—¡Ya se montar a caballo! —Grita muy alegre Karina, cuando regreso a su casa—he pasado unos momentos muy emocionantes; Carlos me paseo por todos los potreros. —Qué bueno hija, que lo estés pasando bien —le dice Claudia— creo que deberíamos venir más a menudo para acá; hacía tiempo que no te veía tan feliz. —¿Sabes mamá? He conocido a dos personas, que tienen un corazón, así de grande —le dice Karina, mostrándole las palmas de las manos, como si estuviera sosteniendo algo en ellas— el Señor Edgard y Carlos viven solos, pero son muy felices; cuando tú hablas con ellos, te hacen sentir bien, se parecen a ti. —Apenas tienes dos días conociéndolos, hija —le dice Claudia, mirándola con ternura— y hablas como si los conocieras de hace tiempo. —Tienes razón, mamá, hay algo que