―¿Qué decís, pendejo? ―Se quejó Pao, aprovechó este repentino cambio de humor para alejarse rápidamente de mí, lo cual fue un alivio. Mi v***a quedó erecta; pero ya no estaba dentro de su sexo… y nuestra madre no había visto nada―. Mirá, mamá… espero que no me eche la culpa a mí de que tiene la v***a dura ―lo dijo como si recién se percatara de mi erección. ―No le digas eso a tu hermano, che. Él no puede evitar que se le pare… si a cada paso que da lo único que ve son culos, conchas y tetas. Es lógico que esté empalmado todo el día. ―Solo digo que yo no hice nada para que esté así ―no me enojé con ella, al fin y al cabo solo intentaba zafar de la incómoda situación en la que nos habíamos metido. ―¿De qué querías hablarme, Mateo? ―De nada ―intervino Pao―. No tiene nada para decir. Ci