―¿Y las mías? ¿Te ponen incómodo? ―Un poquito ―dije, sonrojándome. Ella sonrió maternalmente. ―No te preocupes, que yo me siento igual. Vení, vamos a sacarnos una foto juntos, frente al espejo. Ella tiene un gran espejo junto al ropero, se puso de pie frente a él y admiró su cuerpo. Se quitó el pantalón y solamente le quedó una prenda de vestir: una tanga blanca de algodón bastante sencilla. Esa tanga hubiera lucido como un bikini en una chica más menudita, pero con lo voluptuosa que es Camila, ese pequeño pedacito de tela no hacía mucho por cubrir su anatomía. Incluso se podía ver buena parte de su pubis, el cual estaba perfectamente depilado. ―Parate atrás mío y agarrame las tetas. ―¿Qué? ―Sí, lo que escuchaste, Mateo. Esto no es para tanto, al fin y al cabo Milagros también me