―Dale, abuela… contestá ―dijo Milagros. La única que permaneció en silencio y expectante fue Priscila―. ¿Te metieron una v***a por el culo, sí o no? ―Em… este… dios, qué vergüenza. Las cosas que me hacen decir. Sí… me la metieron por la cola… No entendí por qué lo reconoció, hasta que mi Selene intervino. ―Así es. No puede mentir, porque yo misma vi cómo le taladraban bien el orto… y no, no fue mi papá. Contales, mamá… ¿era grande la pija que te metieron por el culo? Y más te vale que digas la verdad… ―Sí… sí… era grande… ―Y contales lo que le decías a ese tipo mientras te daba por el culo. Dale, porque si lo digo yo va a ser mucho peor. ¿Qué le decías? ―Ay… le dije que… no puedo… no puedo decirlo… ―Más te vale que lo digas, mamá ―intervino Tamara una vez más―. Porque sino nadie te