—¿Crees que soy el príncipe de corazón roto? —exclamó él, y tomó su rostro con una mano, mientras llevó su mano hasta el centro de su pecho, donde yacía el tatuaje de un corazón rojo y roto—. Dime, Meissa, ¿Crees que soy ese asesino? Ella contuvo el aliento, perdida en su mirada azul, no sabía que decir, parecía embelesada, y él supo que, si insistía solo un poco, podría besar sus labios, ¿Acaso ella se negaría? Sintió su aliento cálido, la deseaba más de lo que jamás había deseado en la vida De pronto ella esbozó una dulce sonrisa, y comenzó a reír, él la miró extrañado, pero también divertido —¿Meissa? —¡Qué absurdo! Lo siento tanto, no sé por qué he pensado cosas tan ridículas, ¡Tú jamás serías el príncipe de corazón roto! —ella acunó su rostro entre sus manos—. Tú eres tan bueno, A