Un posible divorcio

1736 Words
—¿De qué estás hablando? —mi madre abrió los ojos como si le hubiera dicho que maté a alguien. —Pronto Donan y yo nos vamos a divorciar, eso les estoy informando —repetí decidida. Estaba la familia reunida en el comedor, al parecer les arruiné el desayuno, porque las caras de desacuerdo que pusieron por la noticia, no les sentó nada bien. —¡De ninguna manera! —mi padre se levantó de la mesa—. ¿Acaso estás loca?. —Papá, sabes cuál fue motivo de ese matrimonio, en cualquier momento se dará un divorcio, y tienen que aceptarlo, porque yo ya lo acepté. —¿Él te habló de divorcio? —me preguntó mi hermana Rosa, que era la que se veía más calmada. —No todavía, pero como ya saben, Morgan está vuelta, lo más probable es que haya un divorcio, no pienso seguir siendo un estorbo para él —contesté, resistiendo el fuerte dolor de mi pecho. —Puedes seducirlo, hija —mi madre se levantó del asiento, y me tomó de los hombros —. Puedes hacer que se enamore de ti, hija mía, así no te pediría el divorcio, esa mujer no puede ser una contrincante para ti. —No quiero competir por un hombre que no es mío, madre, y tampoco me ama —declaré, quitando el agarre de mi madre —. Espero que estén preparados para eso, no pienso seguir con esta vida. —¡No puedes Jennifer! —bramó mi padre, enojado. No en extrañar, cuando se trata de temas que amenazan su posición económica, se pone eufórico, eso es lo único que le importa. —Papá, déjala, es su decisión, o tal vez una decisión que Donan tome en un futuro —interfirió mi hermana Rosa, ella entiende perfectamente mi situación, sé que es la única que está de mi lado. —Gracias, Rosi —le regalé media sonrisa, un poco amarga por la situación, ella solo me dio un asentimiento de cabeza, y tomó un sorbo de su taza de café —. Papá, mamá, ya está decidido. —Di que te quieres divorciar, no hay necesidad de tanto rodeo, eso es lo quieres ¿no? —mi padre me miraba con desdén —. No quieres ayudar a nuestra familia, si se lleva a cabo el divorcio, perderemos todos los beneficios de los Fox. —Tu padre tiene razón, Jennifer, no te adelantes a los hechos todavía, puede que no haya divorcio —añadió mi madre. Ambos son iguales de ambiciosos, nunca se dan cuenta si estamos bien o estamos mal ante la situación, después que haya dinero de por medio, a ellos no les importa nada más. Igual hicieron con Rosa, ella es viuda, y tiene una hijo de cinco años, se llama Joseph, pero la muerte de su esposo no le dio tan duro, aunque se escuche cruel, es la verdad, ya que ese matrimonio fue arreglado por mis padres, y ella no amaba a ese hombre, su marido era despreciable, la golpeaba, y le era infiel, pero mis padres solo querían que ese matrimonio se conservara por el bien económico de la familia Wilson. Cuando su marido murió, Rosa volvió a la casa con su pequeño hijo, ya no era la misma mujer alegre de antes, todo en ella cambió. Pero mis padres la reprocharon porque mi hermana no quiso aceptar un centavo de esa familia, no quería saber nada de ellos por todo lo que tuvo que pasar, y los responsables son mis padres. —Ya basta con esto —mi hermano Leonel se levantó de la mesa también —. Déjala ser, papá, ese hombre no se la merece. Otra de las personitas que están de mi lado, mi hermano Leonel, que nunca estuvo de acuerdo con que me casaran con Donan simplemente para ser un remplazo, él sabe que yo amo a Donan, pero no quiso que sufriera por ese amor. Sin embargo...mis padres solo piensan en ellos mismos. —No estoy de acuerdo —mi padre seguía insistiendo —. Vas a evitar ese divorcio a como de lugar, comportate como la señora Fox y pelea por tu lugar, recuerda que esa mujer lo abandonó días antes de la boda. Tú eres su esposa ahora. —Hija, escucha —mi madre nuevamente me tomó de los hombros —. Nuestra empresa también se está beneficiando de este matrimonio, hazlo por nuestra familia. Si, nuestra familia. Nuestra empresa ha obtenido bastante beneficios por medio de contratos desde que la familia Wilson hizo parte de la Fox, mi hermana actualmente es la que se encarga de esos asuntos, y yo trabajo en la empresa de los Fox como directora de ventas. Y si me divorcio, seguramente no seguiré trabajando ahí, y muchos de los contratos de nuestra empresa serán cancelados, habrá consecuencias cuando se lleve a cabo el divorcio. Sin embargo... —No quiero seguir con ese matrimonio, me niego —declaré firmemente, no quería estar en un matrimonio con un hombre que no me ama, y mucho menos si ya se rumorea sobre él y su amante Morgan, aunque aveces siento que la amante aquí soy yo en vez de la esposa. No esperé que con mi respuesta, mi padre me diera una fuerte bofetada, tan fuerte que mi sentí que me rompió el labio. —¡Pero qué haces papá! —Leonel se puso entre mi padre y yo, muy enojado —¡No vuelvas a golpear a Jenny!. Es la primera vez que padre me golpea, puedo soportar cualquier cosa, insultos, humillaciones, pero un golpe...eso nunca me había pasado. —¡Ingrata! —me espetó mi padre, en vez de pedirme una disculpas —. ¡Después de todo lo que hacemos por ti, te niegas a una simple petición!. Mi madre estaba en shock, con una mano en la boca asombrada de que mi padre me haya golpeado, pero solo eso, nunca hace nada para defendernos. —Cariño —mi madre se acercó temerosa, pero Leonel se puso en medio. —No mamá, ya déjala en paz —le habló mi hermano de mala gana—. No sigan haciéndole daño, ¿No les bastó con Rosa? ¡Ya es suficiente!. Mi hermano, que es el mayor de los tres, siempre nos defiende de nuestros padres, luego le sigue mi hermana Rosa, y yo soy la menor. —No te metas Leonel —replicó mi padre—tu hermana tiene que ayudarnos, si ese divorcio se lleva a cabo... —¿Acaso está en la obligación de seguir con ese hombre? —le interrumpió mi hermano —. Solo les importa el maldito dinero, ¿Acaso no piensan en sus sentimientos? ¿Quieres que termine como Rosa, golpeada y maltratada? Que bueno que se murió ese bastardo, o de lo contrario, lo hubiera matado con mis propias manos. Cuando casaron a mi hermana Rosa, Leonel estaba estudiando ingeniería en el extranjero, él no sabía por todo lo que pasaba Rosa, sola hasta cuándo regresó, pero ya era tarde, el esposo de Rosa había muerto en un accidente aéreo, y ella ya era miserable. Eso pasó hace cinco años, pero parece como si hubiera sido ayer, porque nuestra Rosi sigue igual que cuando pasó ese suceso. —¡Tía! ¡Tía! ¡Estás aquí! —El pequeño Joseph se abalanzó sobre mí, y lo tomé en mis brazos. Todos se quedaron en silencio, mi padre volvió a su asiento, al igual que Leonel y mi madre, nadie discute delante del pequeño. —¿Como has estado, mi pequeño príncipe? —le di un pellizco en sus regordetas mejillas. —Estaba triste, no venías a verme —me hizo un mohín —¿Ya no me quieres tía?. —Claro que te quiero, principito, estaba ocupada y no pude venir anteriormente, pero te prometo que pronto te veré todos los días —le dije, antes de dejarle cientos de besos en sus suaves y delicadas mejillas. —Tía, ¿Que te pasó? —Joseph me tocó la comisura del labio, donde mi padre me había golpeado —. Tienes algo rojo, ¿Te duele?. Todos nos miramos las caras, el ambiente estaba tenso, y Rosa me miraba con nostalgia. —Eso es mermelada, Joss —mintió Rosa —. Ven aquí, tu tía tiene que ir a trabajar. El pequeño Joss me dio un beso en la mejilla antes de que pudiera dejarlo en el piso, es el único angelito inocente de esta casa, por suerte Rosa ha sido su padre y madre durante todos estos años. —Nos vemos tía, y no comas más mermelada, duele —me dijo, despidiéndose con su manito, entiendo perfectamente lo que quiso decir. La verdad es que, lo había visto escondido en las escaleras, me di cuenta tarde, cuando había presenciado todo. —No la volveré a comer, mi pequeño, no te preocupes —concluí, y salí de la casa con muchas ganas de llorar. Me sentía triste, enojada, con ganas de gritar, salir corriendo, o irme a algún lugar donde no me llegue la tristeza, simplemente quiero ser feliz. Ahora mis padres se oponen al posible divorcio, pero Donan en algún momento me lo pedirá, y yo ya me estaba preparando para eso desde que me subí a ese altar para casarme con él. No me ilusioné, no tuve muchas esperanzas, no me aferré, ni siquiera me confesé a él. Todo eso con el fin de no salir tan herida, porque siempre tuve claro que no era la mujer que él amaba, y la que quería llevar al altar. Un remplazo, solo eso. —¿Está bien, señora? —me preguntó Francis, que me miraba por el espejo retrovisor. —Estoy bien, Francis, gracias por la preocupación. —Tiene...una herida en su labio, eso no le gustará al señor —me dijo, con una mirada preocupada. —No creo que se dé cuenta —musité por lo bajo, buscando algo de polvo en mi bolso de mano —. Tampoco lo comentes, me imagino que escuchaste la discusión. Que esto quede entre nosotros. —Como diga, señora. Francis puso el auto en marcha, mientras que yo disimulaba el golpe con un poco de maquillaje, justo tenía que pasar esto cuando voy de camino a la empresa, debí esperar hasta la noche, y evitarme esto.
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