Capítulo 7| "Lo prometo"

2043 Words
ELEONOR Mi padre se había ido temprano a la cama, mi pobre viejo había tenido un día difícil según me había comentado durante la cena; aún no había logrado reparar el auto, había ido al pueblo por unos nuevos repuestos, pero aun así, el cacharro se negaba a funcionar. De forma provisional, había terminado de reparar el viejo auto que me había regalado para mi último cumpleaños, en el cual se había encargado de llevarme y traerme a la universidad durante los últimos cinco días. Me dirijo hacia el escritorio en mi habitación, coloco la taza de chocolate caliente con malvaviscos que me había preparado, y luego me dedico a sintonizar a Mozart en YouTube. Acababa de tomar una ducha, por lo que prácticamente me encontraba lista para envolverme entre las cobijas y así dormir hasta el mediodía del siguiente día. Pero no fue lo que hice, las últimas noches me las había pasado navegando en Google, buscando artículos relacionados con lo que me pasaba; alguien más en el mundo debía de tener la habilidad de ver criaturas sobrenaturales a como lo hacía yo. Aún me negaba a ser la única. Me siento frente al computador, estiro mis dedos y luego abro una nueva pestaña, bajo el volumen para que Mozart no fuese capaz de distraerme, y así comienzo a navegar, escribiendo palabras al azar en el navegador, buscando algo que pudiese aclarar el embrollo que tenía en mi cerebro. Además, de que lamentablemente, la persona que dijo que me ayudaría a buscar respuestas, había desaparecido. Literalmente, parecía que se lo había tragado la tierra. No sabía si sentirme molesta o preocupada al respecto, pues ya me había acostumbrado a la presencia de Admes, me sentía cómoda con él a mi alrededor, por lo que ahora, lo echaba mucho de menos. La última vez que lo había visto, fue al lado de la chica que lucía casi como él, parados frente a la ventana de la cocina; ahí se había desvanecido ella, y después lo había hecho él. Desde entonces, no sabía que había ocurrido. Dejo salir la respiración con pesadez, llevo la taza de chocolate hasta mis labios y doy un largo sorbo. Cierro los ojos, saboreando el delicioso sabor de la bebida, el cual mezclado junto a la agradable melodía de Mozart, me hacía sentir como si estaba envuelta en una agradable nube, la cual me arrullaba como si fuera un bebé. Abro los ojos y dirijo mi atención otra vez a la pantalla de mi laptop. Pongo los ojos en blanco al leer exactamente lo mismo que me había estado apareciendo en los últimos días; un artículo donde hablaba que la persona que era capaz de ver "fantasmas" o criaturas sobrenaturales, era por el simple hecho de que durante el embarazo de la madre, habían sido maldecidos. No sabía hasta qué punto creer aquello, puesto que, ya lo había visto tantas veces, que comenzaba a dudar si en realidad alguien me había maldecido cuando tan solo era un feto. Mi móvil vibra a mi lado, mostrándome la llegada de un nuevo mensaje; lo levanto y me es inevitable no esbozar una sonrisa, el idiota de Colin me había enviado una imagen, acompañada de un emogi de beso. La abro, y miro que se trata de una entrada a mi siguiente presentación de ballet, la cual sería en una semana. Muerdo mi labio inferior y luego le envío una rápida respuesta: Vas a aburrirte, mejor desiste de ello. Su mensaje no se hizo esperar por mucho tiempo, lo que nuevamente me hizo reír. Debo de acostumbrarme a la vida de mi futura esposa ;) Niego con la cabeza y regreso el móvil a su sitio. Colin no tenía remedio; en los pocos días que llevaba de conocerlo, no se había cansado de repetirme que "yo estaba destinada a convertirme en su esposa en algún momento" lo que me parecía completamente estúpido de su parte. Habíamos aprendido a llevarnos bien, de hecho, admitía que el sujeto realmente me agradaba, sin importar a que se pasase tomándose fotografías con todas las chicas, además de estar firmando cuadernos, pero de ahí a que llegase a gustarme siquiera en algún momento, estaba a años luz de que sucediera. —Eli. Doy un respingo en mi silla, y llevo una mano hasta mi pecho cuando escuché a alguien hablar tras de mí. Cierro los ojos e inhalo y exhalo en varias ocasiones hasta lograr calmar mi ritmo cardiaco; odiaba que me hablasen de pronto, puesto que siempre sentía que mi corazón dejaría de latir ante la impresión. —Perdón —se disculpa Admes, con un deje de diversión en su tono de voz. Me giro para quedar frente a él, abro los ojos y lo observo; él se encuentra completamente derecho, sus manos descansaban dentro de los bolsillos de sus pantalones blancos, la rosa azul que parecía nunca secarse, continuaba posicionada en el mismo sitio en que la llevaba desde que lo conocí, el bolsillo de su chaqueta. —Vas a matarme de un susto, Admes —le regaño—. ¿Dónde te habías metido? ¡Estaba preocupada por ti, j***r! —confieso, sin darme cuenta del error que estaba cometiendo. Una expresión de duda cruza su mirada, lo que me hace imaginar en lo que podría estar pensando en ese momento: "¿Por qué esa humana está preocupada por mí? ¿Con qué derechos me cuestiona dónde he estado los últimos días? Pongo los ojos en blanco, deseando poder agarrarme a patadas en ese momento, debía de morder mi lengua antes de volver a meterme en lo que no me importaba. —¿Preocupada? —masculla aún con confusión. —Olvídalo, Admes —muevo mis manos tratando de restarle importancia al asunto. —No. Dime, ¿Qué es lo que te preocupaba? Quiero oírlo. Trago saliva con fuerza, desvío la mirada hacia la ventada y luego hablo. —No lo sé, tenía miedo de que te haya pasado algo. Pensé que... no volvería a verte. —Miedo —susurra—. El miedo no es agradable. No digo nada, simplemente me quedo viendo sin ningún sentido hacia la ventana. Las hojas de los árboles se mueven al ritmo del viento, enviando una pequeña brisa fría a través de la ventana abierta hacia el interior de mi habitación. —Debí de cerciorarme de que todo seguiría marchando bien —apunta, acercándose hasta posicionarme a mi lado. —¿Cómo? —La chica que viste en tu ventana, es Acacia, una... —Ángel —digo—. Es otro ángel. —Sí —asiente con rapidez—. Eso —guarda silencio por algunos segundos, hasta que suspira y vuelve a hablar—. Digamos que allá arriba alguien no está confiando en mí, y la han enviado a vigilarme. —¿Vigilarte? —No se supone que tú puedas hablarme —sonríe, negando con la cabeza—. Aún no lo saben, pero supongo que hay sospechas de ello. Bajo la mirada y entrelazo mis dedos sobre mis muslos, trago saliva con fuerza en repetidas ocasiones, y después dejo salir con lentitud un largo suspiro. Admes me había hablado sobre la posibilidad de meternos en problemas con otros como ellos, si se enterasen de lo que soy capaz de hacer... yo no quería meterlo en ningún embrollo. —Lo lamento, Admes. No es mi intención que vayas a meterte en problemas. —No pasa nada, Eli. Ya todo está arreglado —él sonríe, transmitiéndome con ello una enorme ola de paz—. Solo debí de irme, para verificar que Acacia iba a cumplir su palabra. Asiento y trato de sonreír en su dirección, lo cual tan solo se había convertido en un pequeño atisbo de sonrisa. Me giro hacia la computadora y cierro sesión, dejo el chocolate a medio tomar en el escritorio y después me levanto para ir a mi cama. Admes se queda en el mismo sitio, solo se gira para así seguir mis pasos con su mirada. Levanto el edredón y me meto en él, buscando el calor entre mi cómoda cama. —Yo... eh... —masculla, viéndose un tanto incómodo, señalando la ventana en señal de retirarse. —¿Saldrás por la ventana? —rio, incapaz de ocultar la diversión que eso me provocaba—. Lo digo porque pensé que te irías en primera clase —levanto los hombros—, ya sabes, con las luces y todo eso. Él sonríe y niega con la cabeza. —Aún no te vayas, Admes. No deseo que lo hagas. Vuelve a mirarme por largos segundos, para después caminar en mi dirección y así sentarse a un lado de mi cama. —Yo no deseo irme, Eli. Sus ojos celestes me miran fijamente, por lo que, con solo su mirada vuelvo a sentirme en paz completamente. Volví a concentrarme en su rostro, permitiéndome perderme en su belleza otra vez. Me era inevitable no mirar y aceptar lo guapo que es mi ángel de la guarda, era una chica de 19 años, por lo que mentiría si negaba que mis hormonas añoraban con la idea de que él fuese humano. Mi mirada continuó clavada en la suya, hasta que senté que mis ojos comenzaron a sentirse pesados, traté de continuar manteniéndome despierta, pero el sueño me arrulló de inmediato a tal punto de que comenzó a enviarme hasta ese mundo de forma inmediata. —Dulces sueños, linda Eli —fue lo último que lo escuché decir antes de rendirme completamente. (...) Me encontraba yendo hacia un oscuro y oloroso pasillo. Sentía como una voz que provenía desde el final de éste, me llamaba pidiendo ayuda. Mi respiración se sentía entrecortada, mis manos y piernas las sentía pesadas, era como si mi cuerpo se negaba a ir hacia ahí por más que yo desease avanzar e ir en busca de esa voz desesperada que me llamaba. Me detuve y coloqué ambas manos sobre la pared al escuchar un pequeño quejido provenir desde el otro lado de ésta; palpé con mis manos el frío material que no lograba reconocer, golpee un poco con mis nudillos al darme cuenta de que se trataba de una pared hueca. Comencé a escuchar más ruidos provenir tanto de esa, como de la que estaba tras de mí. Continué tocando con desesperación, hasta que así logré darme cuenta que se trataban de innumerables celdas. Cada quejido era peor que el otro, y así todos los que seguían; de pronto, un coro de voces llenas de dolor inundaron mi cabeza pidiendo ayuda, a tal punto que comencé a sentir un fuerte dolor en la misma a tal punto que comencé a rabiar mientras me encogía en el suelo haciendo de mi cuerpo un pequeño ovillo para tratar de protegerme. No entendía qué era todo aquello, pero de pronto, al escuchar una suave voz pidiéndome que despertara, me di cuenta que todo se trataba de un puto sueño. —¡Eli, despierta! —escuché con fuerza en cuanto abrí mis ojos de golpe. Admes se encontraba sentado frente a mí, con sus manos apoyadas en mis hombros; yo estaba medio sentada, abrazando una almohada mientras que mi respiración era irregular. Mi corazón azotaba con fuerza en mi pecho, miré a mí alrededor aun sintiéndome desorientada ante lo que había sentido. No entendía hasta qué punto había sido solo un simple sueño. —Ya estás aquí... tranquila, ha sido solo una pesadilla —me habla calmadamente. —Se ha sentido muy real —susurro conteniendo las lágrimas. Quito la almohada de mi pecho, y llevo una mano hasta mi frente al darme cuenta de que me encuentro sudando. —¿Qué ha sido? —Habían cárceles, y gente sufriendo, Admes. En la poca luz que entraba por la ventana, pude apreciar la duda cruzar su mirada. Así que deduje que mi ángel de la guarda no podía descifrar los sueños. —Vuelve a dormir. Cuidaré que nada vuelva a atormentarte —susurra, mientras se inclina a acomodar las almohadas tras de mí—. Mientras yo esté cerca, nadie va hacerte daño, Eli. —¿Lo prometes? —cuestiono, sintiendo como mi tono de voz se quiebra al hablar. —Lo prometo.
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