Su cara se iluminó. ―Sí, tengo que admitir que fue muy lindo. ―Entonces llegaste más lejos que yo. ―¿Ni siquiera te dieron un beso, Mateo? ―Los besos de mis hermanas en la mejilla o en la frente no cuentan… así que no. ―Ay, pobre mi hermanito. De pronto ya no me siento tan mal. ―¿Y por qué te sentías mal? ―Por todo esto que te estoy contando. Ando un poquito… deprimida. Este asunto me tiene mal. No te digo que esté desesperada por acostarme con el primer tipo que se me cruce por el camino; pero esto de ser tan virgen, a esta edad, ya me está afectando. ―No sabía que hubiera una edad para dejar de ser virgen. ―No la hay, pero cuando empezás a enterarte que todas tus amigas ya tienen sexo con sus parejas, y que hasta tu hermana menor cogió más que vos… porque sé que Pao ya debe hab