Llamado bebuno.

3313 Words
Me incliné más sobre el mostrador y enfoqué la mirada a la calle, Mason acababa de salir de la florería y no miró atrás para decir adiós, supongo que después de más de tres años juntos ese tipo de cosas ya no importaban. —Livvy, aquí tengo las notas de los proveedores que me pediste —dijo Emma. En sus brazos cargaba dos grandes carpetas rojas y las dejó frente a mí en el mostrador de cristal. —Gracias. Necesito revisar quién de ellos nos está saliendo más caro de lo que vale y también necesitaremos nuevos proveedores ¿Crees que puedas buscar algunos? Dame algunas propuestas. —Seguro ¿Algún presupuesto en mente? —Sólo busca que sean los mejores. O si su empresa tiene algún nombre interesante, inclúyelos en la lista, me gusta cuando la gente es creativa. No podía decir lo mismo de mí, porque no me esforcé mucho al ponerle a mis florerías: Livvy’s flowers. Emma asintió y me dejó sola en el recibidor de la tienda con las cuentas que había que sacar. Los números nunca me habían gustado, pero haber estudiado la carrera de economía resultó no ser un total desperdicio, aunque jamás se lo diría a mi abuela. No pasaron ni cinco minutos cuando la campanilla de la entrada timbró y anunció la llegada de un futuro cliente, alcé la cabeza con una sonrisa en el rostro, pero me flaqueó un poco al ver que era Aria y no un cliente. Aun así, me alegré de verla. — ¿No deberías estar en tu casa descansando? —Estoy embarazada, no enferma —dijo. También tomo de mi taza de té y toco su abultado vientre—. No trabajar es muy aburrido y llevo en casa una semana. —Bieeen —dije con una voz aguda y feliz, le pasé las carpetas del otro lado—. Puedes ayudarme con las cuentas. —Nooo —dijo ella, imitando mi voz—. Voy a ir al centro comercial a comprar el regalo del baby shower de Brianna. Y tú vas a acompañarme. Resoplé en burla. —Falta ¿Cuánto? ¿Un mes? Aún hay tiempo. —Un mes para que nazca su hijo, pero mañana es el baby shower, Livvy. — ¿Qué? Claro que no. Esa idea me parecía absurda porque yo no podría haberlo olvidado, pero por la cara que Aria me dio… al parecer lo había olvidado. Saqué la agenda de mi bolso y busqué en qué fecha estábamos, aún con la absurda esperanza de que Aria se equivocara. No, no se equivocó. Y yo me quedé con una cara de tonta al leer: baby shower de Brianna, junto a una pegatina de carita triste. Cerré rápidamente el cuaderno y sonreí sin diversión. —Supongo que tú también comprarás el regalo, toma tú cartera y vámonos que se hace tarde. —Aria, si mañana es la fiesta… yo debí de hacerle sus arreglos florales. Dios, no tengo nada listo. —Estás jugando ¿cierto? Bri te va a matar. Y yo ya me sentía muerta. Llamé a Emma a gritos. Ella llegó dos segundos después. —Emma, necesitamos hacer los arreglos florales de Brianna ya mismo —mi amiga de verdad me iba a matar si no los hacía—. ¿Recuerdas qué flores pidió? Creo que quería margaritas, gerberas y claveles… —Livvy, nosotras ya las tenemos listas —me interrumpió Emma, casi con una sonrisa divertida—. Las chicas y yo en la parte de atrás estamos terminando con las últimas, mañana estarán listas a las dos de la tarde. Aria me miró con burla y nostalgia y yo no pude hacer otra cosa más que tomar mi bolsa, tranquila por tener un equipo competente. —Voy a salir temprano, Emma. Quedas a cargo. Y supongo que mañana me tomo el día. Gracias, cuídate —fui hasta donde Aria y señalé mi bolso—. Cartera lista, vámonos. Yo manejo. Aria caminó a mi lado y se sujetó a mi brazo. —Tendrás que sujetarme, porque a veces ya no veo las grietas del suelo. Durante el camino fuimos comiendo unos dulces de chocolate que ella traía guardados en su bolso y fue hablando sobre que su madre irá a vivir con ella y con Jace en un mes y que se quedaría con ellos hasta el momento del parto, también dijo otras cosas, pero ya no la estaba escuchando. Mi mente sólo podía pensar que el baby shower de Brianna era al día siguiente y eso significaba una cosa: mi cumpleaños sería la siguiente semana. Cumpliría treinta años en siete días y mi vida se seguía sintiendo exactamente igual a cuando tenía veinticinco y era soltera. Mis tres amigas de la universidad, mis mejores amigas, ya estaban casadas y con hijos o próximas a tenerlos y yo… seguía exactamente igual. Mason y yo aún no vivíamos juntos porque… no sé por qué, pero no lo hacíamos; yo vivía en un departamento, un departamento y no una casa de dos pisos como mis amigas y sus familias recién formadas. Mason era mi novio, novio más no esposo o prometido. Yo no tenía un bebé, es más, ni un perro porque a Mason no le gustaban. Treinta años y aún no tenía nada de eso como el resto de mi círculo social. A ninguna de ellas les apasionaban las compras, no como a mí. Ya no íbamos a comer todos los fines de semana y tampoco de fiesta por la noche, ya nadie iba al gimnasio conmigo, adiós desayunos juntas porque sus horarios eran más apretados que el mío. La última fiesta a la que fui fue al cumpleaños de un año del hijo de Addison, su segundo hijo. Sí, segundo. ¿Por qué yo no tenía nada de eso? — ¿Qué te parece esta? —dijo Aria cuando ya estábamos en la tienda para bebés. Era una pañalera hermosa y gigante, sin duda le cabría todo lo que un bebé necesitaba, aunque yo no sabía qué era lo que un bebé necesitaba. —Es horrible —dije de mala gana y le tomé otro de los chocolates que cargaba. —A mí me había gustado —su expresión cayó y la devolvió al estante. Y a mí también, por eso lo dije. Caminó por el pasillo y yo me quedé observando las muchas tallas de pañales del otro lado, todos los empaques con las caras de un bebé hermoso que me miraba fijamente. Quería un bebé, esa era la única verdad. —Aria —llamé con culpa. — ¿Sí? —preguntó distraídamente mientras miraba una carriola colgada al techo. —Si te cuento algo ¿Prometes no pensar que soy la peor amiga? Aria dejó de ver las carriolas y giró para prestarme mejor atención. — ¿Te acostaste con Jace? —preguntó lentamente. —No, qué cosas dices, Aria. — ¿Te acostaste con el esposo de Brianna o el de Addison? —No. —Ya se… ¿Tiraste al bebé de Addison hace dos semanas que te lo encargó? Sabía que no era una buena idea… —No. Qué falta de confianza la tuya, mujer. —Bueno, tenía que asegurarme —sonrió y ambas tomamos un chocolate—. Vamos, dilo. No creo que seas la peor amiga. Miré uno de los biberones y suspiré pesadamente. —Cada de compro regalos para ustedes o sus bebés…  compro lo peor de la tienda —confesé. Aria juntó las cejas sin entender y tuve que explicarle mejor—. Si… eh… ¿Recuerdas el juego de platos de cristal que te regalé en tu boda? —asintió—. Eran los más feos del lugar, había una vajilla blanca con un patrón pintado a mano que era hermoso y te juro que te lo quería comprar —hablé muy, muy rápido, pero era mejor dejarlo salir así—, pero… luego pensé… que me gustaría que a mí me regalaran eso en mi boda. Entonces, lo dejé. ¿Recuerdas el piano musical que le regalé al pequeño Avery hace unos meses? Era el más simple. Había una mesa musical gigante que quería regalarle, pero… luego pensé que eso quería que fuera para mi propio bebé y… lo dejé. Igual con el juego de té de Brianna y el… —Muy bien, ya entendí —interrumpió mi balbuceo—. Para que estés más tranquila… me encantan esos platos de cristal. Me encogí de hombros. —Es que… quiero un bebé para mí, quiero… una familia. Aria me ofreció un chocolate más. Lo tomé porque yo sí tenía tiempo de ir al gimnasio cuando quisiera. — ¿Ya lo hablaste con Mason? —negué lentamente—. ¿Nunca de los nuncas? —volví a negar—. Pues… creo que eso es lo que debes hacer primero, sólo… ve dejando la idea en su cabeza. Así lo hice yo con Jace —sonrió triunfante y me guiñó un ojo—. Lo llevaba todo el tiempo con Addison para que viera a Avery, luego ponía películas sobre algún bebé que no fuera travieso, también le decía datos sobre la fertilidad. Al final, cedió. —Pero Mason y yo aún no estamos casados. ¡Ni siquiera vivimos juntos! —le recordé. —Empieza a llevar cosas a su departamento. ¿Ya tienes un lado del closet? Lo pensé y me mordí el labio. —Tengo un cajón, eso es algo ¿No? —Después de tres años juntos… no, no es nada. La siguiente vez que te quedes a dormir con él… cuelga algo en el closet —ordenó con una expresión que me intimidó un poco. Asentí, pensando en qué podría llevar y colgar. — ¿Y luego? ¿Le habló de bebés? —pregunté, ansiosa y trazando un plan en mi mente. —No, no. Iremos poco a poco con Mason —dijo, muy segura—. Mientras tanto, buscaremos lo peor de la tienda para que le regales a Brianna. Y yo buscaré lo más barato porque estoy desempleada por ahora y voy a tener una bebé en dos meses, lo cual no es nada barato. Más ligera al compartir mi secreto con mi mejor amiga, continué en la búsqueda de algo que no fuera para mi futuro bebé o la futura yo; una que esperaba no tardara en llegar. Después de dejar a Aria en su casa, manejé en dirección a mi departamento, pero… si quería acelerar el proceso… tenía que hacer algo al respecto. Así que conduje hasta el departamento de Mason para verlo. Me abrió la puerta con la misma mirada caliente y galante con la que siempre me recibía, al menos eso era algo constante en estos tres años. —Hola, preciosa —me abrazó y enterró cara en mi cuello mientras me daba pequeños besos—. Justo estaba por salir con los chicos, pero puedo quedarme un rato contigo antes de irme. —Conduje hasta aquí… ¿Y te piensas ir? —me crucé de brazos y sí, hice salir más mis pechos. Hombre, tenía que jugar con su mente un poco. Mason se separó de mí un poco y pasó su mano por el oscuro cabello que le caía sobre la frente. — ¿Acaso tienes una mejor propuesta? —preguntó, usando su voz seductora. Me acerqué a él y lo besé suavemente, no era desesperado ni muy alocado, dejé que fuera lento, pero que hiciera su efecto poco a poco. También acerqué mi cuerpo al suyo hasta que lo único que nos separaba eran nuestras ropas. —Se me ocurre… que sólo podemos acurrucarnos en la cama y pasar la noche como una pareja normal. Mientras las palabras salían de mi boca también sentí cómo Mason iba alejándose más de mí hasta que finalmente se separó por completo. —Livvy... no podemos desperdiciar un viernes por la noche de este modo. —Para mí no es desperdicio, Mason —pronuncié su nombre con la misma lástima que él el mío. — ¿Qué te parece si el domingo vamos a desayunar a esa cafetería que tanto te gusta? —sacó el teléfono de su pantalón y luego tomó sus llaves. Estaba segura de que eran sus amigos, sus idiotas y solteros amigos que no eran un buen ejemplo de la vida que yo quería para ambos—. Ahora tengo que ir con los chicos, mi amor. Es más, mañana te invito a comer también. —Mañana es el baby shower de Brianna —le recordé. Sin esperanzas, me di media vuelta antes de que Mason dijera algo más para salirse de esta—. Supongo que te veré el domingo. Espero que no te diviertas con tus amigos. —Mi amor, no te molestes —gritó desde su entrada, pero igual ya estaba tomando su abrigo para salir.          ---------- El pequeño salón de té estaba decorado con globos blancos y flores de mi propia florería que le daban el toque justo de color, también daban al lugar una fragancia refrescante. Algunas amigas de Brianna ya habían llegado al igual que unos pocos de sus familiares. Dejé mi regalo bien envuelto en la mesa de la entrada y unos niños casi me tiran al pasar corriendo frente a mí. Me sentí rara desde el primer paso dentro. Todas ahí vestían como… madres, ya no usaban tacones altos como los que yo traía puestos, o vestidos escotados y de colores brillantes, tampoco un labial hermoso y llamativo con el mío, todas eran… madres. Y yo las envidiaba. Brianna me saludó de lejos y me hizo señas para que me acercara a ella; su largo cabello dorado estaba recogido en un alto peinado y eso la hacía verse mayor, pero su sonrisa era enorme, casi tanto como su vientre de treinta y seis semanas. —Qué bueno que llegaste, Livvy —me abrazó y yo le devolví el gesto con el mismo cariño. Puede que yo quisiera vivir lo que ella vivía, pero eso no significaba que no me alegraba por su felicidad. —Te ves preciosa —le dije—. Y claro que no iba a faltar —me agaché a colocar mi cara frente a su vientre y también saludé al pequeño humano ahí dentro—. Hola, tú. Por favor, dime que eres un niño porque aposté con la tía Aria a que eres niño. — ¿Están apostando con el sexo del bebé? —se enojó. —Un poco —sonreí más. —Tú y Addi apostaron para ver si me casaba con Jace o no —dijo Aria llegando y empujando la carriola con el hijo mayor de Addison hasta nosotras—. Eso fue mucho peor. —Que conste que yo aposté a que sí te casabas —dijo Addison. Cargaba al pequeño Liam de dos meses es sus brazos de arriba a abajo porque éste no paraba de llorar—. Livvy, te odio por usas esos tacones, te envidio en realidad. — ¿Qué tiene Liam? —pregunté, ansiosa por cargarlo. —No sé, no deja de llorar. Avery nunca fue así —miramos al primero de sus hijos dormido plácidamente en la carriola y luego tomé a Liam en mis brazos; curiosamente, dejó de llorar casi en el acto—. ¿Cómo lo hiciste? ¿No quieres ir a vivir conmigo? —Los bebés me aman, es una señal. Un llamado —dije. En especial para Aria, pero ella sólo alzó las cejas. —Opino lo mismo, Livvy —dijo Brianna—. Apresura a Mason. Es más, embarázate sin que lo sepa. —Pero qué bobadas dices, Bri —la regañó Addi—. No es como ir a la tienda. Hay que pensarlo muy bien. —Pero si tú ya tienes dos hijos, no lo pensaste demasiado. —Eso fue porque Carter es incapaz de contenerse, pero escúchenme bien… jamás confíen en la lactancia materna como un método anticonceptivo. Liam es la prueba de que no sirve. Ellas rieron, pero yo sólo miraba al pequeño niño en mis brazos y lo dulce que se veía mientras el sueño ganaba la batalla. — ¡Ya voy, mamá! —gritó Bri—. Cielos, mi madre me está volviendo loca. ¿Cuándo llega tu madre, Aria? Disfruta de tus últimos días de paz. —Ay, querida, espérate a cuando tengas dos hijos. —Livvy, el bar está por allá —me dijo y señaló al fondo—. Lejos de los niños porque… bueno, ya sabes —en realidad, no, no lo sabía—. Tengo que ir a ver qué necesita mi madre. Vayan a la mesa de dulces, todo está delicioso —y se fue. —Genial, vamos a engordar un poco más antes de dar a luz —dijo Aria. —Esperen —nos detuvo Addison, luego miró a su hijo en la carriola—. Ya se hizo del baño, otra vez. — ¿Cómo lo sabes? —pregunté, entre impresionada y escéptica. —Lo sé —se encogió de hombros y tomó las riendas de la carriola—. Adelántese, luego las alcanzo. Te encargo a Liam, Livvy. Aria y yo caminamos hasta la mesa de dulces porque ella ya había visto una bolsa de palomitas con caramelo y se moría de ganas de comer un poco. Mis dos manos estaban ocupadas cagando a Liam y no podía comer golosinas en ese momento, pero no me importaba porque la imagen de tenerlo acurrucado entre mis brazos era hermosa. Y su olor, santo cielo, olía delicioso. — ¡Ahí están mis dos chicas favoritas! —dijo una voz diferente al resto. Mika se acercó a nosotras y con un nuevo tono de azul en las puntas de su cabello, juntó su dedo índice y medio de cada mano antes de besarlos y luego los puso sobre mi mejilla y la de Aria. — ¡Oye, faltó Liam! —Ay no, nena —me dijo—. Los niños no me gustan. Él era así, honesto a más no poder y no dudó en hacer una mueca de asco frente a las otras madres, tampoco le importó mirar con horror el ombligo salido de Aria. —Oye, maleducado, mira hacia otro lado —le reclamó ella—. ¿Sabes que esto es un baby shower y está lleno de bebés? — ¿Sabes que yo organicé el evento de Brianna? —preguntó de vuelta—. Por cierto, Livvy, es un placer hacer negocios con tu florería, los arreglos son hermosos. —Se pasó toda la tarde de ayer haciéndolos especialmente para Brianna —dijo Aria, muy segura. —No podía fallarle a Bri —reafirmé yo. —Livvy, quítate esa mirada —amenazó Mika. — ¿Qué mirada? —Esa mirada loca de quiero un bebé. — ¡Pero quiero un bebé! —susurré enérgicamente. —Dice que le llaman los bebés —agregó Aria. —Bloquea el número, así de fácil. Los bebés sólo son pañales llenos de popo, lloros a medianoche, dinero mal invertido y más pañales con popo ¿Por qué querrías eso? —Hola, aquí hay una madre primeriza que tendrá a una bebé en unas semanas y no necesita que la asusten más. —Lo siento, Ari —le dijo Mika, luego le tapó los oídos y continuó—. En serio, no sé por qué quieres un bebé. Mejor sé la tía buena onda. —No quiero ser la tía solamente. Y ¿Sabes qué? Voy a tener un bebé, voy a aceptar su llamado.
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