Me quedo paralizada mirando a la pelirroja en la puerta, ella me mira y me sonríe con la hipocresía grabada en su rostro. Viene caminando hacia nosotros y saluda a todos en la mesa con la cara más descarada del mundo. —Buenas noches —saluda con una enorme sonrisa. —Buenas noches, Bianca, ¿qué haces aquí? —inquiere Vitor con incomodidad. Me doy cuenta de que nadie más respondió al saludo de ella. —Vine a saber cómo estás, ya que no estás yendo a trabajar —responde muy risueña. —Estamos en una cena familiar y, si querías hablar con mi hijo, creo que solo tenías que enviar un mensaje, no necesitabas haberte tomado el trabajo de venir hasta aquí —el padre de Vitor habla de una forma muy ruda. —Señor Ferrari, necesito tratar... —Que hubieras llamado, no importa lo que necesites tratar c