•West High, secundaria de la muerte.

1428 Words
La alarma de mi teléfono suena alocada y me pone los pelos de punta. Anoche me quedé hablando con Parker hasta la madrugada y conseguí dormir solo tres horas. Parezco un maldito zombie. Me levanto de mala manera ya que no tengo muchas ganas de iniciar el día, lamentablemente hoy empiezan las clases para mi hermana y para mí, me ganan los nervios y la angustia. ¿Y si no encajo? ¿Y si vuelvo a tener mala junta? ¿Qué tal que me expulsen por ser una marginada que se muele a golpes con deportistas idiotas y porristas perras? Acabo de despertarme y ya no quiero saber nada con pisar esa maldita secundaria. Estoy segura de que para Britney será más fácil, ella encaja en todas partes. A veces me gustaría ser como ella, como mi hermana, bonita, inteligente y sociable. Ser yo apesta. Me doy una ducha rápida, me cambio, seco mi cabello, tomo mi mochila y bajo a llenar mi estómago con un buen desayuno. Creo que la comida podrá calmar mi ansia. —¿Buen día? —papá deja un plato con huevos revueltos, tostadas y queso derretido frente a mi. —Hola —saludo seca. Lleno mi taza con café y me dispongo a desayunar mientras leo Twitter, es como mi diario de todas las mañanas. En eso baja Britney, espléndida como siempre y se sienta en la mesa a desayunar con nosotros. —Niñas, las dejaré en la escuela y mientras ustedes van a clases hablaré con el director. Luego tengo que ir al correo, tienen llave las dos. —¿Para qué tienes que ir al correo? —pregunta mi hermana. —Me llegó una carta de trabajo pero prefiero ir a buscarla en persona. —¿Qué tipo de carta? —lo miro seriamente. Mi padre es dueño de una empresa familiar, según tengo entendido, son seguridad privada. Desde nuestros trece años, papá, se iba y nos dejaba en casa solas a mi hermana y a mi, por lo general nos vigilaba la vecina o muy rara vez mi tía con su familia viajaba a pasar unos meses con nosotras en casa. Así que si tan privada e importante es esa maldita carta, significa que Mateo Dalleris nos dejará solas una vez más. —No estarás planeando irte de aquí y dejarnos solas ¿O si? —Brit le habla sin quitar su vista del teléfono. —Yo no planeo, es necesario si así me lo piden. —¡Papá, demonios! Estamos en una ciudad la cual no conocemos, rodeadas de gente que no conocemos y tú te vas para dejarnos solas aquí. ¿A caso hay alguien ahí adentro? —golpeteo con mi dedo índice mi cabeza. Mi padre suspira y bebe su café de un solo trago, seca su boca con la servilleta y se levanta de la mesa rumbo a su escritorio. —Vayan al auto, las llevaré a clases. Ruedo mis ojos fastidiada y ya de muy mal humor, empezamos el día para la reverenda mierda. [***] El camino a la escuela estuvo muy incómodo, nadie habla solo se oyen nuestras respiraciones. La primera en bajar del auto soy yo, tengo que guiarlo a papá para que pueda estacionar bien el Jeep entre dos autos. —Sigue un poco más —grito—, un poco más...¡A la derecha! El Jeep frena de golpe y oigo un insulto por parte de mi padre. —¡Intenta no guiarme como sueles hacerlo, Alai! Entorno mis ojos y le sigo dando indicaciones, en un momento comienzo a gritarle que pare el auto porque iba a arrancarle el espejo a uno de al lado, pero no me escucha. —¡Papá, detén el Jeep! El crujido de un espejo siendo arrancado y mil pedazos de vidrio cayendo al suelo hacen que palidezca hasta volverme casi transparente. Un calor comenzó a subir por mi cuerpo y desde aquí puedo ver qué mi padre está igual que yo. —¡Mierda! El Jeep acelera y desaparece a la vuelta del edificio, mi instinto es lanzarme a correr hacia el otro lado y fingir que aquí no pasó nada. Me meto en la secundaria un poco agitada y haciéndome, cómo se debe, la tonta. Estoy en un especie de taller de dibujo y pintura, pero aquí no hay nadie, o al menos eso creía. —¿Estás en ésta clase? Doy un pequeño salto hacia atrás llevándome conmigo un par de lienzos que estaban apoyados en un caballete. —Mierda, me asustaste —coloco una mano en mi pecho. —Lo siento, soy Peter —sonríe el castaño detrás de su lienzo—. ¿Te ayudo? Se pone de pie y me ayuda a recojer todo el desastre que provoqué, ríe un poco ante mi torpeza y me lanza miradas divertidas. —¿Cómo te llamas? —Alai, soy Alai. —Wow, qué raro nombre. ¿Eres nueva por aquí, verdad? —me tiende su mano ayudándome a ponerme en pie. Estaba tan concentrada observando sus lunares que olvidé por completo que mi padre me debe estar esperando en la entrada. Asiento en modo de respuesta y comienzo a alejarme marcha atrás. Pero mi cuerpo se detiene en seco. —¿Cómo llego a la entrada principal? Peter ríe mientras seca unos pinceles, me observa detalladamente y minutos después deja lo que estaba haciendo para caminar hacia mi. —Ven, te guiare. Ambos salimos de ese extraño taller por una puerta que da a un pasillo lleno de casilleros, el chico me señala hacia la derecha y camina junto a mi completamente relajado. —¿Y que haces en West High? No tienes pinta de ser de estos lados. —En realidad soy Newyorkina, estoy aquí por mi padre y su trabajo —ruedo mis ojos y le restó importancia con un ademán de manos—, siento que no voy a durar mucho aquí. —¿A que te refieres con "aquí"? —A la secundaria de la muerte. Peter suelta una sonora risa contagiosa, minutos después se detiene dándome una palmada en mi hombro. —Al final del pasillo toma el camino de la izquierda, llegarás a tu destino —sonríe—, debo dejarte aquí, yo llegué al mío. Con sus ojos señala el baño de hombres y asiento sin decir nada. —Por cierto, gracias —lo miro una última vez y camino a paso apresurado por donde él me indicó. Es el primer chico buena onda y agradable que conozco en esta estúpida ciudad. [***] Llegué a destino, mi padre al verme suspira y al instante me lanza una mirada ácida. —¿Dónde demonios te habías metido? ¡No llevas ni diez minutos en West High que ya te estás salteando una clase! —la vena que está en su frente se infla de a poco. —¿Tengo que recordarte que soy nueva aquí y que me perdí por tu culpa? Si no hubieras roto ese auto y escapado como cobarde yo no me hubiera perdido en los pasillos —cruzo mis brazos debajo de mi pecho. Mi padre hace el intento de contraatacar mi argumento pero se queda callado cuando razona y nota que tengo razón. Ja, en tu cara. —Tu hermana ya subió a su clase de historia, ten, estos son tus horarios —me tiende un papel mal doblado—, aprendelos de memoria como yo lo hice. Ahora tienes Italiano. —En realidad tengo clase de álgebra. —Es la misma basura, vete, anda, corre ¡Desaparece! Me da pequeños empujones en mi espalda obligándome a caminar derecho a las escaleras. Al menos no inicio con una clase de mierda, me gusta álgebra, en mi otra escuela era buena aunque no lo demostraba nunca. Golpeó la puerta del salón, entro sin hacer ruido y me ubico en la última fila de todas. —¿Está en la lista? —pregunta el profesor con una cálida sonrisa. —Soy nueva, acabo de inscribirme. ¿Quiere mis horarios? El hombre asiente sin quitarme los ojos de encima, me pongo de pie y camino hasta el frente para enseñarle el bendito papel. Lo observa, lo vuelve a mal doblar y me sonríe. —Bien, vuelve a tu asiento ¿Tienes algún tipo de conocimiento sobre álgebra? —¿La verdad? No. —Entonces es tu día de suerte, caiste en buenas manos —todos los alumnos y alumnas ríen ante sus palabras—, y por cierto, bienvenida señorita Dalleris.
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