¿En qué me he metido?

684 Words
¿En qué me he metido? Edmund se puso de pie cuando escuchó la puerta cerrarse y el coche de su esposa alejarse, caminó rápidamente hasta su escritorio, apoyó sus manos en él, gruñó tomando su cabello entre sus dedos, respiró profundo y pateó la silla que estaba detrás de él con todas sus fuerzas. Luego colocó sus palmas en cada esquina del escritorio, tratando de serenarse, pero no lo logró. Sintió sus ojos arder por las lágrimas y trató de retenerlas. La impotencia lo carcomía por dentro, no debió tratar a su esposa de esa manera tan egoísta. No lo soportó más y se acercó a la licorera, tomó la botella de brandy y se la bebió directamente, trago tras trago, hasta dejarla vacía. Su puerta fue tocada, e imaginó por un segundo que era su esposa. Su pecho bombeó por la emoción no identificada, porque francamente no sabía si era del alivio o de la incertidumbre. Bajó rápidamente los peldaños de la escalera, hasta llegar a la puerta, abriéndola de sopetón. - Hola, hermano.- se oyó una voz, y unos brazos lo envolvieron con apremio. Intentó sonreír, pero la sonrisa no le llegó a los ojos.- Hermano- le devolvió el abrazo.- ¿Qué te trae por aquí? Casi no me visitas, a pesar de que vives al lado mío.- le reprochó- pasa y así nos tomamos unos tragos.- le ofreció cediéndole el paso. Su mejor amigo lo miró un entre avergonzado y culpable mientras entraba en la estancia.- Lo siendo, Ed. Pero no vine a visitarte, más bien a pedirte un favor. Edmund se encogió de hombros, era muy orgulloso como para decirle a su amigo que necesitaba a alguien con quién hablar.- Descuida, compañero. ¿Qué necesitas? - Verás...- vaciló su amigo un poco inquieto. Se escuchó un bocinazo proveniente de una Hummer H2 de un llamativo color n***o estacionada frente a la casa.- ¡Voy!- gritó apresurado. Luego miró a Edmund.-A Nora y a mí nos han llamado de emergencia del trabajo, han localizado objetos que al parecer pertenecían a Ramsés en una excavación que lideramos en Egipto y no tenemos con quién dejar a Abby, su nana está en Rusia cuidando a su madre, no viene hasta dentro de dos meses, y sabes que no me fío mucho de las niñeras que andan en éstos días. Edmund quiso reírse en su cara, su amigo Albert hablaba como si tuviese cuarenta años y su hija tres.- Vamos Albert, si Abby tiene diecisiete, sabe cómo cuidarse sola, sabes que ella odia que la trates como una niña.- puso los ojos en blanco. La verdad era que consideraba que su amigo estaba loco al haberse casado tan joven, no esperó ni a qué llegaran sus dieciocho cuando ya tenía a su novia embarazada, aunque tampoco tenía nada en contra de su matrimonio, si su amigo era feliz, pues él también lo era. Albert y su esposa siempre amaron la arqueología, y estuvieron dispuestos a lo que sea para lograrlo, y así lo hicieron, dividiéndose sus responsabilidades entre su bella hija y su trabajo, se esforzaron mucho, y todo ese esfuerzo trajo resultados. Habían descubierto los restos de Cleopatra cuando apenas tenían veintiséis, y eso los llevó al éxito. - Lo sé, pero no puedo dejarla sola, me iré por un mes o más, y contigo tengo confianza, eres mi hermano.- Susurró su amigo. Sería mucho tiempo viendo a su tentación hecha persona paseándose frente a él. No quería, no sería capaz, pero tenía que hacerlo, él era su única opción.- Está bien, está bien, ve tranquilo. Ve con cuidado, yo me encargo de Abby. Su amigo respiró tranquilo, abrazó brevemente al que consideraba como su hermano, trotó hasta la Hummer y desde ahí gritó: - ¡Ella se encuentra en la piscina con sus amigos, cuando la fiesta acabe, búscala, ya tiene su ropa preparada!- le comunicó- ¡Gracias amigo!- alzó su pulgar, y la camioneta derrapó mientras desaparecía. Cerró la puerta, apoyando la frente en ella. Suspiró cerrando los ojos fuertemente mientras susurraba: - Mierda, ¿En qué me he metido?
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