Ella me miró fijo por unos cuantos segundos. Pude ver la duda en su mirada. Ella no sabía que decirme, ella no sabía qué hacer. La puerta del depósito sonó con tres suaves golpes y se abrió. El hombre que estaba allí nos miró consecutivamente. —Lo siento... no sabía que estaban ocupados—dijo él. —No Carl, no pasa nada. Ya me voy —dijo ella y logró salir. Miré a Carl, y él entendió mi mensaje. Salí rápidamente para buscar a Em. No, ella no se me iba a escapar. Cuando la alcancé la tomé con cuidado del brazo y la giré a mí. —Contéstame Emery. —le dije. —Oye ¿puedo decirte algo? Creo que tu prima necesita urgente un psicólogo. — ¿Por qué? —le pregunté frunciendo el ceño. — Ayer estaba hablando sola, me preocupa —dijo ella. — No estaba hablando sola, estaba hablando conmigo. Y deja de