Litros de leche comenzaron a saltar de mi pija, para terminar dentro de la concha de Jessica. ―¡Ay, mirá tía! Me está llenando de leche… y van ocho minutos y medio. Te faltó tan poco, primo… ¡Qué decepción! Mi mamá no dijo nada. No tuve tiempo para concentrarme en ella. Aún luchaba contra mi propia v***a, como si pudiera contener el próximo de leche; pero era inútil, cada escupida de mi v***a era más incontrolable que la anterior, y todas terminaron dentro de la v****a de Jessica. ―Ahora que estoy bien llena de lechita, viene la mejor parte ―dijo la rubia―. ¿Sabés de qué hablo, tía? ―Sí, lo sé. ―¿Estás lista? ―Sí… ―mi mamá respondió como si fuera un ente sin emociones. Debía dolerle mucho, en el orgullo, ver a su hijo fracasando de esa manera. ―Ahora, Mateoito querido… ―dijo Jessica