―Sí, ya sé… un método para que los dos pierdan el miedo. Te lo dejo pasar solo porque te prometí que esta noche no me voy a enojar con vos. ―Bueno, gracias. Mi mamá no parecía muy convencida, pero aún así dejó pasar el asunto de las arrimadas. Quizás los masajes de teta que le dio Priscila la ablandaron un poco. ―Ahora sí, seguí contando lo de tu amiga. ―Ah sí… ella me sugirió que la tocara un poquito. ―¿Y para qué? Si tu idea no es tener sexo con mujeres. ―No; pero igual requiere coraje animarse a tocar una concha. Es más, creo que para una mujer heterosexual requiere más coraje tocar una concha que una v***a. ―Mmmm… bueno, sí, ese es un buen punto. ¿Y te animaste? ―¿A vos qué te parece? Pude ver cómo la mano de Priscila bajaba por el vientre de mi mamá, abriendo la bata por c