Emiliano cerró la puerta al entrar, la luz estaba apagada, solo una tenue luz de una lámpara estaba encendida.
Miró a Lisa, no pudo evitar decepcionarse de que ella estaba durmiendo, pero luego, al escuchar su respiración supo lo evidente, ella no dormía.
Se recostó a su lado, ella estaba dándole la espalda, sentir su calor como el otro día hizo que su corazón latiera como su virilidad encendida, se abrazó a su cuerpo, hasta estar ensamblados como una unidad perfecta, sintió su calor, olió su perfume embriagante, se acercó a su mejilla, su cálido aliento provocó que la mujer se estremeciera, no pudo seguir fingiendo como quería.
—¿Sabes? Antes de ti, mi vida no tenía mucho sentido, pero cuando te vi, aquel día, en esa fiesta, lo vi todo.
—¿Qué viste? —preguntó curiosa.
—Dulzura en tu
