Un par de minutos después, me encontraba sentada en uno de los sillones de espera en la sala central, mientras la Gerente de Recursos Humanos se preparaba para dar inicio a las entrevistas.
Estábamos ocho mujeres ahí, algunas eran más jóvenes, otras inusualmente mayores para el cargo; no podía saber qué tan capacitadas estaban ellas, lo que sí podía decir, era que no se podía discutir que yo ya no estaba en la contienda. Lo había arruinado todo incluso antes de salir del elevador.
«¡Soy una idiota!», seguía reprochándome al recordar mi encuentro con Alexander Clark. ¿Cómo no había adivinado que era él? Conducía un auto costoso, y su bolsa de gimnasio era de diseñador, fue como si me hubiese vuelto ciega por unos minutos, pero… ¿podría alguien culparme? Ese hombre sonreía y de inmediato se detenía el tráfico de la Quinta Avenida.
Era, según las revistas de economía, el empresario más prometedor de los últimos años, se estimaba que antes que acabara el año, sus ingresos se triplicarían, se rumoraba que importantes marcas le habían propuesto alianzas para promocionar sus productos con C-Style, y su propia línea de prendas estaba en pleno auge, solo la última temporada le había valido un vestido veraniego en la portada de Cosmopolitan.
Y yo lo había tildado de idiota sexista.
Me incliné sobre mis rodillas y me di masajes en la frente, estaba estresada en extremo, pero lo que sentí en ese momento no se comparó a lo que sentí cuando la mujer en la oficina finalmente se puso de pie y salió a hablar.
—¿Savannah Miller? —preguntó posando su mirada de un rostro a otro.
—Soy yo. —Levanté la mano y me puse de pie cuando me lo indicó.
—Buen día, señorita Miller, yo soy Emilia Smith, Jefa de Recursos Humanos, es un placer conocerla. —Me ofreció su mano y yo la acepté, lamentando estar sudando de los nervios.
—Mucho gusto, señora Smith, para mí es un placer estar aquí.
—Claro… Ahm, acompáñeme, por favor. —Asentí con una mueca de contrariedad, al ver que no me indicó el camino a su oficina, sino que por el contrario, nos dirigíamos al salón este, justo por donde había entrado.
«Estupendo, me escoltan a la salida sin siquiera hacerme la entrevista… ¡Qué vergüenza!», me dije siguiendo a la mujer, a medida que, cubículo tras cubículo, todos los ojos a nuestro paso se posaban en mí.
Pero mi contrariedad fue mayor cuando llegamos a la puerta del elevador y la mujer siguió de largo, y al comprender que no me echaban, pero tampoco me iban a hacer la entrevista, mi nerviosismo se disparó a niveles preocupantes otra vez.
—Buenos días, Rachel —saludó Emilia a la chica detrás del escritorio circular del salón semi privado al que entramos.
—Buenos días, Em… ¿Qué tienes para mí hoy?
—Savanna Miller, una de las aspirantes de hoy… Alexander pidió entrevistarla él mismo —respondió la mujer, haciendo que se me bajara la tensión al instante.
¿Quería entrevistarme él mismo? En ese momento me convertí en un manojo de nervios, roja como un tomate, seguramente; y cuando la tal Rachel me dedicó una mirada despectiva de pies a cabeza… todo se mezcló con un poco de enfado.
—¿Sí? Eso es inusual… ¿Por qué será?
—No tengo idea, pero es una menos para mí, así que no se lo voy a discutir, te agradecería que me hicieras el favor —comentó, señalando el teléfono.
La mujer levantó el aparato y marcó una tecla.
—Señor… Emilia acaba de traer consigo a la señorita Miller, ¿le digo que espere? La junta empieza en quince minutos... Ah, lo siento; vale, enseguida. —Colgó y con el ceño fruncido me miró medio enojada—. Adelante… te está esperando.
Sonreí y acepté la carpeta que me pasó Emilia antes de empezar a caminar. Fui consciente de que ambas mujeres empezaron a murmurar tan pronto como me alejé del escritorio, pero apenas tenía vida para prestar atención a eso, todas mis energías estaban enfocadas en no vomitar tan pronto entrara a esa oficina.
El interior era impresionante, toda la que tenía que ser la pared frontal a la puerta era un conjunto de ventanales que daban vista al Madison Square, pero la vista me importaba poco en ese momento, solo podía prestar atención al hombre que me miraba desde el escritorio, y me señalaba hacia la silla de enfrente.
—¿Qué tal, Savannah? Toma asiento, por favor, esto será rápido .—Él hablaba con educación, pero no podía ocultar su sonrisa maliciosa, o peor aún... no quería hacerlo.
—En serio lo siento —me apresuré a decir tan pronto como me senté.
—Seguro que sí —comentó sin dejar de sonreír—, pero comprenderás que luego de nuestro encuentro… es normal que sienta cierta curiosidad por tu solicitud.
—Claro.
«¡Estoy perdida!», me lamenté alarmada.
—Veo que tienes buenas credenciales, imprentas y empresas de publicidad… en todas estuviste tres años, es como si lo hubieses planeado así para que contara. —Alzó una ceja con apreciación—. ¿Por qué decidir trabajar ahora en una empresa de moda?
—Bueno… es que… Ese siempre ha sido el plan. —Me aclaré la garganta, en un intento de dejar de titubear—. Mi sueño siempre ha sido trabajar en la industria de la moda, pero… orientada al marketing, no tuve trabajos soñados, pero siempre busqué aquellos que me ayudaran a crecer.
—Una estrategia brillante, pero… comprenderás que compites con mujeres que sí han estado en esta industria por mucho tiempo, entonces debo pedirte que me des una buena razón para contratarte a ti y no a ellas, pero me temo que solo nos quedan seis minutos antes de mi junta —dijo mirando su reloj.
Abrí los ojos desmesuradamente ante aquella orden implícita, pero él lucía bastante complacido por mi contrariedad; y aun así, debía subirme al caballo y tomar las riendas de la situación, no sabía si me estaba dando una oportunidad real, pero de igual forma iba a tomarla, ¿ya que más tenía por perder?
—Verá, señor Clark. Soy una mujer bastante detallista, me fijo en cosas que los otros pasan por alto incluso cuando le recalcan el asunto, por ejemplo, me fijé que le incomoda que lo acosen tan pronto sale del elevador, también que el café que le dieron no era el indicado, o quizás estaba frío, porque noté sus gestos de desagrado. Noté también que todos entran en conflicto al verlo llegar y no saben quién debe hablar primero, es una falta de organización grave, y algo así no pasaría jamás en las labores en las que yo esté involucrada... Soy una maníaca del control y una perfeccionista,.
El hombre se reclinó sobre el asiento, alzando la ceja con admiración.
—Por eso no solo me doy cuenta de las cosas, también busco optimizarlas. Detesto el caos y siempre busco ponerle orden a todo, y así será con cada proyecto que se deje en mi escritorio o con cada labor que se ponga sobre mis hombros, me gusta hacer bien mi trabajo y le pongo cada pizca de empeño que tengo, pero si obtuviera el trabajo en C-Style… No solo trabajaría con empeño, sino con amor por la moda. Estoy capacitada para maquetizar visualmente campañas enteras, y organizar lanzamientos digitales masivos. Tengo un curso en Marketing Visual que estoy segura será de provecho para la empresa, y soy tan detallista y determinada que, aunque inicialmente no sepa cómo, al final podré realizar cualquier tarea que se me presente… Como exponer un argumento en solo seis minutos, sin haberme preparado para ello.
Uní mis manos y las dejé descansar sobre mi regazo, mientras él fruncía el ceño y miraba su reloj antes de soltar un resoplido mudo.
—¡Vaya! Seis minutos exactos... Eso es impresionante, no lo voy a negar. —Siguió mirando mi carpeta sin que la sonrisa abandonara su rostro, pero cuando me miró nuevamente, no supe que pensar—. Bueno… supongo que eso será todo, gracias por presentarse para el cargo.
Procuré sonreír y actuar con gracia mientras tragaba con dificultad y me ponía de pie.
—Gracias a usted por darme la oportunidad, señor Clark. —Extendí mi mano hacia él y seguí manteniendo la dignidad mientras salía de la oficina.
Al verme, la tal Rachel siguió mirándome con desdén, pero nuevamente la ignoré, necesitaba salir de aquel edificio y encontrar alguna alcantarilla abierta para lanzarme de cabeza, un chapuzón en las aguas de mierda era un castigo justo por haber arruinado la mejor oportunidad que había tenido en años.
Presioné el botón del elevador con dedos temblorosos y esperé con impaciencia que se abrieran las puertas una vez más, pero antes de que eso pasara, oí mi nombre y me giré para ver a Emilia con las manos abiertas en gesto sorprendido.
—El señor Clark pregunta si es posible que empiece hoy mismo.
—¿Qué dice? —pregunté atónita, sin poder creerme lo que escuchaban mis oídos— ¿Me están contratando?
La mujer sonrió con cierto aire burlón y se acercó a mí.
—Tuviste que haber hecho algo bien, debes firmar unas cuantas formas primero, pero… ¡Bienvenida a C-Style!