Lo habían hecho.
Habían cruzado la línea que Alejandro había trazado con tanto cuidado, dos veces, de hecho.
Mientras él los conducía a la oficina del alguacil local, Valeria se sentó en silencio a su lado, contemplando los eventos de la mañana. Sus sentimientos fluctuaban por minutos.
Una parte de ella se sentía como una juventud vertiginosa: ¿Lo había disfrutado tanto como ella? ¿Él siempre había sido tan atractivo y ella tan ciega a eso? ¿Sentiría siempre tanto placer incluso con un simple beso? ¿Debería invitarlo a su apartamento cuando regresaran a Washington? ¿Se divirtió tanto coqueteando con ella como ella con él?
La otra parte estaba analizando la situación pragmáticamente: ¿Qué significaría esto para su asociación? ¿Fue lo correcto? ¿Qué repercusiones se avecinan? ¿Sonia y Cu
