Capítulo XI: Veneno

1354 Words
Han pasado dos largos años, y ahora es el momento. En este tiempo, no hay noticias de otros sobrevivientes que puedan adquirir el poder de la mafia. Yo en realidad nunca he querido esto, porque no es la vida que soñaba tener. Pero no puedo defraudar a mi familia ni tampoco el honor. Sé que muchos no están de acuerdo con esta decisión de que una niña como yo, esté al frente de una organización criminal como lo es la Bratva. No puedo fallar, no en estos momentos. Esto sería mi final. Mi tía se mantiene frente a mí, con una expresión seria, sentada en su escritorio. —Hoy es el momento —habla, a prueba el conocimiento que has admirándome a los ojos—. En este grandioso día pondréquirido durante estos dos años. Y si pasas la prueba, el mundo de la mafia conocerá a la nueva reina. ¿Entendiste? Le dedico una sonrisa, sin entender el todo. Prefiero mil veces las fórmulas matemáticas que entender sobre la mafia. —¿Estás preparada? —inquiere ella, sosteniendo mis manos. Respiro profundo, asintiendo de forma leve. —Te prometo que no te defraudaré tía —comento, dedicándole una sonrisa—. Esto será un nuevo desafío para mí, pero es algo que debo afrontar por la familia, la lealtad y el honor. Las palabras son tan sencillas de decirlas, pero en los hechos no sé si estoy preparada. Aunque tampoco quiero que mi tía se preocupe, debo cumplir con mis responsabilidades. —Esa es la actitud, mi niña. —Se siente satisfecha—. Tengo todas mis esperanzas puestas en ti. Sé que lo harás excelente y será una gran líder como lo fueron tus parientes. Y aquella persona que se oponga, tendrá que aceptar la realidad a las buenas o las malas. Trago saliva, el solo imaginarme personas muertas o que no estén de acuerdo con mi mandato. Lo bueno es que las personas han sabido apoyarme con respecto a este nuevo comienzo. Desde los entrenamientos hasta la forma de expresión y todo lo demás. —Por cierto, tengo algo que darte. —Se aclara la garganta, rebuscando algo en las gavetas de su escritorio—. Ten. Frunzo el entrecejo, mirando con detenimiento la carpeta que tengo frente a mí. Empiezo a ojear cada línea que hay escrita en esos papeles. Cada palabra es una caja de sorpresas para mí. Esto es insólito. —Tía, ¿Qué es todo esto? —pregunto, colocando mis manos encima de la carpeta. —Cariño, ¿Acaso esos documentos están escritos en jeroglíficos? Se encoge de hombros. —No —replico. —¿Entonces? Vuelvo a leer cada línea, tratando de que mi cerebro procese cada párrafo, pero cada información es un nuevo descubrimiento. No sé qué haré con tantas cosas, desde propiedades en diferentes partes del mundo, vehículos, dinero por montón, aunque nada de esto es lícito. Mi tía me observa con una mueca de gracia, al saber que sigo en shock por tantas cosas. —Entiendo tu reacción —dice—. Eso era lo que le pertenecía a tu familia, por lo que ahora pasan a tus manos. Puedes hacer con ellas lo que te plazca. No tengo ningún derecho sobre eso. —Esto es demasiado. —No salgo de mi ensimismado. —Tu padre quiso dejarle todo esto a su hermano menor, porque de acuerdo con las leyes de la mafia. El heredero del trono debe ser un hijo varón, pero como verás tu padre tuvo dos hermosas hijas, por lo que el poder estaba pensando dejárselo a tu tío, es decir, su hermano menor. Pero ya conoces los motivos y dejó en su testamento a ti. Me quedo asombrada ante interesante historia, parpadeo sin poder creer lo que mis oídos han estado escuchando. Mi padre tenía todo preparado en caso de que le sucediese algo y junto con mis otros parientes decidieron protegerme. Mis ojos se ponen aguados, trato de contener los sollozos. Quien sabe qué otras cosas me dejaría mi padre, porque cada día mi tía me sorprende. Entonces, la memoria de mi familia no quedará en vano. Los Kuznetsov están de vuelta. *** Trago saliva en el momento que nos detenemos en una zona alejada de Moscú, para ser específicos en una zona peligrosa no apta para personas comunes. Aquí es donde están los almacenes con mercancía a distribuir por diferentes sitios. Y siento un escalofrío recorrer por mi cuerpo. Menos mal que mi tía decidió acompañarnos porque de lo contrario ya le hubiese pedido a mi guardaespalda que me hubiera llevado de regreso a la mansión. —¿Segura qué quieres hacerlo? —Me pregunta mi tía, antes de abrir la puerta de la camioneta—. Si no estás segura, podemos volver. Había sido un largo camino, por lo que retractarse se considera señal de cobardía. —Lo haré —digo con toda la seguridad del mundo, pero con el pánico dentro de mí. Bajamos del vehículo, adentrándonos en ese espantoso lugar, al cual todavía no me he adaptado. Aunque le hice la promesa a mi tía que lo haría bien. Entramos en una habitación en donde hay varias personas, esperando por mí. —Bienvenida, señorita Kuznetsova. —Un hombre mayor me estrecha su mano—. Un gusto conocerla, soy Grigori Pavlov, encargado de las bodegas. Y ellas son Oksana Fedorova y Yelena Kozlova. Le devuelvo el gesto, aunque no niego que parecen más modelos de pasarela que parte de la mafia. —Me imagino que la jefa te ha explicado el protocolo —habla Yelena—. Aquel que quiera pertenecer a la Bratva, deberá cumplir con las reglas establecidas por la misma. —Sí, ella me ha dicho —respondo con firmeza. —Bien, comencemos —acota, invitándome a sentar en una mesa. Frente a mis ojos se encuentran diversos objetos que seguro son parte del ritual. Esto no era lo que esperaba. *** Después de hacer todo el protocolo, es momento de la parte más importante. En mis manos tengo un revólver, esperando a mi víctima, que se decidido revelar en contra de los principios de la mafia. Un traidor. Un matón arrastra hasta frente a mí, a un hombre cuyo cuerpo está lleno de golpes. Me da un sentimiento de lástima, pero aquí los sentimientos no tienen un significado, debes ser frío como el hielo. —Gracias Dmitri —gratifica mi tía. El hombre solo asiente y se marcha. —Demuestra lo que has aprendido, Ksenia —exige mi tía—. ¡Ya! Me muerdo el labio inferior, no puedo creerlo que deba asesinar a este hombre a sangre fría. La primera vez siempre será la más dolorosa. El solo ver a ese desconocido frente a mis ojos, como una mariposa frágil, sin saber qué hacer ni cómo actuar. Quisiera que alguien se atreviera a impedir lo que estoy a punto de hacer, pero solo lucen como espectadores de una masacre que está por suceder. Parecen hienas hambrientas, esperando por su presa. —¿Qué sucede Ksenia, acaso tienes miedo? —cuestiona Yelena, metiéndole leña al fuego—. Quieres saber quién es este hombre... Es un infiltrado de La Parca. Tu mayor enemigo. ¡Mátalo de un maldita vez! En mi mente se imaginan lo que vivió mi familia en manos de los italianos, por lo que la lástima no debería existir, no hay lugar para emociones. Mi lema se basa en acabar con las personas que le hacen daños a otras. No habrá contemplaciones con nadie. —Por mi familia —murmuro, agitando el gatillo con odio. Cierro los ojos cuando escucho el disparo, sin saber si he dado en el blanco o no. Ni siquiera me atrevo a abrirlo, no quiero ver esa escena sangrienta. —Поздравляем, добро пожаловать в Братву, Пахан —me felicita mi tía. (Felicidades, bienvenida a la Bratva, Pakhan) Abro los ojos, desviando la mirada hacia el cadáver. Y me doy cuenta de que le he disparado en toda la frente. Pase la prueba de fuego, y de manera oficial soy una asesina.
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