Mi madre me miraba con los ojos desencajados, desde el umbral de la puerta. Yo estaba acogotando mi v***a, con tanta fuerza como me era posible. Algunas gotitas de semen ya estaban saliendo, podía sentir la presión de todo lo que aún quedaba adentro. Sabía que debía aliviarla, de lo contrario mi pene estallaría. ―¡Mateo! ¿Se puede saber qué mierda estás haciendo? Dijo Selene, con la voz demasiado elevada. Tenía miedo que los gritos de mi madre despertaran a todas las personas de la casa y que mis hermanas vinieran a ver qué ocurría. ―¡Mamá… yo… em! Sus ojos estaban clavados en mi v***a, la miraba como si se tratase del cadáver de algún animal extraño, algo de lo que tendría que deshacerse. Empecé a sentir contracciones en la boca de mi estómago, una mezcla de dolor y placer; se trata