No supo cuánto tiempo estuvo en el baño, llorando a mares por culpa nuevamente, de Donato Alcaraz. Estaba derrumbada en la silla de mimbre cerca del lavabo, se abrazaba las piernas y tenía la cara apoyada sobre las rodillas, se sobresaltó cuando tocaron violentamente a la puerta, durante varios minutos, como no contesto, los golpes cesaron. Al cabo de un rato, se oyeron unos golpes más suaves y una vocecita angustiada que la llamaba, se levantó de la silla, las piernas protestaron pero apenas se dio cuenta. Se miro al espejo, solo tenía los ojos rojos y llorosos, los limpio antes de abrir la puerta. Esperaba ver la carita angustiada de su hijo, pero Arturo empujó la puerta