Dos días después: 23 de septiembre
Hace un poco más de 48 horas que salí de aquel infierno que representó estar en una celda por una acusación que lo único que trajo a mi vida fue más problemas, como si ya no hubiese tenido varios. A veces pienso que la vida se empeña en que yo no sea feliz y en que ella tampoco lo sea, pero no puedo seguir hundiéndome en mi tristeza, eso no lo traerá de vuelta. Lo único que puedo hacer en estos momentos es pararme frente a la puerta de la casa donde ahora vive su padre y tocar el timbre con la esperanza de que él entienda que lo único que quiero en esta vida es que Yana sea feliz.
Pienso que, si el señor Ackermann aún permanece en Francia, es porque está buscando a su hija, de otra manera el estaría en Suiza volviendo a su vida habitual y olvidándose de todo el caos que ocurrió aquí. Respiro profundo cuando escucho el picaporte de la puerta moviéndose, apenas esta se abre, allí esta él. Su mirada azul se fija en mí y me analiza como tratando de averiguar sí soy un fantasma o realmente estoy aquí —Señor Moreau—Pronuncia mi apellido en un susurro.
—Señor Ackermann, ¿se encuentra bien?— Le preguntó asustado.
—No lo puedo creer, está vivo—Habla y sus ojos se cristalizan.
—Por supuesto que estoy vivo, ¿qué es lo que pensó?— Inquiero tratando de entender la situación.
—Hace meses que pensamos que está muerto—Señala.
De verdad no lo puedo creer —¿pensamos? ¿usted y quien más?— Cuestionó sorprendido.
—Todos quienes lo conocíamos, pasó lo mismo que lo que ustedes me hicieron creer que pasó con mi hija— Me cuenta.
—Pues ya ve, estoy vivo y necesito ver a su hija, ¿usted sabe algo de ella?— Le preguntó desesperado y al verle moviendo su cabeza de un lado a otro me doy cuenta de que no sabe nada.
—El último contacto que tuve con mi hija, fue a través de un hombre que vino de Argentina, lo estaba buscando usted, y por supuesto me ha estado buscando a mí. Me contó todo, pero luego ella desapareció, dicen que se fue a Buenos Aires, pero estoy buscándola por todas partes y no aparece— Expresa y no hay palabras que puedan describir lo que estoy sintiendo en estos momentos.
—Por eso estoy aquí, necesito encontrarla. Me han dicho que usted estaba haciendo todo lo posible, pero no sé a qué se refieren con eso—Le explico y él inmediatamente abre un poco más la puerta.
—Pasa por favor— Me ofrece y de inmediato aceptó para así entrar y llegar hasta el salón. Él amablemente me ofrece un café y me pide que me ponga cómodo. rechazó su oferta, pero si me acomodo un poco mejor en el sofá.
—¿Qué métodos de búsqueda está utilizando?—Insisto.
—Conocidos que tengo en Buenos Aires, ya sabes el amigo de un amigo que hace tal cosa y puede colaborar, pero no creo que haya nadie como usted—Me cuenta.
—¿Y cree que su hija se está escondiendo de alguien? ¿o simplemente está en Buenos Aires y no la puede encontrar?—Le preguntó y respira profundo.
—Eso es lo que no sé, me encantaría tener una respuesta, pero la desconozco—Me confiesa.
—Entonces voy a tener que viajar para encontrarla y saber por qué se alejó de todos—Le informó, y como era de esperarse él asiente con su cabeza.
—Hágalo, si necesita recursos por favor déjeme saber. Puede que no sea más el embajador de Suiza en este país, pero sigo teniendo mis contactos. Si encuentra a mi hija, por favor no la suelte más y protéjala de lo que sea. Le estoy entregando la vida de mi hija en sus manos y no sé si usted entiende lo que eso significa, pero de no ser así se lo explicaré. Los hijos son una extensión nuestra, son parte vital, y sin ellos no podríamos seguir adelante. Entregándole a mi hija estoy entregando incluso mi propia vida, espero que eso sea suficiente para dejarle saber que los voy a apoyar pase lo que pase—
—Gracias señor Ackermann—Respondo sonriente.
—De nada, y si quiere le puedo dar todos los detalles de las pistas que me dieron hasta ahora tal vez, pero usted tenga más sentido—Me ofrece.
—Se lo agradezco, por supuesto que quiero—Respondo y es que en realidad cualquier tipo de ayuda me es útil.