—Quisiera hablar contigo a solas, si es posible —dice la señora Irene tratando de no mirar el hecho de que Nadia está completamente desnuda y limpiando el piso. —¡Di lo que tenga que decir tía o vete! Si te molesta tanto lo que ves, tienes permiso de irte —responde de mala gana, Egil. Nadia se encuentra atareada, limpiando, mientras él se encuentra sentado en el sillón con la cabeza para atrás con una copa vacía en su mano. —Vengo a pedir que dejes que me marche de la hacienda —El pedido de su tía hace levantar la cabeza a Egil—. Y que me permitas llevarme a Adelaide conmigo. La sola mención de ese nombre hace enfurecer al hombre. Aparta a Nadia del camino y va hasta su tía con un odio en los ojos que ella nunca antes había visto. —Tú puedes irte cuando te venga en gana, tía, pero el