La angustia me estaba devorando por dentro. Necesitaba hablar con alguien. Mientras veía a Milagros preparando su valija, para mudarse con Priscila, entendí lo mucho que me haría falta. Entré a su pieza y la abracé fuerte por detrás. Ella se puso tensa, porque no me vio venir, pero en cuanto entendió que era yo, se relajó. —Si me vas a coger, cerrá la puerta… para que mamá no nos vea. —No vine a coger… además, creo que ya cogimos suficiente anoche. Tuvimos un intenso “trío de despedida” en el que participó Priscila. Estoy segurísimo de que mi mamá escuchó los gemidos de estas dos, porque no fueron nada discretas. Por suerte tuvo el acierto de no decirnos nada. Selene entendió, tan bien como nosotros, que ésta podría ser la última vez que tuvieramos sexo juntos. —¿Entonces, por qué tan