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1802 Words
—Si. Entendí. Gracias por decirme eso. —De acuerdo. Parece que usted es un joven muy bien portado. ¡Espero que no se corrompa! ¿Bien portado? De verdad pensaba eso de mí. ¡Genial! —Intentaré no corromperme. El general parecía contento con mi respuesta. Yo aún seguía imaginando que él alguna vez había sido delincuente. Su aspecto era un poco, más bien muy chuntaro. —Si gusta puede ir a la cafetería por un refrigerio para la cena. Regularmente se dejan de servir alimentos a las diez de la noche. Asentí. —Okay. Acomodare mis cosas y mas tarde iré a cenar. —Bueno. Cualquier cosa o problema que necesite o tenga, puede ir a verme a mi oficina. El sargento Roger salió de mi cabaña. El resto del tiempo me la pasé acomodando mis cosas. Puse un poco de música para sentirme con más ambiente. La cabaña era amplia. Había dos camas matrimoniales, un sofá de color café oscuro, una mesita de centro, un televisor viejo y algunos muebles para guardar ropa. Mi cama estaba justo a un lado de la ventana, me tumbé en el colchón para hablar con mi mamá una vez que termine de acomodar. Hice una videollamada. —¿Cómo estás? ¿Llegaste con bien? ¿Te paso algo? Mamá sonaba inquieta y preocupada. Estaba en un restaurante y parecía que cenaba. Vi a un mesero pasar por detrás de ella. —Estoy bien má. No te preocupes. Recién me acabo de instalar. Mira te voy a enseñar mi habitación. Comencé a caminar por la habitación para mostrársela. —¿Ese televisor funciona? Parece muy viejo. Mi papá tenía un televisor así cuando éramos pequeños. Me reí. No podía negar que el televisor era una reliquia. —Es que es un campamento vintage. Esos accesorios le dan más estilo. —¿Ya cenaste? —Aun no. Iré a la cafetería en un rato. —¿De verdad te quieres quedar allí? No me parece un buen lugar. Digo, estás lejos de nosotros, no pudiste venir a la playa y te extrañamos mucho. —¡Eso no es cierto! —dijo mi hermana. Le arrebato el celular a mi madre. —¡Me da gusto verte! —¡No te preocupes Dan! Nadie te extraña aquí. Bueno solo mamá, pero ya sabes es normal que se sienta así porque nunca habías estado lejos de nosotros. —Si ya se. El viaje se me hizo rápido y creo que estos meses serán increíbles. —Ya lo creo. Oye, ese televisor es muy viejo ¿no? —¡Es un campamento con estilo vintage! —Pues si que está vintage. ¡Seguro ni sirve! Intenté encenderla. —No sirve. Tienes razón, solo está aquí por pura decoración. Nos reímos. —Pues bueno carnalito, espero que te la pases muy bien en ese campamento. Nos escribimos pronto ¿va? —¡Esta bien! Disfruten mucho las vacaciones en la playa. ¡Te quiero! —¡Yo también te quiero! Terminé la videollamada. Eran las nueve y media de la noche. Salí de la cabaña y afuera el clima era agradable. Comencé a caminar en dirección a la cafetería, aquél edificio con el que me tope recién me baje del taxi. Las luces estaban encendidas, abrí la puerta sin dudar y entré. Aparentemente no había nadie y eso me sorprendió un poco. Regularmente siempre cenaba acompañado de mi familia y en esta ocasión mi familia estaba muy lejos de mí. ¡Las cosas comenzaban a ser diferentes! Los estantes estaban llenos de comida e ingredientes para preparar. Abrí el refrigerador y vi varios recipientes y botellas de salsa. Mi atención se enfocó en un recipiente de vidrio, tenía una nota de color amarillo pegada en la tapa. —¡Que se termine por favor!—leí en voz alta. —¿Qué se debe terminar? —me preguntó una chica. ¿De dónde había salido? Una chica estaba aquí. —La comida de este tupper. Alcé un poco el recipiente para que ella pudiera verlo. Comenzó a acercarse a mí. —¿Quieres cenar conmigo? —pregunto ella—. Solo estamos nosotros. —Si. Esta bien. —De acuerdo. Buscaré platos y cucharas. Sonreí. La chica era amable. Su cabello estaba recortado hasta los hombros, sus ojos eran café oscuro como los míos y su sonrisa era algo agradable al igual que su tono de voz. —¿Sabes si hay tostadas? Parece que es ensalada rusa —dije después de haber examinado el tupper. —¡Déjame buscar! ¿Sabes dónde guardan las tostadas? —No. Soy nuevo, pensé que tú sabías. —Ah. Yo también soy nueva. Recién llegué hoy. ¡Vaya sorpresa! —Eso explica porque no conocemos el orden las alacenas. Reímos un poco. Después de haber buscado por todos lados, descubrimos que las tostadas solían estar arriba del refrigerador. ¡Que bobos! Nos sentamos en una de las mesas, nuestros platos eran de plástico color verde y habíamos servido un poco de agua de jamaica en nuestros vasos. ¡Comenzamos a cenar! —¿Y cuál es tu nombre? —le pregunté. Aunque ella era muy amable y me agradaba su compañía, ninguno de los dos se había presentado oficialmente. —Me llamo Zuri. ¿Y tú? —Me llamo Dan. ¡Mucho gusto Zuri! Asentimos. —Igualmente Dan. ¿Y de dónde eres? —preguntó ella. —Soy de Puebla, vivo cerca de Cholula. ¿Y tú? Sus cejas se arquearon y una sonrisa apareció en su rostro. —¡Yo también soy de Puebla! Solo que yo vivo por Xoxtla. —¿De verdad? —Si. Somos del mismo estado. —¡Que padre! Me da más gustó conocerte. —A mi también. Y dime. ¿Por qué decidiste venir a este campamento? —Pues porque quería que estás vacaciones de verano fueran diferentes. Acabo de graduarme de la secundaria y me gustaría que el verano antes de entrar a la preparatoria fuera algo inolvidable. Quiero aprender cosas nuevas en varios aspectos de mi vida. Volvió a arquear las cejas. —Entiendo. Así que aún vas al colegio. Eso suena muy bien. Se ve que eres un alumno muy aplicado. ¿Aplicado? Un estereotipo más que añadir a la lista. —Pues regular. La verdad no le hecho muchas ganas a la escuela y resulta que las calificaciones son una gran sorpresa para mis padres. ¡Tengo buenas notas de pura chiripa! —Y además eres cerebrito. ¡Cool! Me reí. Debía cambiar de tema. —¿Y tú? ¿Por qué estás aquí? Sus labios se curvaron en una risita tonta. Solté un suspiro. —Porque quiero aprender un oficio. O sea yo sé que los hombres son los que regularmente trabajan con algún oficio como la construcción, la agricultura o se divierten mucho jugando a los deportes como el fútbol. ¡Quiero aprender un poco de construcción y agricultura! Y claro, conocer nuevos amigos. Eso sonaba muy interesante. Ella estaba remando contra la corriente de pensamiento y costumbre. ¡Que valiente! —Yo también pienso inscribirme en esos dos cursos. —¡Genial! Entonces supongo que seremos buenos compañeros. —¡Yo creo que hasta podemos ser más que compañeros! Seamos amigos. *** Me levanté a las seis treinta de la mañana. Use el sanitario por algunos minutos, me vestí con unos pantalones de mezclilla y una camisa de cuadros. Zuri y yo habíamos quedado en qué vendría a buscarme para poder ir a la cafetería, su cabaña no quedan muy lejos de la mía. Me cepille el cabello y entonces tocaron la puerta. Sin dudarlo, abrí y me sorprendió verlo ahí frente a mí. Un chico alto, flaco, muy escuálido. Traía puesta una playera con el escudo de Superman y su mirada tenía un toque frío y perdido. —¡Hola! Lo saludé. —¡Hola! ¿Tú eres Dan? Sus cejas tenían una forma curiosa y cuando se arqueaban, parecían crecer más de lo que ya estaban. —Si. Soy Dan. —Me llamó Alfredo. Puedes decirme Freddy o Freddo. Soy tu compañero de cabaña. ¿Compañero de cabaña? —Un gusto Alfredo. Pasa. —Deje mis maletas en la cafetería. ¿Podrías ayudarme? Recordé a Zuri. —¿Ya desayunaste? —No. —¿Y no tienes hambre? —No suelo comer mucho. —Eso explica porque estás tan delgado. Su mirada reflejaba un poco de odió hacía mí comentario. Yo solo bromeaba aunque quizá yo tuviera razón. —¿Te importa? —La verdad no. Pero pienso ayudarte después de mi desayuno. ¿Lo tomas o lo dejas? Apretó sus puños. Su rostro me inspiraba flojera. ¡Compañeros de cuarto! Vi a Zuri acercándose a mi cabaña. —¡Esta bien! Te espero. —¡Excelente! Entonces vayamos a la cafetería. Zuri se detuvo justo frente a nosotros. Ella me miraba con una sonrisa y Freddy no tenía expresión alguna. —¡Buenos días chamaco! —¡Hola Zuri! Buenos días. Freddy se le quedó mirando a la chica con mucha atención. —¿Quién es él? Mi compañero no se atrevió a hablar. —Él es Alfredo, pero le puedes decir Freddy. Es mi compañero de cabaña. Acaba de llegar justo ahora. Ella se sorprendió un poco. Aún así fue muy amable con el flacucho. —¡Un gusto en conocerte Freddy! Soy Zuri. Parecía que los ratones le habían comido la lengua al muchacho. ¡No decía nada! —¡Vamos a desayunar! Muero de hambre. Esta vez la cafetería estaba llena. En su mayoría las mesas estaban ocupadas, tuvimos que elegir sentarnos cerca de la cocina. Para mí desayuno elegí un poco de cereal con leche. Una torta de jamón y un puño de zarzamoras. —Bien, cuéntanos un poco sobre ti Alfredo —le pregunté. El chico que decía que no iba a desayunar había terminado sirviéndose un poco de yogurt con fruta picada. ¡Muy ligero! —¿Qué quieren que les cuente? —Pues sobre ti. De dónde eres, que es lo que te gusta, por qué estás aquí y cosas así. Sus cejas se volvieron a arquear. —¿Eres detective? Zuri y yo nos miramos por algunos segundos, esté chico era duro. —No. No soy detective pero solo estoy intentando ser amable contigo. ¿Apoco no te gustaría tener amigos en este lugar? Su mirada se perdió unos segundos. —No soy bueno teniendo amigos. —Pues serás bueno con nosotros y verás que seremos amigos inseparables en este campamento —dijo Zuri. El chico parecía haberse emocionado un poco. —Esta bien. Soy de Puebla y … Un compañero más que venía del mismo estado que nosotros. ¡Genial! Seguro que si seríamos buen equipo.
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