Se dirigieron a la parte superior de las escaleras y por un corto pasillo a un juego de puertas dobles. Girando las manijas, David las abrió de par en par y entró, presionando un interruptor en la pared que bañó la habitación con luz. La boca de Amalia una vez más se abrió en estado de shock, porque el lugar era tan grande como todo su apartamento. A cada lado de la habitación había mesitas de noche a juego, dos sillas que parecían cómodas y dos puertas, cada una de las cuales posiblemente conducía a un baño o armario. Lo único visible que no tenía contraparte… ¡era la cama! Colocada justo en el centro de la habitación, como si fuera el punto focal destinado a dirigir la mirada, la cama tamaño king con dosel parecía estar hecha de la madera más rica y ornamentada que había visto jamás. —E