—Escúchame, pequeña malcriada, si dices que sí, te daré el dinero suficiente para que tu hermana se cure, y para que te pagues esa estupidez de la universidad —sentenció Donald; era un hombre alto, con barba espesa, mal cuidada, cabello largo, rizado, de piel clara, con unos ojos tenebrosos y verdes.
Ángela lo miró bien, como midiendo sus palabras, sonrió ligera, no podía creer que un tipo como él tuviese esa fortuna
—¿Y a cambio de qué, me darás ese dinero?
—Bueno, ya sabes —su mirada lascivia bajó inspeccionando la grácil y joven figura—. Una noche, Angelita, solo una, en mi casa, y te daré el dinero.
Donald intentó acercarse, y ella retrocedió, más que por miedo, por repugnancia
—Oh, vamos, Donald, no creerá que soy tan ingenua, ¿Cómo sé que dice la verdad, sobre el dinero?
—¡¿Te atreverías?! —preguntó asombrado, ella se quedó turbada, empequeñeció sus ojos
—Escúcheme bien, yo seré una gran profesional, tendré riqueza y elegancia, me iré de esta porquería de pueblo, si alguna vez vuelvo, seré exitosa, y gente como usted, ni siquiera, podrá mirarme a los ojos.
Donald le hizo una mueca de rabia, esa chica era ególatra, engreída, lo sacaba de sus casillas, ella retrocedió aún más, al mirar la violencia del tipo
—Mira, niña estúpida, malcriada grosera…
—¡Cállate! Tú, siempre serás un asqueroso peón, ¡En tu mísera vida podrás tener cincuenta mil libras en tus manos! —soltó una sonora y cínica carcajada, mientras se iba de ahí.
Donald la odió de veras, mientras la observó alejarse entre los cafetales, con el ligero vestido, enmarcado a su bella figura; era la criatura más bella que sus ojos habían visto, de cabellos largos y oscuros como el ébano, piel blanca, y rostro de querubín, con grandes ojos pardos y aire de buena, pero en realidad, toda esa belleza era maldad pura, así la veía él, siempre grosera y cruel. No era el único que la odiaba, Ángela tenía la mala reputación de ser una arrogante y ambiciosa, medio pueblo de Roshyn Du, ya conocían su mal carácter, no le tenían mucho aprecio.
Ángela volvió por las calles del Este, hacia casa, odiaba ese barrio pobre, sus calles de tierra, pasó frente a los vagos del pueblo, quienes al verla, lanzaron todo tipo de improperios, ella no se contuvo, les dijo ciertos insultos, que solo los hicieron enfurecer, sonrió, le gustaba defenderse, se sentía poderosa al exhibir a otros, haciéndoles ver su pobreza mental, Ángela creía ser muy lista, hermosa y fuerte, sí, creía que era mejor que muchas personas, y merecía algo bueno, soñaba con ser una estudiante en la universidad de Edimburgo, ese también era el sueño de su padre, antes de su muerte, fue un humilde pescador, pero siempre mostró hambre por mejorar, Ángela heredó su temperamento, pero la vida era cruel con ella, no siempre tenía lo que quería.
Llegó a casa, y observó salir a la señora Sienna, quien le lanzó una mala mirada, no le sorprendía, estaba acostumbrada a las habladurías. Su hermana Oriana llevaba días enferma de una infección estomacal, y no había podido curarse, era peor, no tenían dinero para la compra del antibiótico costoso, vivían al día, y Ángela había tratado de conseguir algo de dinero tras su jornada en los cafetales.
Abrió la puerta, su madre estaba parada justo en medio de la sala, su silencio era raro, pero cuando la observó, la miró con furia
—¿Qué te pasa? —preguntó, pero una fuerte bofetada casi la lanza al suelo, se quedó irresoluta, con los ojos casi llorando, sin entender porque su madre le pegaba—. ¡¿Qué?!
—¡Lo sé todo! —exclamó
—¿De qué hablas?
—¡Fuiste a venderte como una prostituta a Donald!
Los ojos de Angela estaban muy confundidos, negó de prisa
—¡No! Ese tipo…
—Sienna lo escuchó todo, ¿Qué hice para merecer esto? —exclamó Sara, su madre, con dolor—. ¿Nunca te detendrás, cierto? Te avergüenzas de ser pobre, odias este pueblo, esta vida, pero, jamás imaginé que llegarías a tanto.
—¡Odio ser pobre! ¡Odio este asqueroso pueblo! Y odio a cada gente que se resigna a esta miserable, y putrefacta vida, sabiendo que pueden luchar por salir de esta basura —espetó con franqueza y los ojos llenos de furia y lágrimas—. ¿Qué hay de malo en ser ambiciosa, en querer algo mejor? ¿Por eso soy una puta?
—¡Te ofreciste como una puta por dinero! —gritó su madre con el rostro rojo de vergüenza
—Jamás lo hice, si supieras la verdad, pero no, nunca me creerás.
—¡Te creo capaz de eso y más!
Ángela la observó con demasiado dolor, era su propia madre la que pensaba lo peor de ella, asintió, limpiando sus lágrimas, era orgullosa, terca
—¡Piensa lo que quieras, madre!
—Para que lo sepas, Oriana ya está bien, Sienna me compró la medicina, no tuvo que recurrir a ninguna bajeza.
Ángela apretó los labios rojos.
—¡Te odio! —gritó y salió corriendo de ahí, dejando a Sara con la tristeza en su alma.
Ángela corrió como si fuera un maratón. La noche cayó, cuando recuperó su mente fría, se dio cuenta de que estaba por llegar a la playa. Intentó volver, iría a casa, no le hablaría a su madre por unos días, pero pensaba que después aclararían todo, ese era su plan, hasta que las risas de unos sujetos la sacaron de sus pensamientos, eran esos vagos, los vio, sacó la vuelta para irse, pero uno de ellos se puso enfrente
—¿Pero que tenemos aquí? ¿Acaso es la pequeña malcriada vagando como mujerzuela?
Su voz le dio asco y rabia, le lanzó un insulto e intento irse, pero el tipo tomó su brazo con fuerza, diciéndole que no permitiría sus ofensas, ella luchó, lo hizo con fuerza, cuando tuvo conciencia, sintió el peso del hombre sobre ella, manoteó, mientras escuchaba las risas de los otros dos tipos, el olor a cerveza, aliento putrefacto y tabaco, calaba en sus narices, se retorcía, suplicando que la dejaran
—¡Ah, miren esto! ¿Ahora ya no eres tan engreída, ni tan rebelde? ¡Ahora, te voy a hacer gritar como a una gatita en celo!
Ella creyó que enloquecería, gritó con todas sus fuerzas, al sentir esas asquerosas manos calientes sobre su cuerpo, suplicaba, los maldecía, sintiendo su corazón retumbar, ¡Gritó por su madre, por su padre!
Esos gritos llegaron hasta los oídos de un hombre, que andaba por esos lugares, cuando se convenció de que no era una alucinación o una broma, corrió a buscar de donde provenía. Observó con ojos grandes la escena, un tipo sujetando las manos de una jovencita, mientras otro rompía su vestido, y otro reía, diciendo que sería el último en jugar. Su rostro se colerizó, se acercó violento
—¡¿Qué creen que hacen?!
—¡Lárgate! —exclamó un hombre, tambaleándose, no hizo mucho, le dio dos puñetazos y lo hizo caer a la arena.
Los otros sujetos que estaban alerta corrieron a atacarlo, Ryan recibió un derechazo, pero pateó los testículos del sujeto, y lo vio llorando como niña; luego pateó el estómago del otro, estaba agotado de pelear, sacó su pistola y los amenazó
—¡Lárguense, antes de que les vuele los sesos!
Los tres tipos se irguieron, con ojos aterradores, nunca habían visto un arma de esas en sus miserables vidas, creyeron que era un matón, un mafioso, se echaron a correr con el terror en sus cuerpos. Por si quedaba duda, Ryan disparó, y eso les hizo correr con más ahínco.
El hombre respiró, tocó su mejilla herida, se acercó a la joven, mirarla así, vulnerable, con el vestido desgarrado y el semblante inconsciente, lo asustó ¿Y si la habían matado? Se acercó, tenía algunos golpes en el rostro, puso su dedo índice sobre su cuello, quería sentir su latido, cuando pudo hacerlo se calmó, se quitó la chaqueta y la puso encima de su cuerpo exhibido, era muy hermosa, demasiado, y se avergonzó de reconocerlo. La levantó del suelo y ella movió su cabeza, balbuceaba pidiendo a su madre y padre, pero luego se quedó callada.
Ryan llegó a su camioneta, puso a la chica en el asiento trasero. ¿Qué iba a hacer con ella? No sabía quién era, ni de dónde venía, pero decidió llevarla a casa, tal vez sus empleados le dirían quien era, y así la ayudarían, eso pensó. Manejó hasta ahí. Era raro, solo buscaba un momento tranquilo para pensar, y encontró semejante espectáculo.
Llegó a casa, salió de la camioneta y abrió la puerta trasera, necesitaba bajarla, pero era complicado, Ángela abrió los ojos, mirándolo, no supo quién era, estaba mareada, ¿Dónde estaba? ¿Acaso había muerto? ¿La habían violado, asesinado y ahora estaba en el cielo? ¡Lo creyó con vehemencia!
—Estoy en el cielo… ¿Es el paraíso? —balbuceó con voz débil, Ryan arrugó el gesto, confuso—. ¿Eres un ángel?
Él la miraba como si estuviera loca, creyó que era la conmoción, ella sonrió de una forma dulce, Ryan de pronto se sintió extraño, absurdo, emocional. Sintió la mano de la chica recorrer su rostro, la miraba impactado ¿Qué hacía?
—Eres mi ángel de la guarda, eres… muy hermoso… —Ryan se quedó quieto, estupefacto, ella se enderezó un poco, y él sintió como los dulces labios de la chica besaban los suyos, era una caricia tierna, suave, como el roce de una flor, cerró los ojos, su cuerpo tembló ante la sensación, su estómago ardió en nervios, y toda su piel se erizó, se sintió vivo, aterradoramente vivo.