Diario de Cuarentena

1057 Words
Diario de Cuarentena: Mi primera noche en la pieza de Pao no fue tan mala Como tenía mucho sueño, me acosté temprano. En algún momento ella se acostó a mi lado y se durmió, sin que yo me diera cuenta. Noté su presencia recién al día siguiente, cuando me levanté. Salí de la pieza sin hacer ruido y me sentí liberado. Había sobrevivido a Pao… al menos por una noche. En nuestro primer día de cuarentena no hubo tensiones. Todo funcionó más o menos como un domingo en el que nadie tiene que salir a trabajar o a cursar en la universidad. Yo no hacía ninguna de las dos cosas, por lo que para mí todos los días eran domingo, desde que terminé el colegio secundario. Camila nos comentó que pudo hablar con la empresa en la que ella trabaja para poder cumplir con todas sus labores sin salir de casa. Eso la animó mucho, podría seguir trabajando. Las que se vieron más afectadas por la cuarentena fueron Pao y mi tía Tamara. Pao no cursa en ninguna universidad, pero trabajaba en una buena tienda de ropa, donde no la explotaban demasiado y le pagaban lo suficiente como para tener siempre algo de dinero… dinero que se gastaba en salidas con sus amigas. Ella no pudo encontrar una forma para trabajar desde su casa, ya que su jefa parecía no entender nada de “ventas online”. ―Si esa mujer no ve a la cliente sacando la plata de la billetera, no vende nada ―se quejó Pao―. Hasta le tiene pánico a las tarjetas de crédito. Le dije mil veces que debe actualizarse un poco, de lo contrario va a tener que cerrar el negocio… y yo me voy a quedar sin trabajo. Tamara, por otro lado, era peluquera, y una de mucho renombre en la ciudad. Ganaba muy bien y su peluquería era espectacular, hasta yo iba a cortarme el pelo con ella. Pero por culpa de la cuarentena una de las profesiones más perjudicadas resultó siendo la peluquería. ―¿Cómo le voy a cortar el pelo a la gente si tengo que estar a dos metros de distancia? ―Se preguntó. Mis otras dos hermanas, Priscila y Milagros, estudian en la universidad. Ellas se estaban adaptando al estudio a la distancia, y se lo estaban tomando con mucha calma. Mi mamá es ama de casa y nunca tuvo la necesidad de trabajar, gracias a que mi difunto padre nos dejó una excelente pensión. Tal vez si mi familia no fuera tan numerosa, hasta podríamos vivir dándonos ciertos lujos. Sin embargo, como hay muchas bocas para alimentar, la pensión alcanza lo justo… y más ahora, que se sumaron Tamara y Jessica. Mi prima tampoco trabaja ni estudia, aunque de vez en cuando ayuda a su madre en la peluquería, y Tamara le paga por ello. Todo eso llegó a su fin con la declaración de cuarentena. Ahora Jessica está en las mismas condiciones que yo: En la más cochina pobreza. Al menos, lo mío es una “pobreza afortunada”. Si bien casi nunca tengo dinero en efectivo, como soy el menor de la familia, y el único varón, siempre consigo que me den plata para comprarme algún libro o algún cómic. La que más me ayuda con eso es Camila. Soy su “pequeño mimado”, y siempre lo seré. Por eso es la favorita de mis hermanas. Sí, yo no tengo ningún problema en admitir que tengo una hermana favorita, y ellas lo saben muy bien. Con Pao nos odiamos a muerte; con Milagros mi relación es bastante neutral: ni buena ni mala; y con Priscila nunca hablo. Ella es más o menos como yo, le gusta pasarse el día encerrada en la pieza, haciendo quién sabe qué. Bueno, sé que a ella también le gusta leer… pero su material de lectura no es el mismo que me gusta a mí. Demasiadas novelas románticas sobre vampiros y hombres lobos. Una vez intenté leer una y casi me da diabetes, por lo empalagosa que era la historia. * * * Diario de Cuarentena: Segunda noche en el cuarto de Pao. Todavía estoy vivo. Sin embargo ya tuvimos nuestra primera discusión. Y sí, todos en la casa sabían que iba a ocurrir más temprano que tarde; y ocurrió. Pao se enojó porque yo estaba usando el televisor de su cuarto para jugar a la Play, y ella quería mirar una serie en Netflix. Le dije que estaba en medio de una partida online de Call of Duty, no podía abandonar a mis compañeros de armas en plena batalla. Pero Paola, que no sabe nada de lealtad, ni de juegos online, insistió en que apagara todo, para que ella pudiera disfrutar de su serie de Netflix. Empezaron las puteadas y todos en la casa se acercaron a ver qué pasaba. Mi madre fue la primera en intervenir. Logró calmarnos lo suficiente, a base de amenazas. Nos dijo que si seguíamos peleando nos iba a encerrar a los dos en el mismo cuarto hasta que hiciéramos las paces, o nos matáramos entre nosotros. Lo que ocurriera primero. Explicamos la situación y me sorprendió que fuera Milagros la que brindara una solución, porque ella generalmente no se mete en las disputas familiares. Tiene la política de no molestar, para que no la molesten. ―En la casa hay un montón de televisores ―dijo―. Nunca estamos usando todos a la vez… y en todos se puede mirar Netflix. Si querés mirar algo, Pao, fijate si hay algún televisor libre. A mí no me molesta que uses el de mi pieza. No me gusta estar todo el día encerrada ahí. Prefiero quedarme en el patio. ―Esta es mi pieza ―se quejó Pao―. Y él puede jugar a la Play en cualquier televisor. ―Sí, pero instalarla en cada televisor antes de empezar a jugar es muy molesto ―dije. En realidad no era un trabajo tan difícil, sin embargo era mucho más sencillo que ella usara otro televisor para mirar Netflix. Al final todos se pusieron de mi parte y Pao tuvo que ir a mirar su bendita serie al dormitorio de Milagros. Diario de Cuarentena: Tuve mi primera batalla en territorio enemigo, y la gané
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