Capítulo IX: Despedida

1303 Words
Ya era el momento, el día del inesperado viaje había llegado, en cualquier momento abordaría un avión con destino a Moscú, a mi verdadero hogar, en donde me recogería Nikita, la mano derecha de mi tía Alessia. Ella había tomado la decisión de llevarme en un avión privado, pero el abogado la convenció que sería más fácil en un vuelo común para evitar levantar sospechas o algún atentado en mi contra. Porque La Parca, estaba de visita en la ciudad y no podía dejarme ver. Después de bajar del avión, quedándome perpleja por el inmenso clima que casi hace que sufra de hipotermia, en comparación con Copenhague. Quería regresar a mi cálido hogar en Dinamarca, pero era imposible. El deber me llamaba y no podía seguirme rehusando. Me esperaba un largo trayecto hasta las afueras de la ciudad. Sé que no estaba acostumbrada a tener guardaespaldas, me sentiría de alguna manera incómoda, porque estaría más resguardada por el propio presidente. Y eso llamaría la atención y es lo que menos quiero. Me dolía todo el cuerpo, solo quería llegar a casa y tomar un baño caliente con burbujas para después dormir como la bella durmiente. Mi celular suena en el bolsillo de mi abrigo, al segundo tono atiendo la llamada con una sonrisa, apenas descuelgo la llamada las voces interpuestas de mis dos hermanos parecen querer romperme los tímpanos —¡Hermanita! —exclama feliz la voz de Kristine y luego escucho claramente cómo algo cae al suelo estrepitosamente —¡Henrik! ¡Dame mi celular! —¡Mi pequeña hermanita! —prácticamente grita provocando que aleje más el celular de mi —Lamentamos tanto no poder despedirte como corresponde —su voz suena triste, me estruja el corazón. Pero no había nada que hacer, eran órdenes para mantenerlos a salvo de La Parca. —No pasa nada, Henrik, ya habrá una próxima vez —alego buscando mermar la tristeza de mi hermano y en el camino la mía —¡Tienes que tener mucho cuidado! —y ahí está de nuevo el Henrik que conozco, no puedo evitar la sonrisa —Y llamamos cada vez que puedas, se que estarás muy ocupada ahora con la universidad. Una espina de culpa de entierra en mi corazón, no podía decirles que salía de Copenhague con destino a Moscú para ocupar el título de heredera de la mafia rusa. Se que podía ser un pensamiento egoísta, pero quería seguir manteniéndome tal como ha sido frente a mis dos hermanos. Si les contaba la verdadera razón ¿Cambiaría algo? —Si, lo sé, tendré mucho cuidado — prometo. Se vuelve a escuchar ruidos del otro lado de la línea y deduzco lo que está pasando. Kristine a encontrado a Henrik y seguramente le lanzó algo o se lanzó ella. —¡Ann! —Kristine llama con voz entre risueña y cansada mezclándose con la tristeza. La escucho atentamente —Sea lo que hagas, ten la confianza en que lo harás bien —me anima conteniendo las lágrimas —Gracias a los dos de verdad —siento mis ojos escocer, no quiero llorar, no aquí. En la bocina del aeropuerto escucho como se notifica que mi vuelo está por salir —Mi vuelo está por salir, los amo mucho y los voy a extrañar. Nos vemos —¡Te amamos Ann! —dicen al unísono. Con eso la llamada finaliza. Me apresuró a llegar al avión, dejando mi valija en el hipódromo, saco el boleto cerciorándome por décima vez que es el correcto al entregarlo a la encargada. Abordo sin dudar, la azafata me guía a mi asiento. Una vez allí observando la vista desde afuera de la ventana, todo se siente más real, como una peso que se cierne sobre mis hombros obligándome a mantenerlos erguidos. Porque en el momento que esté avión despegue no habrá vuelta atrás. Las horas de Copenhague a Moscú dura poco tal y como lo esperaba. Al llegar el sol se ha ocultado por completo, para mi asombro el cielo estaba despejado mostrando con nitidez las millones de estrellas. En el vestíbulo del aeropuerto se encontraban tres hombres fornidos con traje n***o que median aproximadamente metro noventa o incluso más, uno de ellos destacaba más, el de la derecha. Tenía el cabello rubio platinado peinando perfectamente hacia atrás, los ojos azules que parecían aburridos a todo lo que veía con esa pizca de desprecio a la humanidad, tenía los labios rosados, y era el más alto de los tres. Se veían como personas a las que era mejor no acercarse. Apure el paso. —¿Señorita Kjaer? —pronuncio en perfecto danés el hombre que había llamado mí atención, provocando que me detenga. Gire despacio hasta que sus ojos azules se encontraron con los míos en reconocimiento. —Sí, soy yo —afirme. —Soy Nikita la mano derecha de su tía Alessia —se presento, por relejo extendí mi mano derecha estrechando la suya en un apretón. —Mucho gusto—sus iris me recorrieron en un análisis que terminó bien, pues asintió convencido seguido de presentarme a sus acompañantes —Le presento a Mikhail Volkov y Nikolay Ivanov —ambos hombres situados a su derecha y izquierda asintieron en muestra de reconocimiento pero sólo uno de ellos hablo. —Bienvenida Ksenia Kjaer. —Tú tía nos espera, vámonos —apuro Nikita, con un ademán de cabeza Mikhail tomo la manija de mi maleta. Afuera una camioneta negra esperaba, Mikhail guardo la maleta en el su correspondiente sitió, para luego abrir la puerta trasera. Nikolay y Nikita esperaban a qué subiera. Con paso firme y la cabeza en alto me acerque, entonces lo escuché, una bala rompió la ventana donde anteriormente había estado mi cabeza un brazo se enredó en mi cintura jalandome a la parte ciega del vehículo mientras me apretaba contra su pecho cubriendome lo más posible con su cuerpo Dijeron algo en ruso y una guerra de balas se dio lugar. —Vamos —rugió Mikhail levantándome sin dificultad —Camina abajo Hice lo que me pidió, al estar fuera de mira empezó a correr conmigo hasta llegar a un callejón alejado. Tenía una herida en el brazo y un vidrio incrustado en la palma de mi mano y otro corte uno más profundo en la pierna izquierda. Mikhail saco una radio que en su mano se veía como un juguete, hablando en ruso ladró órdenes. Y después llego el silencio. Mi corazón martilleo frenético dentro de mi caja torácica. Miedo y adrenalina mezclándose entre si. Una camioneta se situo frente al callejón, compartió algunas palabras con Mikhail y este regreso alzandome en el proceso. Alcé la vista encontrándome otra dónde yacian Nikita y Nikolay este último echado en el asiento con un trapo haciendo presión en su hombro. El mundo se quedó en silencio y todo empezó a ocurrir en cámara lenta. Más pronto de lo previsto habíamos llegado a una mansión, no había otra palabra para describir la arquitectura frente a mis ojos con el estilo barroco, todas las luces estaban encendidas dándole un aire atractivo. Te invitaba a entrar y descubrir lo que guardan sus paredes. Afuera una mujer esperaba de pie en la entrada de la mansión, vestia un pantalón n***o de cintura alta y una camisa blanca, en sus hombros un abrigo reposaba. Mientras más nos acercábamos mejor podía apreciar los detalles que la lejanía no me permitía. Había una gran similitud entre ella y yo. La camioneta se detuvo, Mikhail abrió la puerta para mi ayudándome a bajar. Mientras se llevaban a Nikita al interior. Fijé mi mirada en la mujer de cincuenta años cuyos ojos mostraban un mundo gélido y pétreo. —Bienvenida — pronuncio, deslizando por sus labios una sonrisa a la que desconozco su significado —Mi heredera.
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