Se miró al espejo, tenía los ojos hinchados y ojeras en el contorno, en pocas palabras, estaba hecha un desastre, y como no si se había pasado la noche llorando. Solo dos veces en su vida lloró de tal manera: cuando sus padres murieron y la noche anterior, por desgracia y por capricho del destino, el mismo hombre estaba inmiscuido de una u otra manera, en esas dos desgracias. Primero le arrebató a sus padres y ahora le arrebataba a su hijo. Presentía que en el juzgado nada podrían hacer, fuera de que se presentara una protesta formal, que con todos los trámites burocráticos jamás llegaría lo suficientemente a tiempo para obligarlo a regresar, por lo tanto, bien podrían est
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