Nadia se queda mirando por la ventana por un largo rato para sosegarse. Nora le salvó la vida y la mantuvo oculta todo este tiempo para que nadie pudiera darse cuenta de que había sobrevivido, curó cada una de sus heridas sin siquiera conocerla o pedirle algo a cambio, debe confiar en ella. —Ven a comer que se te va a enfriar la sopa —dice la anciana desde la mesa—. No te preocupes tanto, ya tengo listo lo que usaremos. Será fácil y rápido. Lo dicho por la mujer hace voltear a la joven. Nora señala con el dedo unos frascos con un líquido azulado. Nadia vio cuando ella los estaba preparando ayer de noche, pero pensó que eran unos de esos mejunjes que lleva al hospital para los leprosos. —¿Qué es eso? —Se acerca e intenta tocar la botella, pero Nora se lo impide. —Nuestra arma, Nadia —Co