espacio libre como lo haría el vestido de ella" Estremeciéndose al saber perfectamente de quien era cada pensamiento, las manos de Dylan fueron directo hacia sus audífonos y se los colocó tan pronto como el personal de la casa apareció para servir su comida, dándole la excusa perfecta. Cuando la rodilla de su padre rozó la suya, el asco subió por su garganta y el lobo omega apenas pudo contener la arcada. Apartando su pierna inmediatamente, Dylan fingió querer coger algo de pan recién horneado y se mantuvo fuera del alcance del alfa líder luego de ello. No deseando escuchar más los desagradables pensamientos de los demás, el cambiaformas omegas le subió todo el volumen posible a la música y sus hombros bajaron instintivamente al ya no oír nada más. Concentrándose en su comida, Dylan obligó a cada bocado a bajar por su garganta, mientras esquivaba las piernas de su padre debajo de la mesa que buscaba un contacto "casual". No le gustaba para nada que los toques de su padre se estuvieron volviendo cada vez más continuos e insistentes, en especial que estuviera comenzando a librar sutilmente feromonas interesadas cuando estaban a solas, eso no era nada bueno, no auguraba nada bueno. Era su propio hijo, ¿cómo era posible que este pudiera tener liberar feromonas interesadas como haría con un amante? Era algo que no podía comprender Dylan por más que lo intentara. Y lo peor de todo, es que no había nadie a quien contarle, a quien recurrir por ayuda. Dylan no era tonto, él sabía que dentro de su manada, era perfectamente un don nadie que apenas era soportado por su padre, que era el alfa líder de la manada, pero la verdad es que la mayoría o bien lo odiaba o era cauteloso con él debido a su poder, ya que pensaban que a propósito buscaba en la mente de los demás, cuando en verdad, solo era un poder que no podía desactivar por más que lo intentara. Cuando recibió un golpecito en su rodilla desde el frente, el lobo omega finalmente alzó la mirada y contempló a Vincent, quien le hacía señales con sus manos para que se quitara los audífonos. —Lo siento... —murmuró, quitándoselos al percibir que habían estado intentando hablar con él sin éxito producto de estos. —Está bien, supongo que simplemente olvidaste quitártelos una vez los sirvientes se fueron —le sonrió el alfa líder y el lobo omega apenas pudo corresponderle dicho gesto mientras asentía aceptando la excusa. —¿Ocurre... Algo? —preguntó, desviando su mirada hacia su medio hermano antes de volver rápidamente con su padre. —No ocurre nada realmente, solo estaba diciendo que, en mi viaje de hoy, te he traído algunos regalos —anunció con una gran sonrisa orgullosa, casi como si esperara que Dylan saltara de alegría y le abrazara con ello. Pero lo único que logró el alfa líder con ello, era que la piel del joven omega se volviera pálida y que sus manos se cerraran en fuertes puños hasta enterrar sus uñas en la tierna piel. —¿Regalos? ¿Para mí? —repitió en una exhalación lenta. —Así es —asintió—. Son un agradecimiento por el esfuerzo que haces por esta manada siempre, ayudándonos con tu gran don —expresó, alzando una mano sobre la mesa, esperando que Dylan colocara la suya sobre la de él. —No era necesario... —pronunció ignorando dicho gesto, mientras bajaba la cabeza para ocultar la mueca de dolor que comenzaba a surgir en sus labios delgados, producto de los pensamientos enojados que estaban teniendo tanto su madre como la amiga de esta. —Por supuesto que era necesario —anunció el alfa líder, apartando su mano—. Si lo dices porque temes que no te regale nada para tu cumpleaños con esto, no debes de preocuparte que no ocurrirá —prometió—. Veinticinco es una edad importante y por supuesto que la celebraremos en grande —juró. —No es necesario —pronunció, casi rogándole con la mirada a su padre que no hiciera aquello, pero por supuesto que este le ignoró. —No te preocupes que pronto nos comenzaremos a preparar para ello —rió alegre el hombre mayor—. Vamos, tienes que abrir tus regalos —anunció chasqueando sus dedos, logrando con ello que tres sirvientes entraran cada uno cargando una cosa de diferentes tamaños. El primer hombre dio un paso adelante y abrió una caja de terciopelo, revelando anillos, collares y aros con una joya azul con reflejo violeta en ella, muy parecido a sus ojos, a excepción de que Dylan, tenía unas pequeñas manchitas grises en sus ojos que debías de observar con verdadera atención para darse cuenta de ello. —Son hermosos —pronunció Tatiana, admirando con clara envidia la caja llenada de tesoros hermosos—. Creo que podría usar alguno de ellos. —Estos son de Dylan, ya te he traído algo a ti —reprochó Vladimir con un tono cortante. "Solo me has traído un simple par de aros con una joya verde que ni siquiera es igual al color de mis ojos, no una hermosa caja con tal tesoro" Gruñó Tatiana. El joven omega presionó sus labios juntos ante las palabras de su madre, con razón esta le estaba observando casi como si quisiera enterrarle un cuchillo junto a otra mujer en la mesa. Cuando el siguiente hombre dio un paso adelante, bajó el cierre y reveló un abultado abrigo de alta calidad que se veía realmente calentito para pasar el invierno que era horrible en su pueblo al estar en altura y rodeado de montañas. —Sé que no te llevas bien con el invierno, por lo que pensé que este abrigo te ayudaría este año —expresó. —Gracias —pronunció Dylan, sin poder evitar alzar su mano para tocar el suave material. —¿Qué hay del tercer empleado? —cuestionó Romina con un tono demasiado dulce para una mujer con más de cuarenta años. —Es ropa que Dylan podrá ver una vez esté en su habitación —respondió el alfa líder, dándole una mirada que provocó que su lobo se quejara con disgusto y le gruñera enojado. Lo que sea que hubiera en esa bolsa, definitivamente no podía haber ropa buena. Sintiendo la presión del enojo y envidia que había causado en su madre y la amante de su padre por recibir tales regalos, el apetito de Dylan se redujo considerablemente a nada con ello. Observando su plato a medio llenar, soltó un suspiro y lo apartó un poco llamando la atención de los demás. —¿Puedo subir a mi habitación? Ya he terminado de comer —pidió observando a su padre. —Aún te queda comida —señaló el alfa líder. —No tienes que ser malagradecido con la comida —reprochó su madre. —Por favor... Realmente no tengo más apetito —expresó. —Pero si hasta yo he comido más que tú, cariño, y todavía no me siento llena —interrumpió Romina. —Creo que Dylan está ansioso por ver lo que será su último regalo considerando los increíbles que han sido los dos primeros —argumentó Vincent, lo que definitivamente llamó la atención del alfa líder a juzgar por su gran sonrisa. —Está bien, pero espérame un momento en mi oficina antes de subir —ordenó Vladimir—. Necesito hablar contigo un tema importante sobre los invitados que te comenté antes —explicó. —Está bien —aceptó Dylan, levantándose de la silla rápidamente. Si seguía sentado en esa mesa, entre ambas mujeres, el joven omega estaba seguro de que sufriría de un horrible dolor de cabeza luego de ello. Aunque por supuesto que sus ansias por alejarse, su padre lo interpretó de otra manera que Dylan no estaba interesado en aclarar en ese momento. Entrando en el despacho de su padre, el lobo omega tomó profundas respiraciones para calmarse a sí mismo y el malestar en su estómago que deseaba obligarle a devolver lo poco que había logrado ingerir antes de que todo se volviera malo otra vez. Colocándose sus audífonos nuevamente, Dylan le reguló el sonido bajándole un poco, solo dejando lo suficiente como para que los pensamientos de las personas que seguían en el comedor más el de los empleados que deambulaban por ahí, no perturbaran su mente. Relajándose un poco al callar aquellas voces y reemplazarlas por una voz agradable que entonaba una melodía hermosa, el joven omega se acercó a la ventana para admirar el paisaje en lo que esperaba que su padre entrara. No es que deseara pasar tiempo a solas con él, pero la verdad es que ya se encontraba agotado y solo quería ir a su cama dónde tomaría unas pastillas que le ayudarían a dormir a pesar de que el ruido siguiera ahí. Cuando la puerta finalmente se abrió, Dylan no se movió de su lugar, fingiendo no haberse percatado de ello mientras seguía el reflejo de su padre, hablando con su mano derecha, Stefan. Sintiendo curiosidad por lo que ambos parecían hablar con seriedad, el cambiaformas omega le bajó un poco el volumen a su música, lo suficiente como para que pudiera escuchar de lo que hablaban. —Tienes que tener todo preparado para el cumpleaños de Dylan, no pienso retrasar más esto —anunció Vladimir. —¿Estás seguro de hacer esto? Es tu hijo —le recordó el otro alfa. —Pero no ante los ojos de los demás —sonrió el líder alfa—. Para los demás, mi hijo murió cuando era cachorro y adopte a Dylan, por lo que no habrá problema si lo reclamo como mi pareja tras cumplir los veinticinco años que exige el consejo de shifters, solo debo de seguir aparentando —expresó satisfecho—. Lo que me recuerda, esparce más rumores sobre Dylan intentando seducirme, si se lo dices a Tatiana, ella hará el resto del trabajo —le aseguró. —Lo haré —asintió Stefan y luego se retiró del despacho. Dándose vuelta para enfrentar a su padre mientras otra verdad estallaba en su mente, Dylan se quitó sus audífonos invitando esta vez los pensamientos de las otras personas en la mansión, no queriendo pensar en lo que había descubierto sin intención. —¿Dylan? ¿Está bien? —preguntó su padre—. Te ves algo pálido —indicó acercándose. —E-estoy bien, solo es la luz de la l-una —aseguró apenas logrando que su voz saliera firme mientras se obligaba a sí mismo a no retroceder. Tenía que fingir que todo estaba bien y que no tenía ni idea sobre los malvados planes de su padre, o dudaba seriamente que lo dejara salir del despacho.
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