Una vez más las salas comunes de mi casa rebosaban de culos en tanga: Jessica, Paola, Milagros… e incluso Camila, andaban por ahí luciendo ropa interior diminuta. No tenía dónde esconderme de esa estimulación visual, por lo que no pasó mucho tiempo hasta que la v***a se me puso dura. La primera en notarlo fue Milagros, porque ella estaba sentada a mi lado en uno de los sillones del living. Me ignoró, siguió concentrada en su teléfono celular y yo intenté ocultar mi vergonzosa carpa. Fue inútil, porque mi madre se dio cuenta. Ella se acercó a mí, con el ceño fruncido, y bajando la voz me dijo: ―¿Se puede saber por qué estás así? La miré boquiabierto, no sabía qué responderle. ¿Cómo iba a decirle que se me paró la v***a porque mis hermanas estaban usando tanga. Mucho menos podía mencionar