Durante un par de días mi casa se convirtió en algo parecido a un cementerio. Permaneció oscura y en silencio, la gente había desaparecido. Dormí dos noches seguidas en el sofá porque yo también necesitaba estar solo, y aproveché que casi nadie salía de su cuarto más que para ir al baño o para buscar algo de comida en la heladera. Mi mamá dejó una abundante cantidad de jamón, queso, salame y pan, para que nos hiciéramos un sandwiches. Creí que pasaríamos toda la semana comiendo eso, por suerte Pao nos rescató. Pidió al delivery varias pizzas y antes de llevarse una buena selección de porciones a su cuarto pegó el grito: “Hay pizza, la que quiera que venga a buscar”. Por supuesto, el primero en atacar esas cajas de pizza fui yo. Fue un gran error dejarme solo con ellas, aunque creo que Pao