Ángela corrió demasiado deprisa, cuando tuvo conciencia corría por los cafetales, como una yegua desbocada, sus ojos lloraban, sentía su corazón destrozado, se detuvo al quedarse sin aire, entonces escuchó unos pasos que venían tras ella, sintió temor, sin pensar intentó correr, pero fue detenida abruptamente por unas grandes manos que la tomaban de la cintura, intentó patalear, liberarse, pero fue inútil, la fuerza desmedida de ese hombre era insuperable —¡¿Quién te crees que eres?! ¡Mocosa malcriada! ¿Enloqueciste? —la rabia en las palabras de Ryan casi encendía el lugar, ella se giró para mirarlo, él la soltó y ella intentó alejarse, pero el hombre volvió a tomar sus manos —¡Suélteme! No me volverá a humillar, ni a ofender delante de otros, ¡Lo odio! ¡Déjeme ir! Esas palabras estruj