―No lo sé, te juro que no lo sé. No entiendo por qué mi líbido se despertó de esa manera, si por lo general la tengo muy dormida… quizás… quizás porque no acostumbro masturbarme, y llegué a un límite que mi cuerpo me pedía descargar de alguna manera. ―Pero si se la chupás a ella, ¿cómo puede ser una descarga para vos también? ―Em… es que a veces, mientras se la chupo, yo… me hago la paja. No es algo que haga a consciencia, de hecho… intento evitarlo. Porque cada vez que Jessica me ve tocándome la concha, empieza a decirme cosas como: “Ay, tía… ¿tanto te calienta mi concha?” ―La muy yegua no te deja pasar una. ―No, para nada. Fue un gran error pedirle la concha de esa manera, hasta sonó como una súplica, a pesar de que no era mi intención. Ahora que lo pienso, ese día andaba un poco d