Por la tarde la casa era silenciosa, las gemelas tomaban su clásica siesta. Ángela alzó la vista, estaba al pie de la escalera, no pudo evitar mirar a esa figura masculina imponente, elegante y atractiva, Ryan Kareman vestía un pulcro esmoquin, notó su mirada, fijó sus ojos en ella, haciéndola sentir pequeña, y desvió la mirada
—¿Te dijo Emma que iremos a una cena de caridad?
—No, no me lo dijo. ¿Ella se siente mejor?
—Bueno, ella insistió, quizás olvidó decirte, no me sorprende. Sé que mañana es tu día libre, pero, podrías por favor ir a tu casa cerca de mediodía, aunque no volveremos tarde, no quisiéramos que las niñas noten tu ausencia, hasta que yo pueda llevarlas de paseo. Se han acostumbrado mucho a ti, en poco tiempo.
Eso le pareció un cumplido, sonrió suave.
—No se preocupe, m
