—¡Ha sido un roce de bala! —exclamó el guardia, y cargó a Rose Lyn entre sus brazos Allison sintió que su corazón estaba al borde de un colapso, siguió a ese hombre, que llevaba a su madre a la habitación —¿A dónde la llevas, maldito? ¡Madre! Resiste, por favor. Pronto llegaron a la alcoba, la dejó sobre la cama, y corrió por un botiquín de primeros auxilios, el hombre revisó su herida, era apenas un roce que cortó un pequeño pedazo de piel, y sangraba, dolía, Rose Lyn abrió los ojos, y Allison sollozó abrazándola —¡Madre, no me dejes! ¡No te atrevas a dejarme, porque no sabré que hacer sin ti! Rose Lyn tocó su rostro con dulzura —No iré a ningún lado, nunca te dejaré, hija, pero debiste irte, debiste ir por tu hermano. —¡Nunca te dejaré aquí! Nunca lo haré, madre. Rose Lyn la mir